Le crime de Napoleón.
¿Heroe o villano? ¿Genio político-militar o el primer fascista moderno? ¿Representaba para España la invasión napoleónica un avance de la ilustración y de las luces? Un libro que levantó una cierta polvareda en Francia, precisamente por el bicentenario, fue Le crime de Napoleón, de Claude Ribbe. El libro recordaba que Napoleón fue el reinstaurador de la esclavitud en 1802 en las colonias francesas, que prohibió los matrimonios mixtos en Francia o que masacró a la población negra de Haití, en un proceso que el autor compara con el holocausto judío. En cualquier caso es innegable que los ejércitos napoleónicos incendiaron Europa desde Moscú hasta Cadiz.
“La tiranía más insoportable es la tiranía de los subalternos”, Napoleón Bonaparte.
El Código Napoleón consagró principios como la igualdad ante la ley, la abolición del feudalismo, el carácter laico del estado y la primacía de la propiedad individual. Pero también suprimió muchos derechos contractuales de los que las mujeres habían disfrutado durante el Antiguo Régimen. Quedó prohibido donar, vender o hipotecar propiedades a las casadas sin la autorización por escrito de sus maridos. Se estableció un tratamiento distinto del divorcio y el adulterio, beneficioso para el marido. También estableció la censura creando una Dirección General de Imprenta y de censores imperiales, aumentó la dureza del código penal, mantuvo la pena de muerte y restableció los castigos corporales. Además prohibió la libre asociación y los sindicatos.
En realidad, los franceses acogieron a Napoleón con el mismo ardor con el que deseaban alejarse de la década de anarquía, desgobierno, corrupción y destrucción propiciada por los revolucionarios de 1789.
La ilimitada ambición de Napoleón le llevó a hacerse coronar como emperador emulando a Carlomagno. La pintura que reproducimos junto a estas líneas refleja por sí misma el delirio de grandeza de Bonaparte, rayano ya en el ridículo. Durante la ceremonia, arrancó la corona de las manos del Papa ciñéndosela él mismo. La separación estado-Iglesia no significaba para el emperador no poder decir a la Iglesia lo que tenía que hacer. Por eso, cuando Pío VII se negó a secundar el bloqueo contra Inglaterra, Napoleón invadió el Vaticano y metió en la cárcel al Papa.
Un estado centralista.
Tanto la Revolución de 1789 como Napoleón diseñaron un estado completamente centralista. Algunos de los detractores del 2 de mayo, teniendo en cuenta su adscripción ideológica, seguramente no son conscientes del tipo de estado que propugnaba frente a España tanto la Francia revolucionaria como la napoleónica. Incluso a fecha de hoy, Francia es heredera de aquellos principios, siendo evidente la diferencia a uno y otro lado de la frontera.
Ni el euskera, ni ninguna de las otras lenguas regionales francesas, como el catalán, el bretón o el occitano, disponen de reconocimiento oficial en Francia. De acuerdo con el artículo segundo de la Constitución francesa, "la lengua de la República es el francés". Ni siquiera se tuvo en cuenta en 2006 el intento de añadir una coletilla que por lo menos mencionara el “respeto a las lenguas regionales que forman parte de nuestro patrimonio".
Bajo la premisa de que había que estructurar la nación creando departamentos ajenos a las divisiones políticas e históricas preexistentes, en 1790 se creó el Departamento de Bajos Pirineos, que unía las antiguas provincias vascas con los territorios del Bearn. La consecuencia es que el País Vasco francés, por ejemplo, ni siquiera constituye en Francia una autonomía. Durante la Revolución, en el País Vasco francés fueron recluidos miles de labortanos en campos de concentración. El vascuence era un elemento que dificultaba la difusión de la propaganda revolucionaria y los vascos eran opositores al centralismo revolucionario. Con la publicación de los decretos de 1794 miles de labortanos fueron deportados. En 1789, en Francia se hablaban 45 lenguas.
Euskal Herria Oui.
El conglomerado nacionalista se presenta en Navarra bajo las siglas Nafarroa Bai. Tanto en la CAV como en Francia, por el contrario, el conglomerado se denomina Euskal Herria Bai. En el caso francés, que incluye a Batasuna, sus resultados electorales más recientes son un 13,05% en las elecciones legislativas de 2007 y un 13,75% de los votos en las elecciones cantonales (2008). Los resultados de las legislativas corresponden tan sólo a los resultados del País Vasco francés, los resultados caen a la mitad al ser diluidos en los totales del Departamento de Pirineos Atlánticos. A escala nacional, a diferencia de lo que sucede en España con el nacionalismo vasco, EHbai no existe y su relevancia política es igual a cero.
Administrativamente, el Departamento de Pirineos Atlánticos, del que el País Vasco francés sólo es una parte, a su vez es uno entre un centenar de ellos. Todos ellos con muchas menos competencias que cualquier comunidad autónoma.
Entre la declaración de independencia y la Pepa.
Lo cierto es que Francia ni siquiera ostentaba el monopolio de las ideas liberales. Es innegable la relevancia de los Enciclopedistas, pero en 1812 eran los liberales españoles los rodeados en Cadiz mientras redactaban una Constitución en buena parte inspirada en las mismas ideas de la Revolución. La Declaración de Independencia de los EEUU que data de 13 años antes de la toma de la Bastilla, ya entonces establecía:
Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.
Las bayonetas del ejército napoleónico, discutiblemente se podían considerar como un símbolo de la libertad y el progreso para España, ni siquiera en 1808. Existían más y mejores modelos que Francia ya en esa época. Incluso España tenía su propia alternativa. El propio Orwell, al escribir Rebelión en la granja, no dudo en llamar Napoleón al cerdo que encarna la tiranía.