Ayer se celebró la 92 gala de los Oscar, en la cual resultó premiada una película de Corea del Sur. No nos interesa tanto sin embargo el aspecto artístico y cinematográfico de la gala como su significado político. Brad Pitt, por ejemplo, no pudo reprimir el impulso de usar el tiempo disponible al recoger su estatuilla para meterse con Trump. El también premiado Joaquin Phoenix lo utilizó para endosar al personal un extravagante discurso sobre el animalismo, el especismo y la inseminación artificial de las vacas. Otro galardonado citó a Marx… De un modo y otro se vino a evidenciar algo que ya conocemos bien en España por la gala de los Goya, donde a fin de cuentas no hacemos sino reproducir pequeña y catetamente la gala de los Oscar, y es que para dedicarte al cine, salvo excepciones heroicas, tienes que ser de izquierdas y además estar buena y ser accesible, en el caso de las mujeres.
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El escándalo de Hervey Weinstein puso sobre la mesa algo que era una especie de secreto a voces, y es que en Hollywood las posibilidades de que una mujer obtuviera un papel se multiplicaban si accedia a realizar favores sexuales a quien se lo podía dar o denegar. El caso Weinstein desató un huracán mediático monumental y principió el famoso #metoo, en virtud del cual todos fuimos conscientes del terrible chantaje sexual al que venían siendo sometidas las actrices si querían obtener determinado papel o abrirse determinadas puertas y relaciones en la industria.
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Lo que en cambio pasa bastante más desapercibido o resulta mucho más tolerable es lo que podríamos denominar algo así como el weinstenianismo político. O sea, del si no te abres de piernas olvídate de hacer cine al o te declaras de izquierdas u olvídate de hacer cine. No puede ser que nunca vimos al mundo del cine volcado contra ETA, contra el separatismo, contra el comunismo. ¿Por qué en países en los que la mitad de la sociedad no es de izquierdas el 100% del mundo del cine es de izquierdas? Porque no es un reflejo de la sociedad. ¿Y por qué no es un reflejo de la sociedad? Porque no hay libertad. Si no eres de izquierdas, olvídate de triunfar en esta industria. Desde luego no es un chantaje sexual sino político, pero es igual de chantaje. Obviamente un sector en el que ya tienes que traer un traje ideológico puesto para entrar y mantenerte es un mundo que no puede calificarse como artístico, porque es un coto no ya cerrado sino muerto, incapaz de evolucionar, innovar ni sorprender, petrificado, falto de interés, condenado a perpetuarse en sus incuestionables clichés. Alguien que ya sabes lo que va a decir antes de empezar a hablar, no puede tener interés escucharle. Son capaces de matar el arte porque lo prefieren muerto que fuera de control, su control.
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