El gobierno puede usar el cine para adoctrinar a los niños en los colegios

Entre la vorágine diaria de escándalos gubernamentales, y mientras nos distraen con los Lamborghinis, ha pasado bastante desapercibida una noticia que no obstante debiera preocuparnos un poco, a fin de cuentas no se trata más que del adoctrinamiento salvaje de los menores en el colegio por parte de los sanchistas. Que los niños salgan del colegio sabiendo sumar es mucho menos importante a que salgan sabiendo a quién deben votar. Es más, para votar a según quién mejor si no saben sumar y restar.

Nos encontramos ante una de esas iniciativas que bajo un envoltorio atractivo esconde lo que puede ser un auténtico programa de adoctrinamiento político ya desde las más tempranas edades, no optativo y desde los propios colegios. ¿Qué películas verán los niños? ¿Quién las elegirá? ¿Qué criterios seguirá? ¿Será quién las elija el Ministerio de Igualdad? ¿Será posible evitar en esa selección el claro sesgo político que presenta el cine español o el séptimo arte actual en general? Todas las películas archipolitizadas, subvencionadas y soporíferas que los adultos españoles rechazan ver voluntariamente en las salas, ¿se las enchufarán a los niños para adoctrinarlos de forma obligada?

El ministro Urtasun esgrime como coartada el programa «École et Cinéma» implementado en Francia en 1994 en la escuela elemental (de seis a nueve años) y ampliado en 2022 a la escuela maternal (entre cinco y seis). Efectivamente, Francia debe ser tomada por España como un referente en casi todos los terrenos, pero para hacer exactamente lo contrario de todo lo que ha hecho en las últimas décadas.

La obsesión de la izquierda por financiar al mundo del cine es un círculo vicioso que garantiza la politización. Te financio porque predicas mis mantras y predico tus mantras porque me financias. Un extremo del asunto, para los cineastas españoles, es negocio, y el otro extremo, para los políticos, es adoctrinamiento pagado con el dinero de todos. Lamentablemente no se trata de un problema solamente español, lo que multiplica su gravedad. Nos encontramos ante una ofensiva woke global que, encabezada por Disney, tiene en el público infantil un objetivo fundamental. No parece inocente la relación entre la obsesión por el adoctrinamiento de los menores con la pretensión de rebajar la edad de voto. Parece que a los menores hay que ponerlos a salvo de ciertas influencias salvo de ciertas influencias a las que hay que exponerlos todo lo posible. ¿Y quién decide cuáles son las influencias de las que hay que ponerlos a salvo y cuáles a las que hay que exponerlos? Naturalmente el gobierno, que suele considerar a los padres como la primera influencia de la que hay que poner completamente a salvo a los niños.

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