La herencia de Sánchez, no en sentido figurado

Uno de los asuntos del verano, aunque coleaba desde hace años, ha sido el de las saunas del suegro de Pedro Sánchez, el padre de Begoña Gómez. Decir saunas sería un eufemismo para no hablar de prostíbulos de prostitución homosexual masculina. Aunque el padre de Begoña Gómez falleció el año pasado, el régimen de Sánchez y su mujer es de separación de bienes. No obstante, ¿es Pedro Sánchez partícipe a título lucrativo de la herencia de su mujer? ¿Cómo puede no serlo? ¿Es cierto que disfrutó por ejemplo de un piso comprado por su suegro y pagado con dinero de la prostitución? ¿Puede el presidente erigirse en paladín de la lucha contra la prostitución mientras su mujer hereda una pequeña fortuna fruto de la prostitución?

Incluso asumiendo que todo el negocio de las saunas fuera legal en el terreno civil, fiscal o penal, salta a la vista la notoria contradicción. Para convertirse en el gran luchador contra la corrupción, ¿no debería la familia Sánchez renunciar a la herencia de Sabiniano Gómez? ¿O en qué momento la familia presidencial se ha vuelto perseguidora absoluta de la prostitución, en el momento de ya no poderse lucrar más de ella y ni un minuto antes? ¿Qué clase de legitimidad, ejemplaridad y coherencia pueden mostrar entonces los Sánchez?

Tenemos por otro lado el espinoso debate del propio hecho de la herencia. No hay medio significativo de la izquierda que no dependa de Sánchez porque, más allá de algún breve amago, no hay medio significativo de la izquierda crítico con Sánchez o que se desmarque de Sánchez. Por tanto, si los medios de la izquierda generan un debate sobre la herencia es que al PSOE le interesa un debate sobre la herencia. En ese debate, lo que se nos dice es que la herencia es la base primordial de la desigualdad, que la herencia perpetúa la desigualdad, y que para conseguir el mundo igualitario que anhela la izquierda es absolutamente imprescindible acabar con la herencia, expropiar a los herederos y crear un bote general para financiar una herencia igualitaria y universal.

Pedro Sánchez y su mujer tienen por tanto ya un doble motivo para renunciar a la herencia de don Sabiniano: tener legitimidad para poder perseguir una actividad de la que ellos se han beneficiado y tener credibilidad para no desentonar en ese debate de la izquierda sobre abolir la sucesión particular e implantar una herencia universal.

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