Un día como hoy no es extraño encontrar en el diario El País un análisis contra la pornografía. La pornografía cosifica a la mujer, la pornografía despersonaliza las relaciones, la pornografía propone un modelo de sexualidad sin responsabilidad y sin emociones, la accesibilidad de la pornografía desde las edades más tempranas coincide con el auge de las agresiones sexuales en manada, y por supuesto la pornografía encarna una visión totalmente machista de la sexualidad, por si hacía falta un argumento definitivo.
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Aunque para los lectores más jóvenes esto pudiera no llamar la atención, para muchas personas resultará extraordinariamente llamativo encontrarse en El País, Público o LaSexta diatribas cada vez más frecuentes y violentas contra la pornografía. Lo que uno lee ahora en El País, lo leía antes en la hoja parroquial o lo escuchaba al cura en la Iglesia o en la clase de Religión. Lo que proponía hace un tiempo El País era hacer todo lo contrario de lo que proponía el cura. La pornografía y la prostitución eran buenas. Gracias a la pornografía y la prostitución, se iba a acabar precisamente con las violaciones y los abusos sexuales. Había violaciones y abusos sexuales porque había represión sexual. En una sociedad sin prejuicios morales, con prostitutas y abundante pornografía, nadie necesitaría violar a una mujer, porque existirían todas esas otras salidas por cauces sociales a los inevitables impulsos naturales.
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Por supuesto en el planteamiento de la izquierda, como siempre, subyacía la idea de que los delincuentes sexuales y en general las personas no son dueñas de sus actos, que son la sociedad y la educación las que empujan a las personas a actuar de una u otra manera. El delincuente sexual era tan sólo un producto de la sociedad moralista y conservadora que reprimía la sexualidad y prohibía la pornografía y la prostitución. En una sociedad progresista llena de prostitución, sexo sin compromiso y pornografía normalizada no habría delitos sexuales. Así de sencillo era el asunto.
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Quien ahora por tanto vea a El País cargar contra la pornografía no podrá dejar de pensar que aquí ha desaparecido un gato y ha aparecido una liebre. Ahora nos hablan de la maldad de la prostitución con la misma naturalidad con la que antes el discurso progresista nos hablaba de su bondad, pero aquí ha habido un cambio radical de criterio. Afortunadamente la izquierda jamás se equivoca, simplemente después de décadas diciendo que algo es blanco de repente te encuentras con que llevan ya un tiempo diciendo, como quien no quiere la cosa, que negro de toda la vida.
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La cuestión final es si en el discurso actual que impone la izquierda en asuntos de feminismo y de género, con el pretexto de que acabará con la violencia sexual y el sufrimiento romántico, no va a pasar exactamente lo mismo que con la pornografía y la prostitución dentro de unos años, o sea que se produzcan unos resultados personales, familiares y sociales catastróficos, y que de repente empiecen a decirnos todo lo contrario de lo que dicen ahora. Justo como están haciendo con la pornografía y la prostitución.
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