Al final el PP de Castilla y León ha desojado la margarita y el resultado ha sido un gobierno de coalición con VOX. Feijóo ha negado todo conocimiento lo cual de hecho es la peor de las respuestas. Es un sí con complejos. Nadie puede creer que esto se ha hecho al margen de Feijóo o contra el criterio de Feijóo.
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Para el centro-derecha es una gran noticia que el PP haya tomado el camino de la lógica y la razón. O por decirlo de otra manera, que no haya adoptado el camino de la sumisión. No puede ser, salvo que aceptemos una dictadura izquierdista apenas encubierta, que la izquierda pacte con quien quiera y que además le diga a la derecha con quién puede o no puede pactar.
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Desde luego si alguien carece totalmente de legitimidad para criticar los pactos del PP es el PSOE. El socio preferente del PSOE ahora mismo es Bildu, una coalición liderada por un secuestrador y en la cúpula de cuyo partido dominante, Sortu, se encuentra el último jefe de ETA. Otros socios del PSOE son los comunistas que celebran la dictadura cubana o lamentan la caída de la URSS. El resto de sus socios principales son gente que estaba en la cárcel y a la que han tenido que indultar para pactar con ellos. El PSOE carece de la más mínima sombra por tanto de legitimidad para meterse con los pactos de los demás. Aunque VOX fuera un partido de extrema derecha, que no lo es.
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El PP podría estar gobernando con la extrema derecha, pero no es el caso. Cuando el PSOE y Podemos pactaron con Bildu argumentaron que era un partido perfectamente legítimo, que se había presentado a las elecciones, que la gente lo había votado y que tenía la misma legitimidad democrática que los demás. También argumentaron que, en realidad, era una buenísima noticia que la izquierda abertzale violenta hubiera renunciado a las armas, se hubiera normalizado, y se hubiera incorporado al sistema democrático, cosa que ningún demócrata sincero podría lamentar. Si VOX fuera por tanto un partido nazi o franquista converso a la democracia todos los que celebraron la conversión de Bildu deberían celebrar en la misma medida la conversión de VOX. El problema es que ni hubo conversión real de Bildu ni VOX es un partido franquista o neonazi. Decir que VOX es Franco o que VOX es nazi debería ser un delito de blanqueamiento del franquismo o del nazismo. No se debería permitir que un partido fuera gratuitamente calificado como nazi o franquista, pero tampoco que se trivializara de esa manera el nazismo o el franquismo. Ningún líder de VOX ha apoyado de ninguna manera regímenes totalitarios de derechas o ha dejado de condenar la violencia política contra partidos de izquierdas. Esto mismo no lo podrían decir la mayoría de los partidos políticos de izquierda en España. Obviamente VOX está a la derecha del PP, pero casi todo esta ya a la derecha del PP. Basta ya de que aquí puedas ser todo lo extremista que quieras sin tener que justificarte, siempre que seas un extremista de izquierdas.
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Llegados a este punto la pregunta es precisamente qué hace la derecha justificándose, aunque pueda justificarse. La alternativa política a Sánchez y sus socios consiste precisamente en no tener que hacer lo que la izquierda dice que hay que hacer, o en no tener que pensar lo que la izquierda dice que tenemos que pensar. La alternativa es eso o no es alternativa, no es nada. Y a la izquierda le molesta de una forma extraordinaria que haya una alternativa a su manera de pensar: la extrema derecha comienza para ella donde acaba su manera de pensar.
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Un comentario
No hay que blanquear el franquismo sino las mentiras vertidas sobre él. Tras una guerra civil es imposible una democracia. Y más con unas izquierdas totalitarias que despreciaban la “democracia burguesa”, generaron odio a raudales y nunca respetaron a partidos rivales.