8M, la celebración del destrozamiento de la mujer

Las celebraciones del 8M llevan cuatro años nefastos consecutivos. En 2020 toda España quedó desprotegida frente al COVÏD porque pesó más la celebración del 8M que la contención de la pandemia. El resultado fue que durante la primera oleada de contagios España se convirtió en el país con más muertos por habitantes del mundo. Un desastre mayúsculo del que a este gobierno apenas se le han exigido responsabilidades políticas, no digamos jurídicas. La primera contagiada en las concentraciones del 8M, por cierto, fue la ministra Montero, ejemplificando en primera persona junto con Carolina Darias y Carmen Calvo (que llegó a estar hospitalizada) la peligrosidad de la celebración del evento.

En 2021 e incluso 2022 las celebraciones del 8M quedaron todavía marcadas por la pandemia y la estela de las restricciones asociadas a los actos de masas, por lo que el 8M necesariamente ha quedado casi más asociado en el imaginario colectivo en los últimos tiempos a la idea de plaga y epidemia que a la de feminismo. En 2023 se recupera la normalidad de cara a la celebración del día, pero todo lo demás en el 8M de este año es si cabe todavía más anormal que hace 3 años.

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A la celebración de hoy se llega justo el día después de que se haya tenido que aprobar, con el concurso del PSOE y el PP así como la abstención de VOX, una modificación de “urgencia” de la estrepitosa ley del “sólo sí es sí”, cuyo lamentable resultado es haber reducido la pena y excarcelado a cientos de agresores sexuales de mujeres y niños, como bien recordaba ayer la diputada canaria Ana Oramas, que llegó a pedir perdón por haber votado en su momento a favor de la ley.

El caso de Oramas resulta bastante inusitado, aunque rectificar y pedir perdón por haber apoyado una ley que ha provocado resultados funestos debería ser lo normal. El PSOE no ha pedido perdón, pero ha cedido al menos a la presión de la realidad. Lo ha hecho meses y cientos de agresores sexuales beneficiados después de la aprobación, pero es que partidos como Podemos, ERC o Bildu todavía ayer votaron en contra de la reforma de la ley. Estos soberbios partidos que hoy se presentarán como los mayores defensores de la mujer son los que, antes de reconocer un error, han preferido arrojar contra las mujeres españolas, sacándolos anticipadamente de las cárceles, una manada de cientos de agresores sexuales de la mayor peligrosidad. De lo que vaya haciendo en las calles toda esa supermanada beneficiada por las rebajas penales, suya será la responsabilidad. ¿Y quién ha tenido que venir a parar la hemorragia y a salvar a las mujeres de las futuras supermanadas de beneficiados por la ley? La derecha, otra vez. Porque fueron los partidos de derechas los que se opusieron a esta ley y advirtieron de sus peligros y son los partidos de derechas los que permiten ahora su corrección, al menos parcial en el asunto mas sangrante de la ley. Si el 8M de los años anteriores fue el de la plaga, el 8M de 2023 será el de la legión de agresores sexuales beneficiados por los feministas de cartón.

El feminismo de cartón piedra entre las fuerzas de “progreso” tiene una larga trayectoria a la que merece la pena referirse brevemente, ya que la izquierda insiste en tratar de monopolizar los avances históricos de los derechos de las mujeres cuando más bien ha sido siempre su obstáculo. En 1931, cuando se aprobó el voto femenino, el PSOE se fragmentó y acordó que un cuarto de sus diputados (empezando por su líder, Indalecio Prieto) no participaran en la votación para evitar su NO al derecho a voto de la mujer, un derecho que en cambio fue generalmente apoyado por la derecha y que suscitaba mayor rechazo cuanto más se situara un partido a la izquierda. En el Congreso de 1931, de hecho, habían sido elegidas 3 diputadas. La que defendió el voto femenino fue la que no era de izquierdas, Clara Campoamor. Margarita Nelken (PSOE) y Victoria Kent (Partido Radical Socialista) se expresaron en cambio radicalmente en contra de conceder en la república el derecho a voto a la mujer. La excusa era que las mujeres parecían en aquella época más conservadoras que los hombres y su voto podía favorecer a la derecha. O sea, que a su condición de machista la izquierda sumó su condición de antidemócrata. Lo cierto sin embargo es que tras aprobarse el voto femenino el resultado de dejar votar a las mujeres en las primeras elecciones siguientes fue que efectivamente en 1933 ganó la derecha, y que el PSOE y el PCE dieron un golpe de estado en 1934 contra ese gobierno salido de unas elecciones en las que por primera vez había podido votar la mujer.

Volviendo al presente la muerte de la mujer, por lo menos la muerte civil, es el otro gran logro de la izquierda este 8M junto con el escándalo de los beneficios generalizados a los agresores sexuales. O sea, en el momento en que cualquiera puede autopercibirse mujer e inscribirse en el Registro Civil como mujer, convirtiendo el hecho de ser mujer en pura subjetividad y en una mera anotación contable revisable, ser mujer pasa a ser cualquier cosa, o sea nada. No cualquiera puede ser español o francés, no cualquiera puede ser mayor de edad, registrador de la propiedad o piloto por autopercibirse mayor de edad, registrador de la propiedad o piloto, pero en cambio cualquiera puede ser mujer por autopercibirse mujer. La falta de requisitos objetivos para ser mujer convierte la categoría mujer en una condición vacía de contenido. Y al vaciamiento de contenido de la categoría “mujer” todavía tienen los higadillos de llamarlo feminismo. Fruto de ese vaciamiento es que un violador que se autoperciba mujer pueda ir a cumplir pena a una cárcel de mujeres, que un mirón que se autoperciba mujer pueda entrar a cambiarse en el vestuario de mujeres, o que un hombre que se autoperciba mujer pueda competir deportivamente con las mujeres en superioridad de condiciones. Otro efecto llamativo del vaciamiento de contenido de la idea de mujer es que, por un lado, se impongan unas cuotas para garantizar la presencia de la mujer en diversos ámbitos, pero por otro cualquiera pueda beneficiarse de esas cuotas o saltárselas declarando que se autopercibe percebe.

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La limitada idea de ser mujer de la izquierda socialpodemita resulta sospechosamente parecida a ser hombre. La igualdad entre hombres y mujeres no puede consistir en borrar las diferencias entre el hombre y la mujer convirtiendo a la mujer en algo indistinguible del hombre. Hacer eso es precisamente acabar con la mujer en vez de defenderla o reivindicarla. Defender a la mujer no puede ser lo mismo que convertir a las mujeres en hombres o en una categoría vacía de contenido. Acabar con la mujer no puede ser lo mismo que defender a la mujer y feminismo no puede ser salir a la calle a celebrar el fin de la mujer. Feliz 8M y que viva la mujer.

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