En plena pandemia coronavírica las calles de los EEUU arden en medio de lo que aparentemente es una revuelta racial, provocada por la muerte de un negro detenido por la policía. La muerte de George Floyd habría sido la gota destinada a colmar el vaso de la indignación popular alimentada por el coronavirus, la crisis económica y el general descontento con Trump. Nos dicen que a Trump se le muere la gente en los hospitales o se le agolpa en la puerta de la Casa Blanca tratando de quemarla con él dentro. Los medios progresistas de todo el mundo no pueden ocultar su satisfacción.
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Sin embargo, en todo el rompecabezas anterior hay una serie de piezas que no encajan en absoluto. Matan a un negro en Minneapolis y tan pronto arde en represalia una iglesia en Washington como se asalta una tienda de Apple en Seatle. ¿Por amor a la libertad? ¿Luchando contra la discrimación racial? En realidad sólo una chusma radical adornando sus ganas de quemar una iglesia o robar un iPhone. ¿Pero cómo, quién y para qué se ha creado el caldo de cultivo que propicia esta situación?
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Desde luego hay problemas sociales en los EEUU y una causa justa para protestar por la muerte de Geroge Floyd, pero el policía que provocó su muerte ya ha sido expulsado del cuerpo, encarcelado y acusado de cargos que podrían costarle 25 años de cárcel. ¿Para qué hace falta entonces asaltar y quemar los comercios o rodear la Casa Blanca?
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Por otro lado, que la policía estadounidense mate a un negro no es un hecho precisamente novedoso. Si nos retrotraemos a 2016, por ejemplo, el último año de Obama, nos encontramos con que 266 negros fueron muertos por la policía. Pero lo que aún es más interesante: ese año 574 blancos fueron abatidos por la policía.
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Lógicamente habría que tener en cuenta la proporción de blancos y negros sobre el conjunto de la población, aunque la raza a la que policía estadounidense dispara menos claramente no es la blanca, sino la asiática. Si los niveles de delincuencia entre los negros son mayores que entre los asiáticos o los blancos, tampoco puede extrañar demasiado que el porcentaje de negros muertos a manos de la policía sea mayor que el de asiáticos o el de blancos, así como el consiguiente porcentaje de errores o excesos. Hablamos sin embargo de muertes que en general seguramente están justificadas y tienen lugar en enfrentamientos con la policía. Unos 50 policías estadounidenses mueren también al año en una sociedad bastante violenta en la que proliferan las armas y tiroteos. Lo que en todo caso vemos es que la muerte de negros a manos de la policía no es una cuestión de Trump, sino que viene de lejos. Tampoco veremos nunca protestas populares ni actos de pillaje por la muerte de un blanco. Ni por todos lo negros, aunque más tarde entraremos en por qué ahora y por qué por este caso concreto este estallido. Objetivamente, sin embargo, cualquier policía sabe que disparar contra un blanco le puede traer muchos menos problemas que disparar contra un negro, no al revés.
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Hablando de números, también interesa recordar que los algo más de 100.000 muertos en los EEUU a causa del coronavirus parecen muchos en términos absolutos, pero hay que tener en cuenta que en España ha habido entre 23.000 y 45.000 muertos según las diversas cifras oficiales (los datos del Momo también son oficiales). Es decir, teniendo en cuenta que la población de los EEUU es 7 veces la española, los 100 mil muertos allí son proporcionalmente bastante menos que los 23.000 de aquí, no digamos si computamos 45.000. O sea, la indignación popular por la gestión del coronavirus estaría bastante más justificada en España contra Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que en los EEUU contra Trump.
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Al margen de todo lo anterior, hay algo más en la violencia desatada en las calles de las ciudades de los EEUU.
