Todos sabíamos que el PSOE se encuentra sometido a los nacionalistas vascos por un lado y a los partidos sediciosos de Cataluña por otro, pero por si acaso la Moncloa se propuso ayer hacer algo que disipara cualquier duda al respecto.
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La secuencia de los hechos fue la siguiente. Primero, tras declarar Torra que sólo se reuniría con Pedro Sánchez para hablar de amnistía e independencia, la vicepresidenta Carmen Calvo deja en el aire que fuera a haber reunión alguna.
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A continuación, nada más empezar a manifestarse el enfado nacionalista, Moncloa suaviza la postura expresada por Calvo y dice que sí habrá reunión con el presidente de la Generalidad, pero después de las elecciones catalanas:
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Insatisfecha aún con esta matización, ERC llama a Sánchez, Rufián acude a Moncloa, amenaza a Sánchez con tumbarle los Presupuestos si no rectifica e inmediatamente el PSOE se come todo lo dicho anteriormente para anunciar que habrá reunión con Torra en la mesa de diálogo y que la reunión será antes de las elecciones catalanas.
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Si el PSOE hubiera querido probar más allá de toda duda razonable su absoluto sometimiento a los separatistas catalanes no podría haberlo hecho mejor de otro modo, ni desde luego de manera más contundente. Lo que a primera hora parecía un golpe en la mesa para marcar terreno y hacer una demostración de fuerza, al final del día era un completo ridículo y un alarde de debilidad que, dramáticamente para todos los españoles, no es sino un fiel reflejo de la cruda realidad.
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