Que el PNV se inmiscuya en los asuntos de Navarra y condicione la posición de sus 6 diputados en Madrid a lo que haga el PSN en la Comunidad Foral es un escándalo. Aunque no para todos. Para Uxue Barcos, por ejemplo, es un escándalo que Esparza ofrezca los 2 diputados de Navarra Suma, o sea que haga lo mismo que el PNV, sólo que si lo hace Esparza es escandaloso y si lo hace el PNV no. Y es escandaloso que el gobierno de Navarra se decida en Canarias, o la alcaldía de Pamplona en Madrid, o la presidencia de Chivite en Bilbao, o la alcaldía de Madrid en el parlamento de dicha comunidad.
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Pues si a todos nos parece escandaloso y consideramos inaceptable que el gobierno en Murcia no lo decidan los murcianos sino los castellanoleoneses, o que los vascos decidan el Gobierno de Navarra y que en general se cambie un gobierno en un sitio por otro gobierno en otro, pongámonos todos de acuerdo en cambiar el sistema. Pensemos si no sería mejor por ejemplo un sistema de elección en segunda vuelta en el que hubiera que elegir entre Sánchez o Casado, o entre Esparza y Chivite, o entre Maya y Asirón. Ah, no que esto tampoco nos gusta o que también nos parece escandaloso.
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Es posible también convocar elecciones otra vez siguiendo a unas elecciones que ya fueron anticipadas y volverlas a convocar otra vez y otra más hasta que salga una mayoría absoluta del PACMA o ya no quede nadie lo bastante aburrido como para volver a votar. Porque no deja de resultar sintomático que vengamos de unas elecciones adelantadas y de votar en 2015 y en 2016 para que ahora nos vengan nuestros políticos bienamados con la amenaza de volver a convocar elecciones si no son capaces de encontrar otra solución.
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Lo cierto es que no tiene demasiado sentido estar en contra de que los políticos electos cambien cromos y también en contra de que, en vez de los políticos en los despacho intercambiando cromos, sean los ciudadanos los que decidan. Escandalizarse sin ser capaz de ofrecer una alternativa no tiene demasiada razón de ser. Que a alguien todo lo parezca escandaloso es escandaloso.
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Obviamente tampoco avanzamos mucho si elegimos en la vuelta a un presidente o a un alcalde que no tiene una mayoría de gobierno suficiente. A cambio del aval democrático que significaría ser elegido directamente por los votantes en segunda vuelta, habría que dotar al presidente o al alcalde de más poderes y capacidad de gestión de los que gozan actualmente. Salvo que también esto como todo lo demás nos resulte particularmente escandaloso.
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También sería posible avanzar en la línea de desmantelar parcialmente la partitocracia, restar poder a los políticos y profundizar en un sistema de listas abiertas y desbloquedas, en el que los partidos fueran poco menos que un escaparate, y en el que la disciplina de voto no fuera absoluta porque los electos respondieran directamente ante sus electores antes que frente al partido.
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O podemos dejar todo como está pero sin quejarnos tanto ni rasgarnos las vestiduras, si cuando se propone cualquier cambio nos oponemos tanto a que las cosas sigan como están como a cambiarlas.
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No encontramos una vez más en una de esas tesituras favorables a una reflexión y a la introducción de algunas mejoras democráticas en el sistema, de esas que solemos evitar hasta que se presenta la necesidad de hacerlo. No volveremos a pensar en todo esto hasta que volvamos a encontrarnos con el problema pero podríamos quizá adelantarnos y, a la par que resolvemos el problema presente, podemos encontrar una solución que evite su reiteración en el futuro. El trapicheo y el intercambio de cromos por lo demás está bien si al menos sirve para arreglar con solvencia una situación, porque si ni para eso sirve nada queda ya que justifique la degradante política del chamarileo.
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