“Feliz” semana electoral para la izquierda europea

Europa gira, todavía más, a la derecha. Este es el satisfactorio titular del diario El País ante los últimos resultados electorales de este fin de semana en Polonia, Portugal y Rumanía. Los datos del mapa resultan significativos. Una oleada de derechismo recorre Europa. El pendulazo ha llegado. La fuerza del giro es directamente proporcional al hartazgo con las imposiciones woke y el fracaso de las políticas progresistas.

La primera vuelta en en las enrarecidas elecciones de Rumanía auguraba la victoria de Nicusor Dan frente a George Simion, como así ha sucedido. Como cabía prever, todo el electorado que no quería a Simion se ha volcado con Dan. El problema es que Simion, el equivalente rumano a Abascal, ha obtenido (con unas intromisiones salvajes) casi el 47% de los votos y que Dan es el equivalente a Albert Rivera. La izquierda por tanto ni competía en esta elección en segunda vuelta. Su apoyo electoral no le daba para llegar.

En Portugal, la derecha arrasa con el 61% de los votos llegando Chega, el equivalente a VOX, a empatar como segunda fuerza con los socialistas obteniendo el mismo número de diputados. En realidad es probable que Chega quede por delante tras computar el voto por correo.

En Polonia, en la primera vuelta de las presidenciales, la historia se repite, la derecha alcanza el 77% de los votos y los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta casi empatados son, para entendernos, el del PP y el de VOX.

El mapa que nos regala El País, por lo demás, muestra una mayoría derechista del 58% en Alemania o del 65% en Francia. Claro está que para considerar estos porcentajes tenemos que considerar derechista por ejemplo a Macron.

Por lo que se refiere a España, El País hace una pequeña trampa rebajando al 48% la suma de las derechas y abonando la idea, falsamente aireada por Sánchez desde el inicio de sus legislaturas, de que le apoya para gobernar una “mayoría de progreso”. No es la verdad. Los partidos de derechas superan a la izquierda tanto en porcentaje de votos (48,8% frente a 47,8%) como en diputados (184 frente a 166). Para construir su mayoría Frankenstein, Sánchez necesita permanentemente los votos “derechistas” del PNV y de Junts. Por eso Sánchez apenas puede ya aprobar ninguna ley en el Parlamento y para hacerlo tiene que entregar todo tipo de contraprestaciones específicas a PNV y Junts, sean amnistías, palacios, condonaciones o exclusiones en el reparto de menas. No existe en España una mayoría social de progreso. Sin el apoyo de la derecha nacionalista, Sánchez no podría mantener el poder.

Por otro lado, seguramente el retrato sociológico de España ya no sería el mismo que en 2023. El voto a la derecha avanza lento pero implacable. Es imposible que el voto a la derecha retroceda mientras no se desmantelen las políticas woke que están provocando ese avance como efecto rechazo. La derecha retrocederá, si acaso, cuando llegue al poder y sea una época aplicando sus políticas la que genere rechazo. Ese período puede ser largo dependiendo el desastre que deje en herencia la izquierda y su recuerdo.

A la desesperada, la izquierda intenta por un lado mantener viva la doctrina del cordón sanitario, en virtud de la cual cancelar a casi la mitad del voto de la derecha. Si consigues convencer a la mitad de la derecha de que renuncie a la otra mitad de votos de la derecha, la derecha nunca puede gobernar sin el apoyo de la izquierda. Por tanto la derecha nunca puede deshacer las políticas de la izquierda. El cordón sanitario está fallando sin embargo a ojos vistas, porque si la gente ve que no sirve de nada votar a la derecha popular, desplaza su voto a los partidos patrióticos, o como los queramos llamar. Aquí es donde ya estamos viendo incluso una quiebra democrática, elecciones anuladas, candidatos cancelados y partidos amenazados de ilegalización. Ya se niegan a aceptar y revisan los resultados que no les gustan hasta en las votaciones de Eurovisión. Por lo demás no hace falta ninguna manipulación del voto para entender el resultado de Israel. Si politizas el festival, movilizas hacia Israel el voto pro-Israel o anti-Hamás. En cambio, el voto anti Israel no se moviliza hacia ningún candidato concreto y se dispersa, porque no existe una manera de concentrar el voto anti-Israel. El pro israelí vota a Israel, al anti Israel le da igual votar a Malta que a Portugal.

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