Puede gustar más o puede gustar menos, pero Trump ganó democráticamente las elecciones. Trump ganó además esas elecciones, a diferencia de otros, proponiendo hacer lo que ahora está haciendo. El mandato democrático para hacerlo, por tanto, resulta inequívoco. Nos encontramos además en los primeros meses todavía de su legislatura, con lo que ese mandato y su apoyo se encuentran frescos y apenas recién estrenados.
Lo que plantea la izquierda con las violentas revueltas que están teniendo lugar en Los Angeles contra la política de deportaciones de Trump es que la única política tolerable respecto a la inmigración es la que defiende la izquierda. No es posible ni aceptable otra política sobre inmigración. Es legítima la violencia contra el que sostenga una política de inmigración alternativa a la que sostiene la izquierda o que matice o no abrace plenamente lo que establece la izquierda. La violencia desatada estos días por gran número de inmigrantes, por otro lado, ¿no corrobora precisamente la existencia de un problema con estos inmigrantes? La izquierda en los Estados Unidos, como fuera de los Estados Unidos, es pacífica y democrática sólo mientras la gente vote a la izquierda y mientras lo que se hace sea lo que dice la izquierda que hay que hacer. En cuanto no gana la izquierda o se empieza a poner en marcha una política alternativa las calles empiezan a arder. Esta vez el detonante es la política de inmigración, pero podría haber sido cualquier otra cuestión, desde la ideología de género y el aborto hasta el conflicto entre Gaza e Israel. No hay ningún ámbito en el que la izquierda tolere la discrepancia. No habría ninguna revuelta violenta que no justificara la izquierda.
Desde luego tenemos el antecedente de la anterior legislatura de Trump y de la inenarrable oleada de violencia que se desencadenó a raíz de la muerte de un negro detenido. El problema es que aquella muerte fue sólo una excusa. Antes y después de aquella muerte ha habido muchas otras, de otros negros detenidos y de otras personas de otras razas en los EEUU. ¿Por qué cuando un detenido moría con Biden en la Casa Blanca ya no hubo revueltas? La muerte de George Floyd era sólo un pretexto. De lo que se trataba es de desatar una ola de violencia porque no gobernaba la izquierda. El mensaje es claro: vota a la izquierda o arderán las calles. Vota a la izquierda o tendrás guerra. Si no votas a la izquierda, atente a las consecuencias. Y después nos dicen que la gran amenaza a la democracia es la extrema derecha. Que no es que no haya grupúsculos de extrema derecha, aunque no queden cuatro neonazis en el mundo, sino que la gran amenaza hoy en día para la democracia sin duda por su poder es la izquierda.
La gran pregunta es ahora si la violencia a la que estamos asistiendo en Los Angeles va a ser puntual y un foco localizado o si se va a generalizar por todo el país, como sucedió en el mandato anterior. ¿Hay derecho a que Trump tenga que abrazar el ideario woke y renunciar a su programa, el que la mayoría votó, o que por el contrario arda de costa a costa el país? ¿En qué consistiría sino en lo que estamos viendo que la izquierda no aceptara pacíficamente el resultado de las urnas? ¿Es una democracia real aquella en la que una de las partes no acepta el resultado de las urnas y acude a la violencia? ¿Cuál es el precio que tendría que pagar Trump por recuperar la paz, renunciar a su programa electoral?
Conviene contemplar con interés lo que sucede en los Estados Unidos porque no es algo distinto de lo que sucede aquí. ¿Qué cabría esperar en España el día que cayera el sanchismo? Algunos piensan que el PSOE volvería mágicamente y de inmediato a una mítica posición de centralidad y moderación. ¿No sería más bien todo lo contrario? ¿No se volverían a echarse al monte todos sus socios en cuanto dejaran de recibir sus pagos? ¿Cuánto tardaría la extrema izquierda en volver al “Rodea el Congreso”? Si además a la izquierda en los Estados Unidos le va bien usar la violencia contra Trump, ¿qué incentivo tendría la izquierda en España para no usar la violencia contra Abascal o Feijóo?
