Ha muerto Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, el Papa emérito. Sin duda son muchas las cosas que podrían decirse sobre él porque Benedicto XVI fue un intelectual, un pensador, un escritor, y además bastante prolífico. Lo habitual en este tipo de circunstancias es recopilar una serie de frases, con el peligro de que se ofrezca una visión parcial y sesgada de lo que Ratzinger quiso decir en cada momento de una forma extensa, sistemática, concienzuda, teutónica y por supuesto cristiana. Sería fácil tomar unas cuantas frases de Benedicto XVI, siendo Papa o antes de serlo, rechazando el socialismo, el marxismo o la ideología de género. Pero no mucho más difícil sería recopilar otra serie de frases rechazando también la codicia, la depredación o la desigualdad. Porque, oh sorpresa, ningún Papa predica estrictamente el socialismo o el capitalismo sino el cristianismo. Y el cristianismo tiene mucho que decir sobre el socialismo o el capitalismo ya que no se identifica plenamente con ninguno. Lo cual tampoco quiere decir que el cristianismo predique la equidistancia o el relativismo, que probablemente es lo que más odioso de todo le resultaba al Papa Benedicto, sino que pertenece a otra esfera. La perspectiva cristiana va más bien de, al decidir tal o cual forma de gobierno, o tal o cual programa político, pensar en qué va a ser mejor para la gente y observar los resultados. La Iglesia no tiene tanto recetas económicas o políticas como recetas morales, aunque naturalmente no hay una pared entre ambos libros de recetas. Por el contrario, hay un espacio en el que necesariamente se mezclan.
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Benedicto XVI, en un discurso ante el Parlamento Alemán, citó por ejemplo a San Agustín recordando que “si prescindes de la justicia, ¿qué distinguirá al estado de un grupo de bandidos?”, añadiendo que los alemanes habían tenido una cierta experiencia con ese problema cuando el poder se separó de la justicia. Porque efectivamente una distinción siempre actual en todos los países es que una cosa es el poder y otra la justicia. Y el poder puede ser injusto y cometer atropellos aunque sea democrático, y una vez más los alemanes saben algo de eso, pero en realidad en algún grado todos en todos los países sabemos algo de eso.
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Por eso en ese mismo discurso el Papa recordó que Dios le ofreció al rey Salomón pedirle un deseo y que el sabio rey Salomón, en vez de pedir éxito, riqueza, larga vida o la aniquilación de sus enemigos, pidió saber juzgar y distinguir entre el bien y el mal para poder gobernar con justicia. La concreción de cómo hacer eso es complicada y en realidad, si atendemos al ejemplo puesto por Benedicto XVI, casi un don especial de Dios. No hay ningún sistema político en el que sea imposible el mal. Si buscamos algo así nunca lo encontraremos. Por eso el cristianismo no es un sistema político. Por eso no hay sistemas políticos que no tengan defectos, que no sean mejorables, en los que no sea posible hacer el mal y tan intachables que la Iglesia no tenga nada al respecto que decir. Esto tampoco quiere decir que sean todos iguales. Que son todos imperfectos sí, que son todos iguales y que por tanto lo mismo da una cosa que otra no, y que nada se puede mejorar porque el resultado siempre será imperfecto tampoco. La cuestión es tan obvia y a la vez tan sutil que Dios no le dio a Salomón una constitución o un recetario político, sino sabiduría y bondad para tratar de distinguir en cada decisión lo bueno de lo malo y lo justo de lo injusto. Nadie dijo que eso fuera fácil, acabando por Ratzinger y empezando por Salomón.
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De todos los datos biográficos de Benedicto XVI, sin embargo, seguramente el más llamativo es el de su renuncia. Es decir, no ha sido el único Papa que ha renunciado en la historia pero ha sido el único que ha renunciado en los últimos 598 años, y acaso el único en hacerlo sin situaciones excepcionales de por medio. Sin duda eso marca su papado y dice bastante de su persona. Si el mensaje y el ejemplo de Juan Pablo II fue el de llevar la Cruz hasta el extremo, el de Benedicto XVI ha sido el de aceptar honesta y humildemente el punto en el que uno cree que ya no puede aportar más que su sucesor en su puesto y en su misión. Y aún decían algunos de Ratzinger al ser elegido que si era un hombre ambicioso y soberbio. Obviamente los ejemplos de Juan Pablo II y Benedicto XVI son complementarios y una evidencia de que para elegir el camino a seguir a veces hace falta una cierta iluminación, no un guion. Curiosamente podía haberse dado el supuesto de que nos hubiéramos encontrado con tres Papas al mismo tiempo si Francisco también hubiera renunciado, al punto que el propio Papa Francisco, sobre esta posibilidad, señaló que en todo caso él pasaría a ser obispo de Roma emérito para que no hubiera dos Papas eméritos junto a un Papa en ejercicio.
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Merece la pena para concluir recordar el último tuit publicado en la cuenta de Benedicto XVI: “El Señor gana al final”. Es una frase llena de fuerza y esperanza, rotunda, redonda, concluyente, tatuable y perfecta. Durante la vida pensar solo que la tierra te será leve te será de leve ayuda, no como pensar que realmente el Bien al final prevalece porque eso depende de Dios. Para qué decir más.
The Lord wins in the end.
— Benedict XVI— Pope Benedict XVI (@P_BenedictXVI) December 31, 2022
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