Aunque la igualdad constitucional se consagró el 9 de diciembre de 1931, la primera votación decisiva en torno a la aprobación del voto femenino se produjo el 1 de octubre de 1931. Se acababa de instaurar la república ese mismo año y el Parlamento lo dominaba la izquierda. Clara Campoamor, del Partido Radical, era una de las cuatro mujeres que había en un Parlamento de 470 diputados y la principal impulsora del voto femenino. Su propio partido acabó votando mayoritariamente en contra del sufragio femenino. La votación suscitó tales divisiones que sólo 282 diputados votaron, 161 a favor y 121 en contra. Muchos diputados abandonaron la cámara negándose a emitir su voto. Entre ellos, el más destacado el líder de los socialistas, Indalecio Prieto. Otros 33 diputados socialistas votaron en contra o se ausentaron de la votación, con el partido abiertamente dividido. Acción Republicana, el partido de Azaña, voto abrumadoramente en contra (17 frente a 3). En una cámara abrumadoramente controlada por la izquierda, paradójicamente el voto femenino sólo pudo sacarse adelante gracias a los votos de la derecha. Jugaron un papel decisivo en este sentido la Derecha Liberal Republicana de don Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura, el Partido Agrario Español o la llamada minoría vasconavarra.
Las mujeres no podían votar porque eran, decía la izquierda, más conservadoras
El principal argumento de la izquierda para oponerse al voto femenino era el de que las mujeres españolas eran mayoritariamente conservadoras. Es por ello que incluso mujeres izquierdistas como Victoria Kent votaron en contra del voto femenino alegando que “la falta de madurez y de responsabilidad social de la mujer española podía poner en peligro la estabilidad de la República, ya que un porcentaje muy elevado, antes de votar, lo consultaría con su director espiritual”. Roberto Novoa Santos, diputado de la izquierdista Federación Republicana Gallega, llegó a afirmar en el debate parlamentario que si se dejaba votar a las mujeres la República se convertiría en “un estado conservador teocrático” y que con la igualdad de voto “se haría del histerismo una ley“, porque “el histerismo no es una enfermedad, es la propia estructura de la mujer”. La izquierda decidió mayoritariamente, por tanto, que las mujeres sólo tenían derecho a votar siempre que votaran a la izquierda. Evidentemente esta actitud refleja a buena parte de la izquierda de la época. No es muy políticamente correcto este discurso izquierdista, pero también es “memoria histórica”.
Clara Campoamor, una radical políticamente incorrecta en la actualidad
Clara Campoamor es un personaje un tanto atípico por su independencia, desde el punto de vista político. En 1931 su propio partido votó en contra del sufragio femenino. En 1934 abandonó el Partido Radical cuando éste formó gobierno con la CEDA. Ese mismo año intentó ingresar en la Izquierda Republicana de Azaña pero su solicitud fue rechazada. A causa de su lucha por el voto femenino, toda la izquierda se la tenía jurada. Ella misma lo cuenta en su libro “El voto femenino y yo: mi pecado mortal”. De hecho, la lectura de Clara Campoamor resulta hoy en día políticamente incorrecta y desmitificadora pese a encuadrarse en principio en el republicanismo de izquierdas. Sirva como ejemplo su propia visión de la Guera Civil en 1937, asegurando que la victoria de los republicanos no traería la democracia sino una dictadura: “Si el futuro tiene que depararnos el triunfo de los ejércitos gubernamentales, este triunfo no traerá consigo un régimen democrático, pues los republicanos ya no cuentan en el grupo gubernamental. El triunfo de los gubernamentales sería el de las masas proletarias, y, como éstas están divididas, serán otras nuevas luchas las que decidan si se quedarán con la hegemonía de los socialistas, los comunistas o los anarcosindicalistas. Pero el resultado sólo puede ser una dictadura del proletariado, más o menos temporal, en detrimento de la República democrática”. La revolución española vista por una republicana.
Mucho más tarde, Clara Campoamor escribiría que “lo único que ha quedado de la República fue lo que hice yo: el voto femenino“. Y así fue probablemente. Sólo que para conseguirlo no pudo contar más que con una parte de la izquierda y el apoyo decisivo de la derecha.
3 respuestas
La Revolución como Saturno, devora a sus propios hijos….sobre todo a los menos sanguinarios.
¡Magnífico artículo! Desgraciadamente se desconoce (yo también lo desconocia), la actitud de la izquierda española respecto al voto femenino. Sin embargo, conociendo la forma de actuar de la izquierda en la actualidad,resulta totalmente lógico.
La izquierda, tanto en España como fuera de ella, es la tendencia mas despótica que haya existido. Solo tienen derechos sus propuestas, sus actitudes, sus deseos.
¡Y lo malo es que, a fuerza de repetírnoslo, nos lo estamos tragando y acabamos ignorando nuestros propos derchos, o no atreviéndonos a exigirlos con la misma fuerza, por considerarlos (a fuerza de oirlo), derechos sin derecho,
¡Ojala se divulgasen mas articulos como este!
Pues si, Dña. Elena, todo esto es fruto de la Kommintern, la más formidable maquinaria de propaganda marxista, dirigida en sus comienzos por un tal Willi Münzenberg.
Como muestra, esta es una de sus “recetas”: “Los camaradas y los miembros de las organizaciones amigas deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos. Cuando los obstruccionistas se vuelvan demasiado irritantes hay que etiquetarlos como fascistas o nazis. Esta asociación de ideas, después de las suficientes repeticiones, acabará siendo una realidad en la conciencia de la gente”