¿Cataluña es una nación?

Dice Felipe González ahora que hay que reconocer que Cataluña es una nación. Seguramente González asume así el discurso de ZP, según el cual España es una nación de naciones. Sin embargo, una nación de naciones es un concepto tan difuso como un matrimonio de matrimonios. Además, si España fuera una nación de naciones, ¿cuáles serían las naciones que compondrían España además de Cataluña? ¿La nación murciana, la riojana, la extremeña…? ¿O España no sería lo que quedara tras amputar Cataluña, el País Vasco y Galicia? Un conjunto de naciones no es una nación de naciones sino una organización, como la ONU o la OTAN. Si Cataluña es una nación, España es OTRA nación, que es en el fondo la base del discurso nacionalista.

Nación, pueblo, estado…

Académicamente, quizá merezca la pena intentar repasar siquiera superficialmente conceptos como “pueblo”, “nación” o “estado”.

Un pueblo, en sentido político, podría definirse como la población de un estado, o al menos de algún tipo de organización política. Pero en sentido étnico se podría definir como un conjunto de seres humanos relacionados racial y/o culturalmente, el cual sin embargo no necesariamente tiene que formar una unidad política. Obviamente no hay un estado ario, un estado vasco o un estado árabe, ni tiene por qué haberlo, puesto que ni todas las personas de una raza, una misma lengua o una misma cultura tiene por qué vivir juntas en un sólo estado, ni en un estado tiene por qué haber sólo personas de una misma raza, una misma cultura o una misma lengua.

La nación, precisamente, sería un conjunto de personas con voluntad de formar una unidad política, pero este conjunto no tiene por qué coincidir con el anterior concepto de pueblo étnico. Imaginemos por ejemplo una chica de origen mexicano que se casa con un chico de origen irlandés siendo ambos ciudadanos de los Estados Unidos. Culturalmente son distintos entre sí. Sus hijos, además, serán una mezcla racial y cultural de los dos que seguramente hablarán inglés y español, mientras que su nacionalidad no será ni irlandesa ni mexicana, sino estadounidense.

El estado, finalmente, sería la estructura política en que se manifiesta la voluntad nacional de un conjunto de seres humanos. Y tampoco se puede identificar con pueblo o nación, puesto que cualquier conjunto con o sin una etnia o cultura común, que quisiera formar algún tipo de organización, sólo podría ser un estado o nada. Lo cual es absurdo porque entonces sólo podría haber estados centralistas, sin provincias, comunidades autónomas, municipios, merindades o cualquier otra división político-administrativa que se nos ocurra.

Pretender que toda la gente que es uniforme en algún sentido (ideológicamente, culturalmente, racialmente…) tenga que tener un estado o que toda la gente que vive en un estado tenga que ser ideológicamente uniforme, culturalmente uniforme, racialmente uniforme… es empobrecedor, es reaccionario, es conflictivo, no se corresponde con la realidad y no resulta práctico. Lo cual no quita para que alguien que culturalmente es y se siente de tal o cual manera no tenga todo su derecho a conservar su cultura y sus tradiciones frente a las de su vecino del tercero, sin enfadarse con su vecino, lo cual sólo es posible precisamente dentro de un estado que no pretenda imponer un canon racial, lingüístico o cultural, que es lo que pregona el nacionalismo. ¿Y si el vecino del tercero es un caníbal? Vale, entonces no. Se trata de intentar establecer un criterio general razonable. O razonable al menos para los que no somos caníbales.

Por otra lado, tenemos la idea de familia que, de algún modo, por disparatado que parezca, podemos acabar relacionándola con la idea inicial de estado-nación.

Es difícil pensar que, salvo excepciones, uno tenga lazos más fuertes con el vecino caníbal del tercero o los habitantes de Zamora que con su propia familia. No obstante lo cual, aunque parece conveniente para las relaciones familiares que todos hablen una lengua común, a nadie se le ocurre que en una familia no pueda haber miembros que hablen más lenguas además de la común. Cuando estén juntos lógicamente hablarán la lengua común, sin que tampoco sea un problema que un sobrino hable francés, que un cuñado hable catalán o que una hermana no hable gallego. Ni es tampoco problema para pertenecer a una familia el tener un determinado color de la piel. Sin embargo, siendo como decíamos los lazos familiares mucho más fuertes normalmente que los nacionales, ninguna de estas características lingüísticas, culturales o raciales son obstáculos insalvables ni inaceptables para ser todos miembros de una familia. A lo mejor para tener una idea de cómo podría construirse un estado-nación podría usarse la imagen de la familia, sino fuera porque también además del país nos estamos cargando la idea de familia. Lo que nos gusta ahora más es la idea de formar partidos, bandos y facciones. Sólo que eso, lógicamente, son conceptos que se forman por oposición y que, en vez de a la construcción de un proyecto común, llevan al enfrentamiento y a la destrucción del contrario, o incluso a la autodestrucción y la guerra civil cuando resulta que el contrario está dentro.

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