Decididamente, Cataluña ha votado no aburrirse. Y que no nos aburramos. Lo que quizá también ha pasado es que el elecorado socialista en Cataluña a lo mejor no ha entendido a Pedro Sánchez. El presidente del gobierno llevaba a cabo constantes señales de que había que votar a Puigdemont y no a Illa, como lo de las camisetas de Woody Allen, pero el electorado socialista no lo ha sabido entender. Cada vez que pedía el voto a Illa el presidente tenía que haber guiñado un ojo o hacer algo más evidente, que su electorado lo pudiera entender. La consecuencia de la falta de sutileza del votante socialista catalán es que ahora el PSC le ha creado un problema a Pedro Sánchez, en la medida en que el resultado le fuerza a apoyar a Illa pero apoyar a Illa le genera un conflicto para conservar el apoyo de ERC y/o Junts en Madrid.
Puigdemont a su vez no merece más de lo que ha conseguido Junts. Ha sido cobarde. Por no ir unas semanas o unos meses a prisión ha renunciado a la gran foto de campaña que sería su detención. Sin la épica del mono naranja era un candidato más. Menos que un candidato más, un telecandidato desconectado de la realidad catalana teletrabajando desde Waterloo.
ERC por su parte ha pagado el precio de ser a la vez gobierno y oposición, como le ha pasado a Podemos. Hay que decidir si eres lo uno o lo otro o el electorado decide por ti. Hasta la amnistía se la ha robado Junts. Ahora ERC afronta una crisis existencial importante porque afronta el mismo problema pero a la inversa. O sea, hacer como que eres oposición desde el gobierno es complicado, pero hacer como que eres oposición desde la oposición, sin serlo, es más complicado todavía. O sea, ¿qué es ser oposición? ¿Seguir siendo la muleta de Pedro Sánchez y ahora además quizá la de Illa es ser oposición o sería ser todavía más comodín de Sánchez? Y eso el electorado de ERC, ¿cómo lo va a digerir? Por otro lado en una repetición electoral ERC sería una de las fuerzas que no tendrían en principio mucho que perder. Puede que escañor, pero no poder.
El problema para Sánchez, y por lo que le convendría un gobierno Junts-ERC, es que su ecuación política resulta sencilla si cambia el gobierno en Cataluña por el gobierno en Madrid. Pero si no puede ofrecer a los separatistas el gobierno en Cataluña, ¿qué les puede ofrecer? ¿La autodeterminación?
Aunque esto es un problema para Sánchez, también lo es para los separatistas, que en definitiva llevan años instalados en un programa de reivindicación maximalista que ahora les puede fracturar. O sea, si se quedan fuera del poder en Cataluña, ¿les queda alguna reivindicación razonable por exigir? ¿Cuáles son entonces las opciones para poder vender el apoyo a Sánchez a su propio electorado? ¿Mantener reivindicaciones maximalistas, como el referéndum, que le pueden resultar inasumibles hasta a Sánchez o reducir las reivindicaciones hasta niveles más razonables? ¿Y cómo conseguir esto sin caer en la propia trampa de haber exacerbado a su electorado hasta el nivel que lo han hecho? ¿Cómo reducir ahora las pretensiones sin decepcionar a los suyos?
Sobre el papel, la formación de un nuevo gobierno sería sencilla. Aunque en algún momento del recuento la mayoría estuvo bailando, Illa podría conformar un gobierno de izquierdas, con PSC+Comuns+ERC sumaría justo los 68 diputados de la mayoría absoluta. El problema es que si ERC ya ha sido castigada por sus votantes al haberse convertido en muleta sumisa de Sánchez pese a ostentar a cambio la presidencia de la Generalidad, cabe preguntarse si ese electorado va a ver con mejores ojos el seguir siendo muleta sumisa de Sánchez y encima ni siquiera ostentar la presidencia de la Generalidad. El problema es que así al menos tocarían poder, porque la alternativa es la pura y dura oposición. Sanchez tiene un problema si ERC apuesta por ser oposición real en Cataluña y oposición real en Madrid.
