Los ultras que contaminan el fútbol se empeñan en las últimas fechas en convertirse en una fuente permanente de entretenimiento. Mientras que día sí, día no, los Indar Gorri se empeñan en que hablemos de ellos por méritos propios, ahora son los ultras del Barcelona los que los convierten en protagonistas al atacar el Ezpala, el bar de la calle San Juan Bosco al que suelen acudir los Indar Gorri en busca de confraternización abertzale y esparcimiento.
Iruñeko Ezpala Tabernak eraso faxista bat pairatu du gaur.
Langile zein herritar zaurituei elkartasun osoa.
Faxisten inpunitatearen aurrean Euskal Herria Antifaxista!! pic.twitter.com/PKk2dNAM91
— Sortu Iruñea (@SortuIrunea) November 8, 2022
Boixos Nois en Pamplona. pic.twitter.com/9vqlRdduma
— FootballDoNorte (@football_norte) November 8, 2022
Respecto a este ataque resulta interesante comprobar cómo unos mismos hechos resultan o no condenables y reciben o no una sería de calificaciones según la ideología del grupo que los lleve a cabo. Como si la violencia practicada por unos fuera admisible y la de otros condenable por sus colores. Como si lo malo no fuera la violencia, el odio y la intolerancia sino el sentido de ese odio, esa intolerancia y esa violencia.
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Por otro lado, una vez más salta a la vista que a toda esta gente en realidad lo que le gusta no es el fútbol sino la violencia callejera. El fútbol o la ideología es sólo su excusa, la violencia su forma de vida y de cultivar su autoestima. Usan a los clubes para fortalecer su grupo y no dudan en perjudicar a los clubes para beneficiarse de ellos. Es lo que hacen de hecho.
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Precisamente por ello este tipo de gente debe ser erradicada del deporte. Es cuestión de tiempo que haya un disgusto, otro más, por culpa de todo este tipo de grupos. La proliferación de noticias en torno a estos grupos en los últimos tiempos, por lo demás, sugiere algo hay en que los clubes deportivos, por lo que nos toca a nosotros el Osasuna, se están equivocando. Entre el deporte y los ultras urge una orden de alejamiento.
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