Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.
Gálatas 5,1
Antes de ponerse uno a redactar, cabe advertir de que versículos bíblicos como el que precede este párrafo serán los que nos inspiren en nuestra perseverancia. Sí, porque todo lo que se va a escribir tiene sentido si uno defiende la libertad, como cristiano.
Recientemente, en una Asamblea General de la ONU (una de las capas más altas del entramado globalista y socialista), la Primera Ministro de Nueva Zelanda, Jacinda Andern (aliada política e ideológica de Pedro Sánchez) dijo que la libertad de expresión debería ser considerada como una amenaza.
Bajo el pretexto de la desinformación y los negacionismos a interpretar como disenso de sus “verdades oficiales”, invocó a trabajar en proyectos estratégicos y posiblemente técnicos para su “regulación”. De hecho, enunció, claramente, que se trataba de “un arma de guerra”.
La censura como bando de guerra
No todas las guerras requieren el empleo de medios militares, armas de fuego y artefactos explosivos. Ni siquiera es necesario hablar de un compromiso bélico de la encriptación y el cifrado de los sistemas de infomación.
Cuando uno trata de acercarse, de manera manifiesta, a la Verdad, suele recibir un tratamiento cada vez más agresivo, intimidatorio y respetuoso. Hablemos, en otros términos, de la llamada dictadura de la corrección política.
Existen muchos mecanismos de censura que de una u otra forma nos desafían a aquellos que libremente queremos decir lo que pensamos, conforme a la Verdad. Puede decirse así que existen dos bandos contrapuestos: la censura y la libre consecución de la Verdad.
No solo se corre el riesgo de acabar entre rejas, como ocurre en los regímenes totalitarios, o de ser multado, como se hace en no pocas “democracias liberales” mediante mecanismos legislativos y normativos de corte “progre”.
Distintos factores de agitación son los que no solo se conforman con un poder político que cumpla sus premisas, sino con ámbitos varios en los que adapten su deontología a todo lo que marque la subversión ideológica revolucionaria.
Puede que así uno pueda ver en peligro su carrera académica, laboral, profesional o científica. Es muy repulsivo, para los enemigos de la libertad, que haya amplios espacios donde la libre discusión es bastante amenazada.
La libertad de expresión, a defenderse con uñas y dientes
La libre consecución de la Verdad, siempre ligada con los fines últimos de explicación tomística, no tiene por qué ser una libertad de perdición per se. Si Dios nos creó en libertad, entonces lo somos con todas las consecuencias.
La libertad ha de interpretarse como ausencia de coacción externa por defecto. No hablamos de algo que requiera de algún artificio normativo, sino de las meras evidencias de un orden natural que, a su vez, innegablemente espontáneo es.
Si se considera como una perdición moral, automática y literalmente, estamos abriendo la puerta a todos aquellos que pretenden asediarnos por hacer un buen uso de nuestras libertades concretas y negativas.
Sin libertad, no podemos alcanzar el Bien, la Belleza y la Verdad, que son los fines últimos. Si libertad, no podemos reprender y reprobar aquello que resulta de una mala conciencia, de un mal uso de la libertad.
Alguien puede decirnos que la libertad puede abrir la puerta al relativismo. Pero si bien uno puede ser libre de sostener posturas relativistas, uno ha de ser consciente de que un panorama de negación absoluta puede acabar encadenando a las personas.
De hecho, la negación es bastante promovida para imponer una “verdad oficial”, para acabar con los distintos componentes de una sociedad orgánica como la familia, la tradición y la religión. Sin duda, contra las fuerzas de la naturaleza.
Una vez hecha esta pequeña reflexión, puede decirse que las palabras de la política neozelandesa son un sellado compromiso para avanzar en la agenda revolucionaria, socialista y satánica. El fin de la Revolución es, entre otros, tener una masa de individuos que no puedan pensar ni expresarse por sí mismos.
Un comentario
Creo que nunca se ha estudiado en profundidad las sentencias a “Muerte Civil” que tanto gustan a los nazionalistos y los auto-denominados “progresistas”