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La violencia que estamos observando se parece demasiado a la que vimos hace unos meses en Chile, en Ecuador o hasta en Cataluña. O en Francia, con los chalecos amarillos. ¿En qué categoría metemos la violencia callejera que estamos viendo en los EEUU? ¿En la violencia de origen racial o en la de origen político? Cualquiera que siga los medios de la izquierda, tanto da que en España o en los EEUU, puede comprobar fácilmente que no se trata de acabar con el racismo, sino con Trump. La izquierda, tanto da también que en España o en los EEUU, sencillamente no ha podido aceptar aún la victoria democrática de Trump.
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Toda esta violencia que estamos viendo y la gasolina aportada por los medios tiene que ver con esa incapacidad de aceptar el resultado de las urnas cuando no gana la izquierda. Y eso mismo lo vimos en Chile hace poco. En realidad, todas las protestas callejeras violentas que vemos en el mundo tienen un denominador común, acaso con la excepción de Hong Kong, y es que las protagoniza la extrema izquierda. Pensemos en el caso de España, desde el 15M y el rodea el Congreso hasta las algaradas en Cataluña, pasando por la kale borroka. La violencia callejera tiene un claro signo izquierdista. Cuando no gobierna la izquierda, o sea cuando las urnas no reflejan lo que la izquierda desea, surge una violencia que no existe cuando es la derecha la que no tiene el poder o pierde las elecciones. ¿Quiénes son los demócratas?
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Aunque podría parecer un tanto paranoico, lo cierto es que existe una teoría que se llama la “regla del 3,5%”. En el año 2011,un par de expertas en Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard publicaron un ensayo titulado “Por qué la resistencia civil funciona”. El ensayo proponía que, a la vista de diversos movimientos revolucionarios, para derribar un gobierno sólo hace falta el apoyo de un 3,5% de la población, siempre que se trate de un apoyo muy militante y comprometido. En el caso de los EEUU hablaríamos de unos 11 millones de personas. Aunque realmente son un porcentaje pequeño, 11 millones de personas echadas a la calle son una masa casi incontrolable. O haría falta un uso de la fuerza tan violento para controlarlas, y daría lugar a tales imágenes (debidamente utilizadas), que el gobierno acabaría perdiendo el respaldo mayoritario y entrando en crisis, abonando la tesis del ensayo. Obviamente los porcentajes no funcionan igual, y así lo reconocía el propio ensayo, en el caso de una dictadura. El ensayo también reducía las posibilidades de éxito de la revuelta si eran los agitadores los que hacían un uso intenso de la violencia. En tal caso, y a lo mejor es algo que acaba favoreciendo a Trump, son los agitadores los que acababan perdiendo muchas de las simpatías con las que podían contar al principio. Lo inquietante de la tesis, no obstante, es que quien controle a un 3,5% de radicales puede derribar gobiernos a placer. Si no se ganan las elecciones, el 3,5% es el Plan B.
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Todo lo anterior, por otro lado, aparte de un análisis de actualidad viene a ser también un preludio a la pregunta de qué estaría pasando si en este momento en España, con 43.000 muertos, estuviera gobernando la derecha. Es posible que si estuviera gobernando la derecha no hubiera 43.000 muertos pero, en cualquier caso, aunque hubiera habido la mitad, ¿no habrían empezado a arder ya las sedes del PP, de Ciudadanos y de VOX? Es cada vez más difícil a escala global imaginar una crisis del tipo que sea con la derecha gobernando sin que ardan las calles. La respuesta a lo que pasaría ahora en España con esta crisis si gobernara la derecha a lo mejor tiene relación con si pensamos que lo que estamos viendo en los EEUU es una cuestión racial o hay algo más. ¿Estaría sucediendo ese estallido social si no gobernara Trump? ¿Contaría con el respaldo mediático con el que cuenta? ¿Vamos hacia un mundo en el que, como consecuencia de la hegemonía del discurso dominante, la violencia en las calles se va a ir normalizando allá donde no gobierne la izquierda? Según lo que se vaya viendo saque su conclusión cada cual.
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