Pablo Iglesias ha abierto un bar. A fin de cuentas empezó a ser popular para muchos en una herriko taberna. Lo bueno para este nuevo empresario de Galapagar es que la promoción ya la tiene hecha. ¿Pero cómo no vamos a hablar de su bar? El problema como siempre con la izquierda caviar es la coherencia, y segundo qué pasará pasado este primer impacto viral con ese dichoso bar.
Pablo Iglesias abrirá un bar en Lavapiés. El expolítico se une a un poeta y un cantautor en su nueva aventura profesional.
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— La Vanguardia (@LaVanguardia) March 14, 2024
Naturalmente si Pablo Iglesias va a abrir un negocio se nos acumulan las preguntas. ¿Cuánto van a cobrar los camareros? ¿Cuántas horas van a trabajar? Necesariamente tendrán que cobrar más y trabajar mucho menos que todos los demás bares de Madrid. ¿O va a abrir un bar con unos camareros que cobren y trabajen igual que los de los bares del resto de malvados empresarios explotadores que tienen cualquier otro bar en Madrid? Y si paga más y los camareros trabajan menos horas, ¿cómo va a competir? ¿Cómo va a pagar además de los salarios a los proveedores, los impuestos, las tasas o la factura de la luz? Porque esa es otra. ¿Cuáles serán los precios de su bar? Hay que suponer que no pretenderá pagar más y trabajar menos cobrando más por el mismo tipo de productos y servicios. De hecho el precio justo de un buen comunista debería ser la voluntad. ¿O va a cobrar precios de mercado como cualquier otro empresario el por otro lado admirador de Lenin, Chávez y el Ché?
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¿Y a qué hora cerrará el bar de Pablo Iglesias? ¿A la una de la madrugada? ¿A las diez de la noche? ¿Cuando los clientes empiecen a llegar? ¿O al final Pablo Iglesias va a ser un derechista peligroso comparado con Yolanda Díaz y la gente de Sumar?
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Tal vez para compensar todas las probables incoherencias de fondo Pablo Iglesias haya echado el resto en la fachada y las apariencias. Todos los nombres de la oferta del menú se encuentran asociados a personajes de la mitología ultraizquierdista, desde la Pasionaria hasta Fidel Castro, pasando por el Ché Guevara y sin dejarse a Josu Ternera, el líder de los comandos de ETA. ¿Alguien se imagina un bar cuyos platos llevaran los nombres de Franco, Pinochet, Barrionuevo o Billy el Niño? ¿Qué dirían la Ley de Memoria Histórica y la prensa de progreso al respecto?
Hacer bromitas con el "No me llame Ternera" con 11 asesinados, entre ellos 6 niños solo en Zaragoza. ¿Vegano? Un p*to carnicero, pedazo de psicópata. pic.twitter.com/flzL7UlHBZ
— Juan O. 💚🧡 (@urederriano) March 14, 2024
Finalmente queda por considerar la triste bajada a la irrelevancia de alguien que llegó a ser vicepresidente del gobierno de España. Parafraseando a El Ala Oeste de la Casa Blanca, alguien un mes dentro del gobierno tiene más poder para cambiar las cosas que todo el resto de su vida fuera del gobierno. Alguien que cambia el gobierno estando ya dentro del gobierno por un bar es alguien que no quiere cambiar las cosas. Que no se atreve a cambiar las cosas. Que en el fondo no cree en los cambios que predica. O que se siente más cómodo hablando en un bar o una tertulia de los cambios que haría que haciéndolos. Pablo Iglesias es la clase de cuñado que prefiere vivir criticando desde fuera a los que están en el gobierno a sufrir las críticas por gobernar él mismo, teniendo que asumir los malos resultados de la puesta en práctica de unas ideas que en teoría podían parecer maravillosas. Según lo miremos Pablo Iglesias es un traidor, un incoherente, un vanidoso, un mentiroso, un vendedor de humo o un flojo. Podría hacer una carta alternativa con todos estos adjetivos. Por lo demás seguro que el bar tiene un baño adecuado a esos momentos en que un profesor que empieza a ser ya talludito tiene un calentón con una joven alumna y necesita ir a refrescarse al aseo.
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