El comité de alcantarilleros

En España tenemos quizá sobrevalorada la corrupción. Naturalmente no es que la corrupción esté bien, ni mucho menos, sino que hay muchas cosas peores aún que la corrupción. Solemos pensar que lo peor que se puede decir de un político es que sea corrupto, pero ni de lejos un político que sólo roba dinero es lo peor ni más peligroso que le puede suceder a un país. En este sentido, como a continuación veremos, lo menos malo y pernicioso de todo lo que podría haber hecho el PSOE durante los últimos años sería robar.

Consideremos por ejemplo el caso de los ERE de Andalucía. Se nos dijo que aquello no era corrupción, que era mejor que la corrupción, y que en realidad casi no era ni delito (como la malversación de los golpistas catalanes), porque coger de la caja el dinero público para lucrar irregularmente a otros no era como cogerlo para uno mismo y comprarse un yate. El argumento es ridículo, pero caló no obstante entre cierta parte de la opinión pública afín al PSOE. Para una democracia, por el contrario, es menos peligroso que un político robe dinero público para comprarse un yate a que lo robe para comprar votos. Robar siempre está mal, pero de cara al deterioro del sistema y a la perversión de la democracia es mucho más grave, y no menos como se nos ha vendido, usar el dinero para generar adhesiones electorales que para comprarse un piso, aunque se nos intente convencer de que usar el dinero público para comprar el poder no es lucrarse. Por el contrario, es la peor, más grave y más peligrosa forma de lucrarse.

Mucho más grave que usar el cargo o los recursos del estado para robar es asimismo usarlos para atacar a los policías, los guardias civiles, los fiscales o los jueces que investigan la corrupción del partido. No es que sea más grave, es que además de robar es pervertir y corromper el sistema.

Todas las prácticas mafiosas que se están revelando estos últimos tiempos alrededor del PSOE son cuestiones por tanto de la mayor gravedad, que empequeñecen el delito de robar. No sólo se trata de corrupción sino de usar los recursos del estado para, además de robar, destruir a las fuerzas policiales o judiciales encargadas de perseguir la corrupción, a fin de garantizar la impunidad penal y electoral.

¿Quién está detrás de Leire Diez y todo su comité de alcantarilleros? La respuesta es sencilla. ¿Quién sería el beneficiario de las maniobras de Leire y sus fontaneros? Pues ese es el que está detrás de Leire y sus compañeros.

Otra pregunta relevante para llegar al final del hilo es cómo tiene Leire Díez ese poder si precisamente no hay ningún cargo en el partido o en el gobierno que lo explique. El gobierno trata de desvincularse de las actividades mafiosas de Leire Díez y su comité asegurando que, como Koldo García, no tiene cargos en el gobierno o en el PSOE, pero ahí está precisamente lo sospechoso. Es justo por no tener un cargo que justifique sus contactos, sus promesas o sus ofertas, que su actividad, como la de Koldo García, o en su día la de Amedo, sólo puede explicarse por disponer de un hilo directo con la cúpula del gobierno.

Para ilustrar la gravedad de la situación, para este gobierno el problema no es la corrupción, sino cómo desacreditar a los policías o los jueces que investigan la corrupción. Que haya corruptos en el poder es terrible, pero es el nivel más localizado de un cáncer. El cáncer es mucho más peligroso cuando ya no es que haya corruptos, sino que los perseguidos en vez de los corruptos sean los policías, fiscales, jueces o periodistas que denuncian la corrupción. El avance y peligrosidad del cáncer es entonces mucho mayor.

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