Telecinco triunfa con un programa llamado “La isla de las tentaciones”. El programa consiste en que una serie de parejas concursantes se ponen a prueba acudiendo a una isla paradisíaca en la que ellos se van a una residencia llena de “tentadoras” o “seductoras” y ellas o otra llena de “tentadores” y “seductores”.
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Lo que menos interesa del programa, pese a su éxito, son las peripecias erótico sentimentales de las parejas que concursan. Por otra lado es televisión, Telecinco y un programa además grabado, quizá parcialmente guionizado. O sea, que no es la realidad, o no exactamente la realidad, o vaya usted a saber si lo es o en qué casos. Lo realmente interesante de cualquier modo es el planteamiento del programa y más viniendo de Telecinco.
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Si nos ponemos a reflexionar sobre ello, en un momento político de auge feminista en el que la prostitución es el mal y una forma de esclavitud y opresión de la mujer, que lo es, no deja de resultar llamativo que todo este concurso que tanto está triunfando se fundamente en una auténtica exaltación subliminal de la prostitución. O no tan subliminal.
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Es decir, al describir el programa hablábamos de parejas que ponían a prueba su fidelidad recluyéndose ellos en una isla llena de “seductoras” y ellas en una llena de “tentadores”. Pero en realidad, ¿hablamos de tentadoras y seductoras o de prostitutas y prostitutos? Resulta difícil pensar que los y las “seductoras” y “tentadoras” trabajan para Telecinco ejerciendo como tales sin cobrar a cambio una remuneración económica. ¿Y cómo llamamos entonces a seducir a alguien y tener relaciones sexuales ante las cámaras por dinero?
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Alguien podría alegar que un seductor se puede enamorar realmente de una concursante o que a una tentadora le puede resultar atractivo uno de los maromos, ¿pero acaso no le puede gustar un cliente a una prostituta o a un prostituto? ¿Deja de ser prostituta una prostituta porque un cliente le guste? ¿Va a devolver el dinero cobrado a Telecinco alguno de los seductores o alguna de las seductoras si le gusta alguno de los concursantes? ¿Van a continuar todas las relaciones entre las concursantes y los tentadores después del programa y sin dinero de por medio?
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De hecho en tal caso nos encontraríamos ante una cierta paradoja difícil de asimilar. O sea, para que el concurso funcione es preciso que todos los concursantes, tanto ellos como ellas, sean tentados por algún seductor o seductora, o si no dejaría de haber concurso. No se trata por tanto de algo que se deja a la casualidad. Los seductores y seductoras, como parece lógico, tienen que tener el estímulo de cobrar por buscar una relación con algún participante. Si en caso de relacionarse con algún concursante por gusto dejaran de cobrar, el estímulo salarial serviría para no interactuar y arruinar el concurso. Por tanto parece bastante claro que que la base del programa es dejar a los participantes rodeados de tentadoras y seductores que cobran por seducir. Y cuando hablamos de seducir es que hay interacción carnal de por medio. O sea, prostitución. Masculina y femenina, pero prostitución.
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El éxito a nivel de audiencia del programa consiste precisamente en mostrar a cada miembro de la pareja los vídeos de su contraparte interactuando con las tentadoras o tentadores. Cuando más carnal es la interactuación, más sensaciones y más audiencia.
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Volviendo al principio, lo que tenemos con este programa que arrasa en las audiencias televisivas es en definitiva un espectáculo televisivo basado en la prostitución. La misma sociedad que se rasga las vestiduras hablando de prostitución, convierte en trending topic en las redes sociales las peripecias sexuales de su pareja favorita a manos de la prostituta o el prostituto de turno. Las feministas empoderadas que braman contra la prostitución llegan al sofá de su casa, se tragan el programa y proclaman con sus likes y sus dislikes sus fobias y filias por los concursantes y sus tentadores. El programa es una creación de la cadena más LGTB y más feminista de una parrilla televisiva en la que todas las cadenas son LGTB y feministas. La pregunta es si todo esto lo hacen las cadenas y lo ven las audiencias sin darse cuenta de lo que están haciendo. O si se dan perfecta cuenta pero les da lo mismo. Y en qué clase de sociedad vivimos en cualquiera de los dos casos.
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Un comentario
Los progres están contra la prostitución pero son los mayores demandantes del servicio, sobre todo si lo pueden pagar con dinero público