Ni Volkswagen ni Lamborghini

Volkswagen tiene problemas. En realidad no sólo los tiene Volkswagen sino todo el sector del automóvil, pero eso lógicamente incluye a Volkswagen. Y como todo el mundo sabe, cuando Volkswagen estornuda Navarra se tiene que hacer el test de la gripe. Lo grave es que los problemas del sector de la automoción, como los de Volkswagen, no son puntuales sino estructurales. No es probable que las noticias sin un cambio estructural vayan a ir a mejor. Lo malo es que el marco estructural es el de la aniquilación deliberada del automóvil. La gente en los esquemas de los gobernantes se divide entra la que tiene un Lamborghini y la que usa el transporte público, y a los primeros debemos aniquilarlos.

El Lamborghini sin embargo se ha convertido en una engañifa más del gobierno y de su discurso populista. Pareciera que los ricos no pagan impuestos y que de repente se les ha ocurrido a los genios de progreso que sería buena idea empezar a cobrarles algo de dinero por sus ganancias. Por el contrario, los ricos ya pagan muchísimo dinero. Lo que pasa es que hay que subir los impuestos a los ricos para poder subírselos más a los pobres. O sea, si les cobras a los ricos un 45%, no les puedes cobrar a los pobres un 46%, tienes que subir a los ricos los impuestos al 50% para poder subírselos después a los pobres al 46%. Es todo demagogia, populismo y trilerismo a partes iguales. Pero más o menos le funciona al gobierno, ergo seguirá caminando en este sentido.

Irónicamente, que alguien se compre un Lamborghini puede que sea una gran decisión para el gobierno. Mucho mejor decisión para el gobierno que comprar deuda pública, por ejemplo. Entre el propio precio del vehículo y todos sus impuestos incluidos, más todos los impuestos de las ingentes cantidades de combustible que si se usa demanda este tipo de vehículo, más todas las tasas e impuestos necesarios para disfrutar a lo largo de su vida el vehículo, más las posibles multas por exceso de velocidad u otros conceptos, comprar un Lamborghini puede ser una gran opción inversora… para el gobierno.

Trilerismo político también es la contraposición realizada por Sánchez entre Lamborghinis y coches eléctricos. Por el contrario, toda la política de electrificación impuesta por la Agenda 2030 lo que está haciendo es convertir el coche eléctrico en un artículo de lujo. No es un mileurista el que se compra un coche eléctrico frente al privilegiado que compra un Lambo. El millonario de progreso, que no es precisamente un raro especimen entre los millonarios, puede comprarse un coche eléctrico tan caro y lujoso como un Lambo. La diferencia es que pagará menos impuestos, recibirá ayudas para comprarlo y podrá recargarlo pagado por todos, frente al rico solidario que se compra un Lamborghini y llena el depósito de gasolina pagando al hacerlo un par de hospitales y tres o cuatro colegios.

Presume además Sánchez de que los coches eléctricos se fabrican en España, pero esto también es una afirmación notablemente cargada de veneno. Como decíamos al principio la apuesta del gobierno, de todos los gobiernos davosianos, es cargarse el uso particular y la propiedad privada del automóvil. No se trata de que cambiemos los coches de combustión por coches eléctricos, sino de reducir el parque de automóviles en un 90%. Lógicamente, los recortes en la producción y el empleo del sector de la automoción serán equivalentes a esa reducción. Por otro lado, los vehículos eléctricos que subsistan probablemente sean chinos fabricados en China, al menos los que la gente pueda comprar. Ese es el negro futuro del sector de la automoción.

Cabe finalizar que todo este lenguaje populista de Sánchez y otros como Sánchez, con el que pretende oponer al pueblo con los despreciables propietarios de Lamborghinis, en realidad no sirve más que para camuflar la subordinación del gobierno de Sánchez y el resto de gobiernos agendistas a precisamente a una pequeña plutocracia de millonarios progresistas. O a ver si a Davos, donde se redacta la Agenda que después Sánchez o el resto de políticos de progreso sigue con sumisión perruna, los que acuden en sus jets a marcar las directrices son muertos de hambre y personajes sin acceso a poder comprar un Lamborghini. Es todo una pantomima, nos lo quitarán todo, no tendremos nada y seremos felices. De todo este programa está asegurado el 75%. O sea, todo menos lo de felices. Pero como las redes sociales estarán censuradas y sus dueños encarcelados tampoco podremos quejarnos, que es el estado que el comunismo asimila con la felicidad dentro de sus muros.

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Un comentario

  1. Resulta quien más «Lamborghinis» compran son los agricultores, eso sí como equipo de trabajo, nada de lujos, duro trabajo y maltrato por parte del gobierno y la U.E. Automóviles se venden menos de 50 al año. Los coches de lujo son los eléctricos, la clase privilegiada tiene la posibilidad de comprarlos y cambiarlos cada dos o tres años, entrar con ellos a lugares tan recónditos como el centro de Paris, Madrid o Londres. Los demás después de pagar el «Impuesto de circulación», la ITV y los demás impuestos del carburante a rezar para que no llegue el día que nos los condenen al desguace.

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