Diario de Noticias, tomando literalmente las palabras del magistrado Ricardo González, el autor del voto particular en el caso de la manada, el cual declaró tras todo el torbellino mediático que “Yo solo hablo en autos y sentencias, en ningún otro sitio”, ha decidido llevar a cabo una “disección pública” por capítulos de las sentencias del magistrado durante los últimos años. No es el único medio que ha emprendido este camino cuyo final, por otro lado, permite dudar que tenga sentido emprenderlo. Sin embargo, ¿cómo aprueba un juez su “disección pública”? ¿Habiendo condenado al 100% de los hombres que han llegado a su juzgado acusados de algún delito de carácter sexual?
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Si en el historial de un juez figurara que el 100% de los hombres acusados, o el 100% de los calvos acusados, o el 100% de los nativos de Burgos acusados son condenados, habría que deducir que los hombres, los calvos y de Burgos no habrían tenido con ese juez un juicio justo. Excusamos decir si el acusado era un hombre calvo de Burgos. Por alguna extraña razón, sin embargo, tras el escrutinio al magistrado González parece subyacer la idea de que el porcentaje aceptable de condenas para un juez adecuadamente formado en los principios de género, cuando los acusados son hombres, es el 100% de fallos condenatorios. No se concibe un escrutinio sobre una magistrada para ver si condena a demasiados hombres sino sólo sobre un magistrado para ver a cuántos absuelve.
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Se ha señalado en el párrafo anterior la adecuada formación de los jueces en los principios de género, como si los jueces no tuvieran que aplicar las leyes sino los “principios de género”, o como si el fallo de los tribunales tuviera que depender del sexo del encausado. El caso es que no es una paranoia confidencial sino que, a raíz de la sentencia de la manad,a diversas instancias jurídicas y políticas han señalado la necesidad de invertir en la “formación en perspectiva de género” de todos jueces y operadores jurídicos.
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La culpabilidad de género
Que los jueces solo puedan condenar a los acusados varones por delitos sexuales viene a ser algo tan arbitrario, absurdo y ridículo como que que los jueces solo puedan condenar sistemáticamente a los acusados por terrorismo cuando son vascos, por ejemplo. ¿Qué porcentaje de vascos condenados es el adecuado en los delitos de terrorismo? Evidentemente ninguno. Los jueces y magistrados tendrán que decididr caso por caso, sin prejuicios. No se puede aceptar que al principio de que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario haya que añadirle la coletilla de “salvo que sea un hombre”, o la de “salvo que la acusación la haga una mujer”.
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Las mujeres no son un género luminoso (ni tenebroso)
No hay un género bueno y otro malo. Los dos géneros tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos. Como humanos que somos, incluso dentro de las diferencias entre hombres y mujeres, con todas nuestras peculiaridades solemos tener las mismas virtudes y los mismos defectos. Podríamos citar a la asesina del niño Gabriel, a las lesbianas que matan a sus parejas lesbianas, a las mujeres que realizan acusaciones falsas de maltratos y violaciones, o a las que se van la plaza del Ayuntamiento el día del Chupinazo a levantarse la camiseta y dejarse magrear por la masa masculina para demostrarnos que algunas mujeres, efectivamente, pueden ser tan básicas y brutales como los hombres, como algunos hombres.
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Podríamos citar también a la chica que sigue siendo novia de uno de los miembros de la manada, que puede tirarse 9 años sin ejercer de padre, que la la duda en todo caso es si es un violador o sólo le puso los cuernos en una orgía, y que ella va y se queda embarazada de él en un vis a vis. Las mujeres no están exentas de cometer ni los errores ni las maldades de los que tampoco están exentos los hombres. Por tanto no tiene sentido alguno una justicia de género.
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No se puede obligar a los jueces a someterse a cursillos de género para dictar sentencias de género que consistan en que no pueda haber sentencias absolutorias de hombres acusados de maltrato, agresión o abuso, ni se puede aceptar que los jueces que absuelvan a un hombre acusado por una mujer deban ser inhabilitados. ¿Y si a Joseba Santamaría un día una mujer, una exempleada a la que no se le renovó un contrato, por ejemplo, le acusa de haberla acosado en el trabajo? ¿No querría Joseba Santamaría un juicio en el que la sentencia contra él no estuviera ya escrita?
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Otra cosa es que las penas contra violadores, no digamos violadores y asesinos, a lo mejor tengan que ser repensadas y endurecidas, pero es precisamente lo que no quieren los manifestantes de género. Obviamente las penas siempre deben aplicarse sobre personas cuya culpabilidad haya quedado probada, siendo eso en cambio más que la severidad de la pena lo que empiezan a cuestionar los manifestantes de género y las publicaciones de contactos con noticias.
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Quede claro que todo esto no es defender a la manada. Esto es defender la justicia y sus principios fundamentales. Esto no significa que violar a una chica entre cinco esté bien. Si alguien ha entendido eso es que no ha entendido nada. También castigar al culpable es un principio básico de la justicia. Lo que significa es que para condenar a alguien hay que demostrar su culpabilidad, y que el castigo aplicable tiene que ser el previsto por la ley vigente, que por supuesto podemos y seguramente debemos endurecer.
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Para terminar por el principio. La disección del Noticias al magistrado Rodríguez ha terminado añadiendo cinco sentencias condenatorias en asuntos de naturaleza sexual a las cinco absolutorias publicadas el día anterior. O sea, parece que el magistrado no tiene bloqueado el botón de condenar ni el botón de absolver. Como debe ser.
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xhttps://www.navarraconfidencial.com/2018/05/04/la-manada-decapitada-en-el-instituto-iturrama/
Un comentario
Este juez tiene su formación, tiene su criterio y lo defiende con sus argumentos.
Lo demás son manadas (unas y otras). Una manada también puede ser calificada como rebaño. Y los rebaños se caracterizan por su borreguez. Lo que vale es lo que diga el menos borrego. Y ojo con salirse del rebaño, que te quedas sin pienso.