La primera noticia que tuvimos hace unos años cuando nos empezamos a preguntar quién es el Pablo Iglesias ese del que tanto se habla, era que se trataba de un tipo de extrema izquierda que se paseaba por las herriko tabernas siendo recibido en ellas como un amigo, por lo que en vez de agredírsele se le aplaudía. Obviamente para entrar en una herriko taberna como un amigo hay que pensar como los paisanos de la herriko. O sea, que no resultaba demasiado dudosa la ideología del tal Iglesias. Esta figura emergente de la ultraizquierda, que ante los herrikopaisanos daba por hecho la independencia de Euskadi (Navarra incluida) y bromeaba sobre el puesto de embajador en España, señalaba sin embargo que entraba en el local con una bandera de España; eso sí, una bandera republicana. Una vez más la entrada en una herriko con una bandera de España es causa de agresión inmediata. Entonces, ¿por qué se aceptaba de buen talante a un tipo con la bandera republicana?
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Pues por eso mismo. Ellos mismos lo dicen. La tricolor no es la bandera de España, es la bandera republicana. No es la bandera de un país, sino de un tipo de régimen político. Si Podemos odia a España, no le importa destruirla y pacta con todos los enemigos separatistas de España, es porque su bandera no es la española. La bandera de la Primera República era la rojigualda, y sin embargo los republicanos de ultraizquierda no aceptan la rojigualda. Adoptan la bandera republicana porque no es una bandera nacional, sino una bandera ideológica. No es la bandera de todos los españoles, sino la bandera de los españoles izquierdistas. Puesto que es un símbolo de la extrema izquierda y no de España, a los clientes de una herriko taberna no les molesta como lo haría una bandera española; al contrario, les agrada porque es un símbolo de la extrema izquierda.
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Existe otro motivo fundamental para explicar la buena armonía entre podemitas y separatistas, o entre Otegui e Iglesias, para personalizar el ejemplo. Si Iglesias sintiera España como Otegui siente Euskadi, habría conflicto entre ambos. No lo hay porque mientras Otegui es un nacionalista, un nacionalista vasco, Iglesias es un internacionalista. No hay posible conflicto de intereses entre los dos.
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Para un internacionalista, particularmente para uno de extrema izquierda como cualquiera de Podemos, resulta indiferente si España es un estado o se divide en tres. Para un internacionalista de extrema izquierda lo importante es que en esos tres estados haya gobiernos de extrema izquierda. Ellos no dividen el mundo en naciones, sino en ideologías. La idea de partido sustituye a la de patria. Lo que une es la ideología y no la nacionalidad. El extranjero no es el que tiene otro pasaporte, sino el que tiene otras ideas. Por eso la extrema izquierda no quiere poner fronteras a la inmigración, siempre que esos inmigrantes abracen o favorezcan su ideología. Y por eso la extrema izquierda tampoco rechaza las expulsiones forzadas de personas (véase el caso del País Vasco, o de Alsasua) siempre que no sean de su ideología. Para un intolerante y un odiador como lo es un ultraizquierdista la idea de partido es mucho más atractiva que la de patria. En una patria caben personas con distintas ideas, en un partido no.
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La alianza política entre Otegui e Iglesias, o entre Podemos y todos los separatistas, no tropieza por tanto en ningún caso con el problema de que Podemos sea una fuerza política española. Por el contrario, en ausencia de ese obstáculo la alianza política por afinidad ideológica resulta absolutamente natural y carece de toda fricción. En la medida en que el PSOE se mimetiza con Podemos y Pedro Sánchez con Pablo Iglesias, todo lo anterior se puede aplicar también a los socialistas. En el caso de Podemos los acuerdos con Bildu o ERC son una consecuencia natural de su parecido; en el caso del PSOE puede que el parecido sea una consecuencia natural de sus pactos, pero el resultado es poco a poco lo mismo.
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Sin embargo, esa misma alianza resulta impensable entre el separatismo de derechas y la derecha española. Otegui e Iglesias se pueden entender porque Otegui es nacionalista e Iglesias no, pero la derecha española no se puede entender con Urkullu porque la derecha española no es internacionalista, es española, ahí sí hay conflicto y fricción, de hecho incompatibilidad. Por esto mismo la alianza entre la derecha y el nacionalismo es imposible y la alianza entre la izquierda y el nacionalismo no es coyuntural, sino estratégica. Es natural, no tiene obstáculos y sólo mediante esa alianza les es posible a la izquierda y al separatismo llegar democráticamente al gobierno en el estado español. La pregunta en todo caso es si la democracia puede sobrevivir a meter en el poder a los comunistas, los filoetarras y el separatismo golpista catalán. Todo lo que vamos viendo, como por otro lado es lógico, apunta a que no.
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Un comentario
Entiendo que la alianza entre comunistas y nacionalistas de extrema izquierda es viable en una primera fase, dado que ambos tienen un objetivo común destruir el Estado, tal y como lo conocemos. Después, como pasó con la segunda República, las cosas cambiarían. Entonces los comunistas sabían que no podían precipitar el proceso de conversión de la República democrática en una República Popular, antes de que se cumplieran determinadas condiciones. Los comunistas en caso de triunfar cambiarían las normas del gobierno y del Estado. El ejemplo de la URSS o China también vale. El nacionalismo se acababa, el separatismo sería una historia pasada, la derecha expulsada definitivamente de la vida pública, así hasta el partido único.