Un estudio del Gobierno vasco señala que un 33% de los vascos prefiere “no remover el pasado”, ni siquiera para honrar la memoria y dignidad de las víctimas, en aras a preservar la convivencia. No es el único hallazgo llamativo de este estudio. Un 48% de la población vasca reconoce aún hoy que no se siente plenamente libre para hablar de política con todo el mundo, y de entre ellos un 11% afirma que no habla “con casi nadie” de política y el otro 37% que sólo lo hace “con ciertas personas” de su confianza. No sólo eso, el Sociómetro de 2017 fijaba en un 6,2 sobre diez la nota media que otorgaba la ciudadanía vasca a la convivencia entre personas de ideologías diferentes, mientras que en el informe hecho público ahora ha caído la nota ha caído a 6.
➡ Un tercio de los vascos prefiere "no remover el pasado" de ETA para asegurar la convivencia
✍️ @mikelsegoviac https://t.co/511EsaTGx1
— El Independiente (@elindepcom) December 14, 2022
Todo lo anterior resulta muy llamativo a la par que explicativo de la realidad. La memoria histórica debe ser recordada constantemente para tener a Franco siempre presente, pero de la ETA debemos olvidarnos. En aras de la convivencia a las víctimas de ETA, además de matarlas, hay que olvidarlas. Por supuesto debe tratarse de una convivencia basada en el exterminio. O sea, para que haya convivencia hacen falta dos partes que sean capaces de respetarse. Por el contrario, la eliminación y olvido de una parte de la sociedad no es convivencia. Cierto es que cuando sólo queda una de las partes por liquidación de la otra se llega al mismo resultado, que es la falta de conflicto, pero obviamente por un camino muy distinto. Si los nazis hubieran tenido éxito exterminando a todos los judíos habría dejado de tener problemas con ellos, pero sería ridículo llamar convivencia a eso.
X
Muy significativo también resulta que el 48% de los vascos no se atrevan a decir lo que piensan con libertad y que el 37% sólo opinen de política entre personas de su absoluta confianza. De todos modos esto explica bastante bien el éxito del nacionalismo. Pongamos que en una sociedad hay un tercio de nacionalistas, un tercio de no nacionalistas y un tercio de personas que serán lo que les cree menos problemas. Usar la violencia y la intimidación funciona a los nacionalistas porque pasan de ser un tercio a ser dos tercios de la población, en la medida de que el tercio de los que no quieren problemas pasan a abrazar el discurso que les permite vivir en paz sin que nadie les cause problemas. Al final la gente que abraza un discurso por evitarse problemas se lo acaba creyendo, porque es más fácil asumir que en el fondo se es un nacionalista a que se es un cobarde. Sea como sea la segunda generación ya empieza a ser una auténtica conversa. O empiezas a crear problemas también tú o te quedas relegado a una minoría de gente buenísima, pero que ha sido minorizada y tiene temor a hablar. Que los vascos pierdan el miedo y el nacionalismo comience a retroceder es lo mismo. Lo que no está claro es si será primero la gallina o el huevo.
X
Un comentario
Efectivamente esto se ve y se nota en la sociedad vasca, más en las poblaciones pequeñas que grandes. En las primeras, intuyo que el porcentaje de «mudos» es más alarmante. Aunque no sirve de consuelo, en el resto de España, está ocurriendo lo mismo desde el año 2014. En estos casos es la izquierda radical quien reparte carnés de «buen ciudadano», los discrepantes que se atengan a las consecuencias. En mi experiencia personal esto no pasaba hasta la aparición de Podemos.