Si no le gusta la monarquía, que no sea por los argumentos de Podemos

La jura de la Constitución de la princesa Leonor ha servido para escenificar cómo de ramplón es el republicanismo podemita. Los principales figurones de Podemos han tratado de establecer una incompatibilidad radical entre feminismo y monarquía, o entre democracia y monarquía, lo que desde luego ha quedado acreditado es que no existe incompatibilidad radical alguna entre republicanismo y chabacanería argumental. Sin duda se puede ser un republicano inteligente y sofisticado, pero no parece ser el caso de ninguno de los voceros de Podemos.

Irene Montero, por ejemplo, trataba de basar su deslegitimación de la monarquía en el feminismo. Todo lo que hace Irene Montero lo interpreta en clave feminista/no feminista. Antes de rascarse la cabeza por la mañana al levantarse de la cama, o al ir a ponerse mantequilla en la tostada, Irene Montero se pregunta si eso es o no es feminista. Al que reduce todo lo que hace en su vida a una disyuntiva ideológica se le suele llamar integrista. O zumbado. No hay una incompatibilidad radical entre integrista y zumbado, de hecho suelen ser fenómenos hermanados.

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Claro, la ministra de Igualdad tiene un problema con Leonor y es que es una princesa que va para reina, así que salvo que Leonor se autoperciba un día de estos como hombre con vagina no parece ser la mejor causa para presentarla como un caso de incompatibilidad con el feminismo. Tampoco termina de encajar el empeño de identificar feminismo con igualitarismo. Si eres igualitarista, defínete como igualitarista y no como feminista. Nadie dice que es masculinista para tratar de decir que es igualitarista. Al distinguir entre igualitarismo y feminismo y definirse como feminista se hace una apuesta por la reivindicación específica de lo femenino, lo cual resulta bastante paradójico en alguien que niega la naturaleza femenina, que pregona los géneros fluidos, que sostiene la idea de que ser mujer u hombre es una cuestión meramente subjetiva de autopercepción, y que cualquiera se puede sentir y autodeterminar mujer lo mismo que hombre.

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Por otro lado, desigualdad incompatible con la monarquía sería que sólo pudieran ser reyes los hombres. Obviamente no existe tal desigualdad. La monarquía comprende lo mismo reyes que reinas. Incluso aunque una monarquía vetara a la mujer de la corona, sería una característica singular de esa monarquía, no un rasgo esencial de la monarquía. No obstante, y precisamente en el caso de España, sí que existe una discriminación respecto a la mujer, y es que la Constitución confiere preferencia al hijo varón sobre la hijas, aunque sean mayores que el varón. Pero para liquidar esta singularidad no hace falta derogar la monarquía, sino sólo esa peculiaridad de la Constitución.

Conforme bajamos en el escalafón, lógicamente desciende también el nivel de argumentación. Así, Angela Rodríguez Pam incide en la incompatibilidad entre democracia y monarquía, como si monarquía fuera sinónimo de dictadura y república de libertad. Como si Holanda fuera una dictadura de vasallos empobrecidos y Venezuela o Cuba regímenes democráticos de prósperos ciudadanos. Obviamente Leonor no se presenta a las elecciones, lo que los españoles eligen no es al rey o la reina concreta sino al sistema monárquico, que una vez aprobado es constitucional y democrático. Como las autonomías, por decir algo. En realidad, no elegir al monarca concreto es más bien un punto a favor de la monarquía, en una sociedad cada vez más huérfana de instituciones apartidistas. Si por otra parte para uno es esencial vivir bajo un sistema republicano, no aprueba una constitución que consagra la monarquía, o propone una reforma constitucional y una consulta para instaurar la república. Si no hace ninguna de las dos cosas porque no tiene mayoría suficiente, entonces es él probablemente el antidemócrata.

Bajando un poco más aún en la jerarquía podemita nos encontramos con Echenique, para quien la naturaleza caduca de la monarquía queda demostrada por la antigüedad y vistosidad de los uniformes de la escolta real. Al parecer, Echenique no ha visto nunca a los coraceros de la guardia republicana francesa. Los guardias del Eliseo son como los de la Guardia Civil, pero más flojos.

 

Como exponente de la actual decadencia del mundo de la “cultura”, una de las actrices del momento se ha viralizado en este debate con otro argumento de altura: la gente de fuera nos mira y no entiende la monarquía. Por lo visto la monarquía es una excepcionalidad española que sorprende mucho a los ingleses, los suecos, los noruegos,  los holandeses, los belgas…

No ha sido un recurso particularmente utilizado, pero obviamente tampoco hay una relación entre monarquía y corrupción, aunque haya reyes corruptos. O sea, hay al menos tantos presidentes de la república corruptos como reyes corruptos, puede que más. En Francia, han sido condenados Chirac y Sarkozy, salvándose Miterrand por los pelos. Lo que suele suceder, y una vez más es un argumento a favor de la monarquía, es que siempre son mucho más conocidos los reyes que los presidentes de la república. Nadie sabe quién es el presidente de la república  en Portugal, en Italia o en Alemania.

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Todo lo anterior pone de relieve de algún modo la bajada del nivel del republicanismo en los últimos tiempos, porque se podría ser republicano sin argumentos tan chuscos.

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