Al nacionalismo además como bloque le ha ido muy mal. Por un lado el nacionalismo puede perder la Generalidad. Por otro lado, si Illa consigue la Generalidad y encima los nacionalistas siguen manteniendo a Sánchez quedarán relegados a la irrelevancia. O eso puede percibir su electorado salvo que a cambio del apoyo a Sánchez y de renunciar a la Generalidad presenten un órdago espectacular, ¿pero que órdago espectacular pueden presentar y más desde la oposición? Hasta para organizar un referéndum ilegal necesitan estar en la Generalidad.
No se puede descartar que Sánchez venda a Illa, como vendería a su madre para conservar el poder, pero puede que no le haga falta. A fin de cuentas ya está en el poder. Sacarle de Moncloa ya no es tan fácil. Puede gobernar en minoría e ir prorrogando presupuestos. Que redujera su capacidad legislativa sería una bendición para todos. Una moción de censura no sería imposible, pero exigiría un acuerdo entre opuestos relativamente complicado. Recuérdese que una moción de censura requiere el apoyo por mayoría absoluta al candidato de quienes la presentan.
Hablando de procedimientos de investidura, el de nombrar presidente de la Generalidad exige mayoría absoluta en primera vuelta o mayoría simple en segunda. O sea, que el candidato consiga más apoyos que votos en contra en segunda vuelta, sin contar las abstenciones. ¿Puede conseguir Puigdemont una victoria en segunda vuelta si se atrae a ERC? El PSC y Comuns suman 48 diputados frente a los 55 de ERC y Junts, que con AC y la CUP podrían llegar a 61, ¿Pero qué haría por ejemplo el PP? ¿Apoyar a Illa o permitir que presida la Generalidad Puigdemont? El que de todos modos pudiera llegar a gobernar, ¿podría ofrecer estabilidad?
Otro escenario no desdeñable por tanto es el de una repetición electoral. De hecho es por el que apuesta una proporción importante de observadores. El rincón de pensar y otra vez el rincón de pensar y otra vez si hace falta el rincón de pensar. Está muy sobrevalorada la estabilidad. ¿Quién dice que es mejor un gobierno estable de un Sánchez que una permanente ruleta electoral de un gobierno en funciones? Un gobierno precario, pero precario de verdad, sin apoyos, es acaso siempre el gobierno ideal. A fin de cuentas quizá siempre estamos eligiendo en el fondo entre la precariedad del gobierno o la precariedad de la sociedad civil.
Por lo demás, es muy relevante que el nacionalismo se haya pegado un enorme batacazo electoral. Los separatistas se quedan con 61 diputados de 135, o 61 frente a 74. En porcentaje, los separatistas se quedan en el 43,1% de los votos. El prucés está muerto. Son datos para degustar y paladear.
Dentro del voto no nacionalista, destacan también el ascenso del PP y la consolidación de VOX. El PP sube a costa de la desaparición total de Ciudadanos y presumiblemente también a costa de algo de voto de Junts y de la abstención. O sea, Junts sube porque crece a costa de ERC, pero la subida del PP no se explica sólo por la fagocitación de Ciudadanos. Tampoco se explica por quitarle votos a VOX ya que, y esta es otra de las noticias del día, la formación de Abascal se mantiene en diputados, aunque crece algo en votos y porcentaje. No es un logro menor teniendo en cuenta que VOX es el enemigo a batir para todo el resto del espectro político y por tanto mediático. No sólo eso. En Cataluña VOX tiene que hacer frente a una kale borroka real y complicada y así y todo, en un tablero lleno de desventajas y apaleado por unos y otros, mantiene un buen resultado.
Podríamos finalizar reseñando el surgimiento de Alianza Catalana con 2 diputados. Si no por otra cosa, la aparición de este nuevo jugador en el lado nacionalista evidencia el problema que existe con la inmigración y la inseguridad. Un problema real y creciente que ya no se puede negar y ocultar y que por tanto, sepan o no leer los políticos el signo de los tiempos, por demanda popular tendrá su consecuente e inevitable traducción electoral lo quieran o no.