A veces es difícil seguir los razonamientos de la izquierda. O sea, ¿no es cierto que querían acabar con los automóviles? ¿No se trataba de que el coche dejara de contaminar y que todo el mundo utilizara bicicletas o transporte público? ¿No había que peatonalizar las ciudades? Pero entonces, ¿a qué viene quejarse del cierre de la NISSAN? ¿Quieres o no quieres que se fabriquen coches? ¿Estás triste o estás feliz?
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Lo que por el momento parece la izquierda es enfadada. El secretario general de Industria, Raúl Blanco, ha advertido a la empresa nipona que salir de Barcelona le va a costar al menos 1.000 millones de euros: “No se va a encontrar una actitud fácil ni pacífica de las Administraciones ante el cierre”.
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Lo cierto es que apelar a unos costes de 1.000 millones por cerrar la planta resulta dudoso, cuando NISSAN acaba de anunciar pérdidas por valor de 5.600 años en el pasado ejercicio, antes siquiera de empezar a hablar por tanto del coronavirus. En el caso de la fábrica de Barcelona, estaba produciendo al 30% de su capacidad, el Mercedes clase X va a dejar de fabricarse porque ha fracasado en Europa y no hay nuevos proyectos para la planta. Sin embargo, una decisión que deja en la calle hasta a 23.000 personas no se puede dejar sin respuesta. Una buena alternativa podría ser fusilar a los directivos de Nissan o bombardear Tokio. Eso sí mandaría un mensaje claro a todas las multinacionales a las que se les cruzara por la cabeza la idea de abandonar España. En realidad habría que fusilar no sólo a los directivos de NISSAN, sino a cualquier empresario que abandonara Cataluña. ¿Nos tomamos o nos tomamos en serio el problema de la deslocalización?
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Supongamos sin embargo un gobierno tan extremista que efectivamente decidiera fusilar a todos los empresarios que decidieran salir de España. Al margen de cuestiones morales, ¿realmente sería una decisión que funcionaría desde el punto de vista económico? ¿Serviría para que hubiera más empresas y empleo en España?
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Es probable que ya antes de empezar a reflexionarlo con detenimiento la mayoría de personas intuya que fusilar a todo aquel que se llevara su empresa fuera de España no sería una buena idea. ¿Hay algún país en el mundo en el que haya funcionado una idea parecida? ¿Es compatible aterrar a los empresarios con atraer a los empresarios? Si aterras a los empresarios, ¿no será lo lógico que huyan todos espantados?
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La idea de fusilar a todos los empresarios que quieran marcharse ilustra bastante bien la premisa de que las barreras de salida actúan siempre al mismo tiempo como barreras de entrada. Nadie vendría a intentar un negocio en un sitio en el que, si el intento sale mal, te matan al salir. Eso o te tienes que quedar para siempre asumiendo pérdidas infinitas. Mucho menos irías a un sitio así siendo el mundo tan grande y pudiendo ir a intentar tu negocio a cualquier otro lugar donde no te amenacen y te reciban bien.
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La misma reflexión sirve también si en lo que se está pensando es en achicharrar fiscalmente a las empresas y prohibirles que se vayan para que no eviten la fiscalidad.
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En realidad, el problema de la NISSAN no es que alguien cierre un negocio o lo traslade. El problema es que nadie en España abra un negocio o que nadie venga de fuera a abrirlo en España. Que se baje la persiana de un negocio es una mala noticia, pero sobre todo si no viene alguien detrás a abrirla. El gobierno actual piensa que puede congelar la realidad y evitar que nadie eche la persiana, pero eso no es el mundo real. Si el mundo real funcionara así, en vez de la NISSAN todavía habría un mercado de carros de caballos en Barcelona. De hecho habría una fábrica pública de carruajes que arrastraría pérdidas para los contribuyentes españoles desde hace más de un siglo. En el mundo real a lo que se tiene que dedicar el gobierno es a facilitar que se abran negocios, dando por hecho que otros cerrarán, que habrá mercancias que se queden obsoletas, que habrá marcas y productos que fracasarán. El problema es que nadie venga después con nuevas ofertas, nuevas empresas y nuevos productos.
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Si el problema es que nadie venga después, hay que pararse un momento a pensar qué es lo que ve alguien que ahora mismo esté pensando montar un negocio en España. Por un lado ve a un vicepresidente que día sí, día no, no para de insistir en la idea de que a cualquiera que monte un negocio en España el gobierno se lo puede nacionalizar. Por otro lado ve una fiscalidad no sólo elevadísima, sino que constantemente se revisa al alza. También observa que la seguridad jurídica brilla por su ausencia y que las normas con las que hoy desembarca en España mañana pueden ser totalmente distintas. Sólo falta que le digan que si le va mal e intenta salir será ejecutado al amanecer. En esas condiciones, como es lógico, nadie va venir. Es más, todo el que pueda se marchará o siendo de aquí, si tiene una idea, se llevará su proyecto a otro lugar.
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