A lo mejor el nacionalismo tiene razón y la zonificación lingüística no refleja la realidad de Navarra. Bueno, en realidad el nacionalismo no pretende que las normas reflejen la realidad sino que la realidad se convierta en un reflejo de las normas, pero así y todo podría muy bien defenderse que la actual zonificación, en realidad, no responde a la realidad.
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Este es el triunfo de las políticas lingüísticas en la Comunidad Autónoma Vasca, después de 40 años de inversiones millonarias. pic.twitter.com/Ojr7mmpMbF
— Iñaki Arteta Orbea (@IakiArtetaOrbea) February 10, 2022
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El problema es que, como evidencian hasta los estudios lingüísticos manejados por el propio gobierno vasco, el euskera no se habla ni en las capitales de la CAV ni en la capital de Navarra. En San Sebastián el uso del euskera alcanza un exiguo 15,2%, pero es que en todas las demás capitales no llega al 4%. En Pamplona el uso del euskera se reduce al 2,9%, menor que el uso de otras lenguas, y en Bilbao todavía se usa un poco menos que en Pamplona de modo que no llega más que a un 2,5%.
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Llevamos décadas con la política del palo y la zanahoria con el euskera. Por un lado la discriminación y la exclusión de los castellanoparlantes en el empleo público, en la educación, en la contratación con las administraciones o en el reparto de fondos públicos. Por el lado de la zanahoria, una lluvia acumulada de miles de millones de euros para tan ridículos resultados. A mucha gente le habrá aprovechado todo ese dinero, probablemente gente mayoritariamente afín a una determinada ideología, pero no para aumentar el uso del euskera.
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Además de lo anterior, podría señalarse el empeño del nacionalismo en imponer el conocimiento de una lengua que ni siquiera los propios nacionalistas conocen y usan. Hay muchos más nacionalistas que vascoparlantes, para vergüenza de los nacionalistas, y desde luego muchos más nacionalistas que vascoparlantes activos. Intentan imponer a los hijos de los demás una lengua que no están dispuestos a aprender ellos mismos, y los pocos que la aprenden resulta que no la usan.
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Finalmente, decíamos que la zonificación no responde a la realidad. Efectivamente, en teoría Pamplona pertenece a la zona mixta, pero el hecho y la realidad del uso es que Pamplona es un espacio no vascófono. Insistamos, según los datos del propio gobierno vasco. El caso es que la zonificación resulta determinante (por eso la detesta el nacionalismo, aunque refleje una realidad) a la hora de imponer y exigir una serie de cuotas y requisitos en el empleo público, el paisaje urbano o el reparto de fondos públicos, pero como vemos en Pamplona se usa el criterio de la zona mixta cuando, por el uso real, tal vez habría que incluir a Pamplona como zona o al menos ciudad no vascófona. La zonificación incluye una cierta ficción porque no sólo es que el uso real del euskera sólo corresponda a la zona vascófona, sino que dentro de la zona mixta sólo muy generosamente se puede hablar en algunos puntos de una auténtica zona mixta. Pamplona, como las capitales de la CAV, o al menos Vitoria y Bilbao, debería estar fuera de la zona mixta en un mapa lingüístico que reflejara la realidad. Evidentemente, si a Pamplona no le corresponde realmente pertenecer a una zona mixta, tampoco debería regir en Pamplona, ni para el empleo público, ni para el reparto de subvenciones, ni para cualquier otra cosa, el criterio de que Pamplona pertenece a la zona mixta.
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Por lo demás, si todo el dineral destinado a promover el uso del euskera no ha servido para este fin, podemos calificarlo de despilfarro. Todo ese dinero hubiera sido mucho más útil dedicarlo a otras inversiones, o dejarlo en el bolsillo de los ciudadanos. Si por otro lado todo ese dinero ha beneficiado muy mayoritariamente, casi exclusivamente, a un segmento ideológico de la sociedad, casi podríamos decir que ya no hablamos sólo de despilfarro, sino de corrupción, o como queramos llamar a coger el dinero de todos y repartirlo entre los simpatizantes. Obviamente la forma de justificar el reparto es el fomento del euskera y no premiar la afinidad ideológica, pero como hay una relación importante entre idioma e ideología resulta difícil distinguir hasta qué punto se premia lo uno o lo otro. A la vista de los resultados parece más que lo otro que lo uno.
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2 respuestas
Se debe suprimir ese supuesto derecho a ser respondido por la administración en vascuence
Esta claro que el euskera, tal y como lo sostiene el aberchalismo, es un cuento, y de ese cuento viven muchas personas del cuento.