Es el cambio climático. No va a llover nunca más. Pamplona es la nueva Marrakech. Debemos cambiar nuestro modelo de vida. El agua va a ser un bien escaso. Los únicos bosques navarros futuros serán de cactus. El transporte sostenible 2030 será en camello. La economía navarra debe abandonar la venta de paraguas y pasarse a la producción de sombreros mexicanos.
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El problema es que llega la realidad y se carga el discurso. En este caso lo ahoga. O debería ahogarlo. Ahora se repite mucho ingenuamente la afirmación de que “dato mata relato”, pero nada hay más falso. Es todo lo contrario: relato derrota al dato. ¿Existiría acaso a estas alturas el socialismo si el dato matara al relato? ¿Estaría Pedro Sánchez a una traición más de la investidura si el dato fuera más poderoso que el relato? ¿Habrían sido posibles los resultados del 23j si el dato se hubiera enfrentado victoriosamente al relato?
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El dato sin embargo es que la lluvia ha vuelto a Navarra. Ya tenemos otra vez tras dos años de sequía los embalses de nuevo en la media histórica, que con datos más actualizados y tras las recientes lluvias seguramente ya se habrá superado. O sea, que estamos como siempre: unos años hay sequía y otros lluvia abundante. Por eso no somos Finlandia. Por eso hacen falta pantanos. Cuando hay lluvia abundante la guardas para cuando escasean las lluvias. Esto lo sabían ya los romanos que construyeron el embalse de Proserpina en Badajoz, antes del cambio climático. Los pantanos no son una opción en España ni porque vaya a dejar de haber sequías ni porque no vaya a parar de llover. La opción, la opción progresista al menos, es inundarse cuando llueve y cuando no llueve quedarse sin cosecha y morirse de sed.
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España no es además un país suave. Aquí, al menos en buena parte de España, no hace calor suave y después llueve suavemente. Aquí el calor es fuerte y después llueve torrencialmente. Esto no es así desde que se Greta se hizo su primera coleta sino desde toda la vida. La disyuntiva por tanto en España no puede ser progresistas o pantanistas, sino suicidas o pantanistas. Eso sí, el progresista suicida después querrá con el agua del pantano beber agua, que se duchen los demás o regar su planta de marihuana.
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Los pantanos no sólo sirven para tener agua cuando no llueve, también sirven para contener las crecidas y los desbordamientos cuando llueve con mucha intensidad. La construcción de un pantano puede provocar un desastre, renunciar a los pantanos no puede no provocar muchos desastres. Normalmente, además, los pantanos no producen desastres porque llevamos haciendo pantanos y mejorando las técnicas de construcción de pantanos desde tiempos de los romanos. Un problema en un pantano es posible pero rarísimo. El problema es que un progresista es alguien que empezó a tener miedo al progreso desde el primer minuto de la historia del progreso. Miedo a las carreteras. Miedo a los aviones. Miedo a las antenas. Miedo a las nucleares. Miedo a los pantanos. Miedo a la carne. Miedo a los trenes de alta velocidad. Y efectivamente puede haber un pantano que se rompa, o un avión que se estrelle, o un hombre que acose a una mujer por el móvil, pero sin todos esos riesgos en la época de las cavernas se vivía mucho peor. Acabamos de ver en Marruecos que cualquier desastre natural en un país poco desarrollado es mucho peor. No es que no pueda haber desastres en Occidente, pero cualquier desastre natural fuera de la civilización occidental es mucho peor.
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A querer regresar al pasado no se le puede llamar progresismo. No se puede querer vivir como en el pasado pero manteniendo las comodidades del presente. Paradójicamente, quienes quieren destruir los pantanos o arrancar las vías del tren para vivir como los indios no son tradicionalistas sino todo lo contrario. Ellos pretenden dinamitar el progreso tecnológico pero al mismo tiempo renunciar por completo a las tradiciones. Derribar las presas pero alquilar los vientres. Lavarse con una frecuencia medieval pero acabar con los géneros. Volver al barco de vela pero destruyendo la familia tradicional. Renunciar a todos los avances del presente y al mismo tiempo a todas las enseñanzas tradicionales. ¿Pero qué es una tradición o un modelo tradicional? Algo que se ha conservado durante mucho tiempo y que se ha transmitido de generación en generación porque funciona y cumple un papel social. Una tradición puede no ser algo perfecto, pero sí algo que en general ha funcionado mejor que sus alternativas, por eso es tradición y sus alternativas no. El agua embalsada hoy es el agua que saldrá del grifo mañana. Si hoy nos cargamos los embalses y mañana nos inundamos o deja de salir agua del grifo no lo llamemos mala suerte, llamémoslo progresismo.
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Un comentario
Un breve comentario a este interesante artículo con el que estaría casi al 100% de acuerdo. Es con respeto a los «vientres de alquiler» la extrema izquierda revolucionaria y las líneas más ortodoxas de la iglesia católica ESTÁN TOTALMENTE DE ACUERDO, Y DESGRACIADAMENRE COINCIDEB EN SU CONTRA, vamos que podría ser uno de esos primeros puntos de acuerdo que harían posible un acercamiento entre comunistas y religiosos. Por cierto, sigo pensando que al doctor que gracias a su trabajo científico dio paso a la inseminación artificial le tenían que haber dado el premio Nobel de Medicina (pero la iglesia se opuso y maniobró en la academia sueca para que no se lo otorgaran). Su trabajo hizo posible la felicidad y el bien estar a tantas familias…y no, no jugo a Dios, simplemente desarrollo la técnica para que una mujer pudiera tener hijos nada en contra de la ley de Dios ni del feminazismo. Personalmente conozco dos FAMILIAS que son muy felices con sus peques gracias a esta técnica científica. Ahí lo dejo, creo que he sido respetuoso con Navarra Confidencial y el autor de este artículo así que espero que no me lo oculten y si lo desean estoy abierto a u debate filosófico, científico en libertad