Todo el mundo interpreta que ayer Ciudadanos llevó a cabo una decisión significativa al apoyar al PSOE en la prórroga del estado de alarma. En cualquier caso, que todo el mundo haya interpretado que nos encontremos ante un movimiento significativo de Ciudadanos hace que el movimiento efectivamente sea significativo. Peor aún si Ciudadanos no lo ha hecho a propósito.
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Y es que lo de algún modo se decidía ayer no era sólo la prórroga del estado de alarma, sino los posicionamientos de los partidos ante la gestión del gobierno. Si algo está caracterizando el estado de alarma es precisamente que el gobierno está llevando su actuación mucho más allá de lo previsto para el estado de alarma.
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Lo que se puso de manifiesto ayer por tanto es que el PSOE y Podemos pueden contar con Ciudadanos para, por ejemplo, seguir desarrollando su política de recortes de derechos y libertades mientras la población permanece confinada, al amparo de un estado de alarma que muy probablemente es ilegal, existiendo instrumentos fuera del estado de alarma para limitar (que no suspender) derechos como el de reunión y circulación en aras de la contención. Bajo los poderes extraordinarios que le confiere el estado de alarma, o el estado de excepción que vivimos bajo la apariencia de un estado de alarma, el gobierno está adoptando todo tipo de decisiones que van del terreno económico al educativo, sin consensuarlas con nadie, con el Parlamento semidesactivado, planteándolas como un chantaje a la oposición. Si el gobierno cree que necesita prolongar el estado de alarma, aunque sea modulando las limitaciones que ha venido imponiendo, pero además le faltan los votos para hacerlo, lo menos es que centre su política, dialogue con las fuerzas de la oposición a las que reclama el voto y busque sinceramente un consenso. Ciudadanos, por el contrario, ayer avaló el ordeno y mando. Como detalle adicional, Arrimadas no descartó apoyar también los Presupuestos Generales del gobierno.
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Todo esto no sucede además en otro momento cualquiera sino en un momento en que Ciudadanos está viviendo su purgatorio político particular, preguntándose qué rumbo tomar tras su debacle electoral. Lo que hizo ayer es la respuesta a esa pregunta. Obviamente queda por ver que lo hecho ayer vaya a darle muchos votos a Ciudadanos o vaya a ser su epitafio político. No falta quien sospecha que los líderes de Ciudadanos dan por sentado el final del partido y sencillamente han hecho un favor esperando una compensación cuando llegue el momento de la liquidación.
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Resulta dudoso que el menguante electorado de Ciudadanos vaya a seguir masivamente en este giro a la cúpula del partido al menos por un par de razones que caracterizan a Ciudadanos como fenómeno. En primer lugar el electorado de Ciudadanos proviene casi exclusivamente del PP. Los votos de Ciudadanos sumados a los del PP, o ahora a los de VOX, no exceden los que tenía el PP en los tiempos en que tenía el monopolio del centro derecha. Puesto que Ciudadanos no ha sumado un número significativo de votos llegados de la izquierda, al girar a la izquierda seguramente pierda los votos de los que llegaron a Ciudadanos del centro derecha. En segundo lugar, siempre ha existido una clara división entre el electorado de Ciudadanos y sus líderes. A diferencia de sus votantes, buena parte de los líderes de Ciudadanos sí que vienen de la izquierda, empezando por la izquierda catalana no nacionalista desencantada del PSC. En cuanto a los votantes provenientes del PP, la razón de que pasaran a Ciudadanos no tenía tanto que ver con una cuestión ideológica como con el desencanto con la corrupción que el PP no supo atajar. Es por eso que muchos votos de Ciudadanos, para sorpresa de algunos, acaben no sólo volviendo al PP sino en una proporción apreciable recalando en VOX.
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Paradójicamente, Ciudadanos le puede estar haciendo un gran favor al centro derecha. De una parte, la desaparición de Ciudadanos acabaría con la excesiva fragmentación que tanto ha castigado a la derecha en los últimos comicios. Como poco, la desaparición de Ciudadanos igualaría el tablero. De otra parte, desde un punto de vista patriótico la derecha debería intentar tumbar este gobierno o redirigirlo hacia políticas razonables, para salvar al país, pero lo que políticamente le conviene egoistamente a la derecha es que sea la izquierda la que tenga que capear el tsunami desde el gobierno, en vez de rodeando el Congreso y quemando contenedores desde la oposición. A fin de cuentas llegados a cierto punto, aunque sea con más dolor y más sufrimiento del que hubiera sido necesario, la izquierda tendrá que adoptar las políticas que le impongan desde Europa con el consiguiente coste electoral. Como tuvo que hacer Zapatero. Como tuvo que hacer Syriza. Como tuvo que hacer el socialista Sócrates en Portugal. Como tendrán que hacer Pedro Iglesias y Pablo Sánchez. Porque una cosa es arreglar el mundo desde la barra del bar de una facultad y otra muy distinta gobernar en medio de la tormenta en el mundo real.
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