El matrimonio gay o la compraventa de niños

No sólo es que el matrimonio gay se ha convertido en un dogma incuestionable para el discurso dominante, es que además los matrimonios homosexuales tienen que aparecer hasta en la sopa, y por supuesto aparecer siempre bajo una luz y una perspectiva positiva. La violencia en pareja sólo puede ser violencia de género, los matrimonios gays siempre parecen felices en la publicidad, las películas, los reportajes o las series, tienen menos ojeras y son notablemente más guapos y están más en forma que los heterosexuales casados. Sus hijos también son más guapos. Mala suerte si te ha tocado ser heterosexual. Por otro lado, bajo pena de delito de odio, no se puede sugerir a un homosexual que pruebe el sexo heterosexual, pero al revés resulta perfectamente admisible. La homosexualidad es natural, la heterosexualidad es reversible y cultural.

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Respecto a la violencia intragénero en la web de Aldarte encontramos un estudio según el cual el 60% de los encuestados ha sufrido violencia o maltrato intragénero, y en el 30% de los casos ese maltrato consiste en agresiones físicas. Este tipo de datos jamás aparecen publicados, abundando en la idea de que las parejas gays siempre son presentadas por los medios de una manera artificialmente positiva. Pero es que además el mero hecho de que exista una violencia intragénero desmonta por completo todo el discurso sobre la violencia de género. O sea, no puede existir violencia de género entre dos personas del mismo género, igual que no puede haber violencia racial entre dos blancos. Si dentro de una pareja del mismo género puede seguir habiendo violencia, es absurdo pretender que toda la violencia dentro de las parejas de distinto género se explica por la violencia de género. Puede haber violencia de un hombre hacia una mujer sin que sea violencia de género igual que un negro y un blanco pueden pelearse sin que sea por motivos racistas. Un negro y un blanco se pueden pelear por los mismos motivos que se pelean entre si dos blancos o dos negros. La violencia de género como explicación omnicomprensiva de la violencia en pareja es un auténtico fiasco.

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El artículo anteriormente citado del Washington Post seguramente es un buen ejemplo de todo lo que estamos hablando respecto a la idealización y al tuneado constante de las parejas homosexuales, en este caso particularmente subrayado por la feliz presencia de los niños. La pregunta obvia, sin embargo, es: ¿qué niños?

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O sea, un hombre se puede autopercibir como mujer, vestirse como mujer, inscribirse en el registro como mujer, conseguir que todo el mundo le llame Esteisi y hasta autopercibirse como embarazado, pero quedarse realmente embarazado con otro hombre y dar a luz un hijo de los dos no se puede negociar con la realidad. Porque el problema es justamente la realidad, eso que empieza donde acaba el gobierno. Entonces, ¿de dónde sacamos los niños para ilustrar los felices reportajes de matrimonios gays?

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La respuesta más evidente y más sórdida es que de la compraventa de niños. Es decir, o una pareja gay recurre a la adopción, proceso a su vez con sus propias limitaciones y problemas, o los hijos sólo pueden ser hijos biológicos de uno de los dos miembros de la pareja. No sólo eso, resulta precisa la intervención de una tercera persona ajena a la pareja. En el caso de los matrimonios entre hombres, hace falta una mujer ajena a la pareja que no sólo aporte un óvulo, sino que afronte todo el embarazo (la famosa gestación subrogada o vientre de alquiler) y después entregue el niño a la pareja de homosexuales. No es imposible que exista alguna mujer dispuesta a acometer todo ese proceso y entregar al final a su hijo por amor al arte, pero en el 99,9% de los casos algo así debe resultar inconcebible sin dinero de por medio. La normalización del matrimonio gay implica casi necesariamente, por tanto, la normalización de la compraventa de niños. Al menos si se quiere construir -a cualquier precio, nunca mejor dicho- una pseudorealidad para los matrimonios homosexuales a la altura de las fotos.

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