El Primero de Mayo progre: muerte al esfuerzo y al trabajo

Ayer las fuerzas izquierdistas y unos sindicatos que reciben bestiales cantidades de dinero público y dicen representar a los trabajadores (de lo primero no cabe duda, de lo segundo no tanto) celebraron el Primero de Mayo. Entre todos los enfoques posibles para analizar la celebración y sus circunstancias habría donde elegir, pero resulta particularmente interesante este tuit de Errejón.

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Desde luego a cada observador le podrá resultar llamativa una cosa distinta, pero no deja de resultar interesante, a la par que preocupante, el desapego mostrado por los representantes de los trabajadores hacia el trabajo. O trabajar o vivir. Trabajar menos es vivir mejor. O trabajo o felicidad. Vive sin esfuerzo. Sin esfuerzo y sin trabajo se vive más y mejor.

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Sería curioso ver la actitud hoy al llegar al colegio de los hijos de todos estos sindicalistas que se manifiestan bajo este tipo de eslóganes. Obviamente sería milagroso que aparecieran los niños en clase con el más mínimo interés en hacer algún tipo de esfuerzo. El problema de aprender es que normalmente exige un esfuerzo, un trabajo, vivir menos, vivir peor. Para saber y aprender hay que esforzarse, el que menos sabe vive mejor.

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Pese a que todos los grandes científicos hasta el siglo XIX eran religiosos, desde Mendel (padre de la genética) hasta Lemaitre (padre del Big Bang), pasando por Andrew Gordon (creador del primer motor eléctrico), se encuentra bastante generalizada la idea de que existe un conflicto fundamental entre la fe y la razón, que la religión (cualquier religión) obstaculiza la razón y que los países menos religiosos son los más desarrollados. Irónicamente la genética la descubrió un religioso y un siglo más tarde un régimen materialista y ateo, el soviético, la prohibió. Pero nos desviamos del tema. O no para tanto.

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Observando el discurso de los sindicatos, por no decir el de la izquierda en general, salta a la vista que ahí sí parece existir un conflicto fundamental entre izquierdismo y esfuerzo, o entre progresismo y trabajo. La culminación del progresismo sería acabar con el trabajo y con ello con los trabajadores. Un sindicato de clase izquierdista tiene que defender a los trabajadores hasta acabar con ellos.

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En el párrafo anterior hemos estado a punto de escribir que un sindicato de clase izquierdista tiene que trabajar defendiendo a los trabajadores hasta acabar con ellos, pero entonces hemos caído en la cuenta de que no, de que un auténtico sindicalista no trabaja defendiendo a los trabajadores, trabaja en defensa de los trabajadores lo menos posible. O trabajar o vivir.

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Lo malo de vivir en el mundo real es que ni la naturaleza cubre espontáneamente todas nuestras necesidades ni nuestros deseos se materializan por arte de magia según se suscitan. Tampoco nacemos dotados de ciencia infusa por lo que necesitamos del esfuerzo y del trabajo para cualquier cosa, desde obtener alimento y cobijo hasta para aprender. Seguramente dedicar toda la vida al trabajo sin descanso y con carácter exclusivo, no digamos si se trata de un trabajo inelegido e ingrato, representa un desequilibrio y una fuente de infelicidad, pero eliminar el trabajo de la ecuación humana, al no caer la cosas del cielo, nos condena a la indigencia y seguramente también a la infelicidad. Sin trabajo no hay prosperidad, no hay evolución, no hay progresión, ni a nivel material ni intelectual. Un progresismo que excluya el trabajo finiquita el progreso.  Sin esfuerzo y sin trabajo se vive más y mejor, pero chupando del bote y del trabajo de otros, salvo que se aspire a la muerte por inanición.  Si las sociedades progresaran a base de no hacer nada, de no esforzarse y no trabajar, los países con la gente más vaga y menos cualificada estarían a la cabeza del mundo. Por no mencionar que España con este gobierno sería primera potencia del mundo.

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Hay quien piensa que dentro de poco sólo trabajarán los robots, pero los robots tampoco son un producto espontáneo de la tierra como las amapolas del campo. Hace falta una gran tecnología para fabricar robots que nos vayan sustituyendo en el trabajo. Los países que controlen el futuro serán los que diseñen y fabriquen robots, no los países en los que la gente sea sustituida por robots. Las personas que realicen tareas rutinarias que no exijan creatividad ni cualificación serán las más sustituibles por los robots. Desde este punto de vista, es posible que los robots sustituyan a los sindicalistas antes que a los trabajadores. En todo caso habrá que ver en primer lugar si todos aquellos cuyas labores puedan ser encomendadas a robots recibirán con ello una bendición o una maldición. tanto moral como material. En segundo lugar, dentro de las personas cuyas labores puedan ser sustituidas por robots se producirá una división entre las capaces para, mediante esfuerzo y trabajo, dedicarse a otras nuevas tareas que las hagan útiles, y las que ya no es que no quieran, sino que no puedan hacer nada para aportar algo a la sociedad y al progreso. Cuanto más abultado sea este segundo grupo, no sólo menos progreso ulterior, sino seguramente más infelicidad y más depresión.

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Naturalmente y volviendo al presente tampoco hay servicios públicos ni estado del bienestar sin trabajo y esfuerzo. Es más, cuanto menos trabajo y esfuerzo menos servicios públicos y menos estado del bienestar se pueden pagar. El españolito medio trabaja la mitad del año para pagar el gasto del estado. Si el españolito medio decidiera trabajar menos para vivir más, como le animan a hacer los sindicatos, habría que reducir drásticamente el gasto en pensiones, sanidad o educación. La izquierda quiere que todo el mundo tenga de todo, pero sin trabajo y sin esfuerzo. Eso no sólo es populismo, es infantilismo político e insolvencia intelectual. Por otro lado, efectivamente para creerse todos estos alegres postulados izquierdistas cuanto menos nos tomemos el trabajo de pensar sobre ellos y analizarlos mucho mejor. Socialista es el punto en que usted se cansó de pensar.

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