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Sodena es una sociedad pública de capital riesgo. Es decir, una empresa controlada por la administración, que maneja dinero de todos los contribuyentes, cuya finalidad es financiar empresas y proyectos que pueden ser de interés económico para Navarra.
Para aproximarse a esta cuestión, en primer lugar, quizá habría que preguntarse por el propio sentido de que la administración se encargue de jugar el papel anteriormente descrito. En principio, un proyecto empresarial viable tendría que poder financiarse por medio de la banca, los fondos de inversión, la emisión de acciones… recursos todos ellos que no impliquen la puesta en riesgo de dinero público. ¿Por qué la administración debería prestar dinero de los contribuyentes a proyectos que el sector privado no financia porque no ve viables? Y si los ve, ¿para qué hace falta la intervención pública? Entra además en juego como variable el hecho de que el sector privado, para analizar un proyecto, valora fundamentalmente su viabilidad económica, porque se juega su propio dinero, lo cual siempre anima a ser cuidadoso. Por el contrario, al no jugarse su dinero sino el de los contribuyentes, el sector público es más propicio a ser generoso con el dinero ajeno, o a que el criterio para financiar o no una inversión sea la proximidad al gobierno o la rentabilidad política, más que los criterios objetivos o económicos.
En cuanto a la trayectoria de Sodena y sus inversiones, cabe subrayar unas cuantas de ellas notablemente desastrosas y carentes de sentido, desde la compra del polémico 1% de Iberdrola hasta la famosa colección de coches antiguos acumulando polvo durante años en una nave olvidada. Decenas más de millones de euros perdidos nos contemplan desde lo alto de las pirámides de Sunsundegui o Sendaviva.
Lo que de todos modos ha llamado poderosamente la atención en el ámbito empresarial es, en primer lugar, que Sodena vuelva a prestar dinero tras haber estado cerrado el grifo de la financiación durante años, esto podría ser noticia por sí sólo.
Más allá del debate genérico sobre la pertinencia o no de la propia existencia de Sodena, ahora nos encontramos con una decisión concreta: el apoyo de Sodena a Davalor Salud, una empresa creada en 2011 para el desarrollo y comercialización de equipos y servicios para el diagnóstico y terapia en el campo de la visión. La inversión inicial sería de 1 millón de euros, aunque podría incrementarse en el futuro.
¿Adecuado o no? Difícil saberlo. Respecto a lo que sí parece haber un cierto consenso es en que se trata de una inversión de elevado riesgo. Las empresas cuyos beneficios dependen de la introducción de nuevas técnicas y fórmulas pueden generar tanta expectativa como decepción (recuérdese el caso de Zeltia en bolsa). No obstante, si existe Sodena se supone que existe para este tipo de inversiones. Eso sí, deben ser los técnicos de Sodena y no los políticos quienes las evalúen.
Porque a este respecto podemos traer a colación, ante esta decisión del cuatripartito, que, si la inversión la hubiera llevado a cabo el gobierno de UPN seguramente ya se hubiera cuestionado y se hubiera empezado a hablar de amiguismo. Por no recordar el lamentable episodio de Donapea, en el que se iba a invertir en I+D, en el que la inversión también iba a repercutir sobre el campo de la salud y los pacientes de enfermedades olvidadas, y en el que se iban a crear cientos de puestos de trabajo, todo lo cual no era humo sino una realidad tangible, y para lo cual el contribuyente además no iba a tener que gastar dinero, sólo cambiar de ubicación un centro de FP. La operación se dinamitó entonces por criterios estrictamente políticos y de animadversión ideológica. El problema es que quienes demostraron que sus criterios no eran económicos, sino ideológicos, son ahora los que gobiernan. ¿Se habrán vuelto responsables de repentes? ¿Será entonces que Davalor pasa el filtro ideológico? Esperemos que no sea la pregunta que haya que hacerse para acceder a la financiación de Sodena. Porque podemos preguntarnos si la propia Sodena debería existir, pero de que el criterio de Sodena debe ser objetivo, en cambio, no puede haber ninguna duda. Así que confiamos en que este sea el caso, que Davalor haga honor a su nombre y que el proyecto, ya que Sodena existe, al menos merezca la pena.
3 respuestas
A mi me gustaría mucho saber la genética de Davalor, no sea que ya tengamos el Hiriko foral de la Barcos, y empiezan rapidico, sin trabas ni cortapisas…que nunca tuvieron.
SODENA, hasta donde sé, además de su parte de capital riesgo tiene su parte de captación de inversión y atracción de multinacionales al territorio. Con la primera financia la segunda, dado que ésta no es monetizable.
SODENA cuenta entre sus éxitos, la inversión en renovables a través de EHN cuyas plusvalías en su desinversión hacen que el conjunto de su actividad en desinversiones sea netamente positiva. Bien es cierto, que ni mucho menos todas sus inversiones han sido igualmente exitosas, ni sus criterios de entrada claros y acertados, pero empresas de capital riesgo infalibles, tampoco conozco.
SODENA ha hecho un importante trabajo de limpia en los último años, y así ha evolucionado su resultado operativo.
Que un vehículo público como SODENA es bueno, si se gestiona con rigor y criterios técnicos es algo de lo que personalmente no tengo ninguna duda. Que como su propio nombre, es una actividad «de riesgo», también. Y que la labor de los últimos años de limpia ha sido muy importante, también. A partir de ahí, me juzgo incompetente para valorar la inversión en Davalor, puesto que no conozco sus estados financieros o plan director. Sólo espero que salga bien, cree empleo y genere unas bonitas plusvalías en la salida o en la devolución del préstamo participativo.
Para mí que el Gobierno de Navarra no debe tener ningún instrumento financiero de esta naturaleza, porque se presta a intervenir en negocios jurídicos de amigos del poder, aunque tengan éxito, y menos si no lo tienen. Para esta función ya hay capital privado que sabe juzgar mucho mejor. Por qué hay que invertir en Datavalor y por qué no hay que rescatar a una empresa cualquiera que está en crisis. En definitiva, abogo por su desaparición.