Hace unos días tuvo lugar en el Senado un curioso rifirrafe entre la portavoz de VOX, Pepa Millán, y el portavoz de ERC, Gabriel Rufián. La portavoz de VOX le sugería a Rufián que no se avergonzara de ser un “charnego”, expresión despectiva referida a los catalanes provenientes de otras provincias españolas, a lo que Rufián contesto exhibiendo un supuesto orgullo por sus orígenes charnegos, explicando que sus orígenes familiares derivan de andaluces que huían de la Andalucía pobre y opresora controlada por los señoritos (a los que supuestamente representa VOX), acogidos con ternura y comprensión en la próspera, amable y progresista Arcadia catalana que ahora hay que defender de los señoritos del españolismo opresor.
Lo cierto es que el señoritismo opresor andaluz resulta un tanto peliculero teniendo en cuenta que Rufián tiene 42 años y que por tanto, si hubiera nacido en Andalucía, bajo lo que hubiera vivido durante casi 40 de esos años no es bajo un supuesto señoritismo fachiluz sino bajo el régimen socialista que padeció aquella comunidad durante décadas, marcadas por el atraso, el paro, la corrupción y el clientelismo del PSOE. Irónicamente los Rufián que buscaron una tierra más dinámica y comercial para prosperar la están convirtiendo en el tipo de sociedad del que huyeron, y del que ahora Andalucia va saliendo. Por otro lado, los Rufián no llegaron a un paraíso socialista sino a una tierra dominada por los grandes saurios de Convergencia, con las castas, corrupciones y amiguismos propios del nacionalismo y del señoritismo derechoso a la catalana de la época de los Pujol.
Pero no es esto lo esencial.
Lo esencial es que efectivamente sí que Rufián se avergüenza de ser un charnego, un impuro, un apestado, un inmigrante andaluz. Convertirse en nacionalista es el precio que paga para lavar su escondida vergüenza, aunque puede que ni él mismo sea muy consciente de su peaje y de su complejo. Un nacionalista es o nada o alguien orgulloso de sus raíces y tradiciones. Pero claro, no es lo mismo estar orgulloso de lo que eres cuando tienes 8 apellidos catalanes que cuando vienes de Jaén. No estas orgulloso de tus raíces, sino que te avergüenzas y renuncias a ellas cuando no sólo rechazas que tus hijos puedan estudiar en español, sino que se lo prohíbes hasta a los hijos de los demás. No te enorgulleces de algo y al mismo tiempo tratas de borrarlo y erradicarlo. No te haces separatista de la mitad de tu identidad si no te avergüenzas de la mitad de tu identidad. Rufián es un nacionalista porque, en vez de sumar su mezcla de identidades trata de amputarse una parte de su personalidad. Esto es lo que diferencia a los separatistas y nacionalistas de los demás, también lo que hace su oferta empequeñecedora e inferior. No permiten sumar. Exigen elegir entre papá y mamá. De hecho generan una exigencia innecesaria y mutiladora de tener que elegir entre papá y mamá. No asumen que estamos hechos de círculos concéntricos. Oponen un apellido a otro. Enfrentan una parte de lo que son a la otra. Sólo asumen como propia una parte de lo que son. Incluso se sienten oprimidos y avergonzados por una parte de lo que son. Por eso su destino nunca puede ser sumar sino dividir y restar y complicar la convivencia. Por eso hacerse nacionalista es apostar por una opción inferior. Rufián podría sentirse sin problemas español y catalán. Podría sentirse español y catalán sin problemas aunque tuviera 8 apellidos catalanes, cuánto más si sus orígenes están en Jaén. Salvo que ese crea que es el problema.
Si estar orgulloso de ser charnego es lo mismo que estar avergonzado, porque se traduce en los mismos hechos, es que no estás orgulloso. Si te comportas igual que alguien que estuviera avergonzado, es que estás avergonzado. Eso es lo que le pasa a Rufián.