Jimmy Carter es un ex-presidente norteamericano especialmente celebrado por la izquierda europea. Durante su presidencia, aún en tiempos de la URSS y el Telón de Acero, se despachaba con declaraciones en las que consideraba
"desmesurado" el miedo al comunismo, elogiaba a Nicolae Ceaucescu y tendía puentes hacia Castro o la Nicaragua sandinista. Los soviéticos aprovecharon su mandato para invadir Afganistán. Ultimamente su discurso ha ido dirigido a interceder a favor de Hamas frente a las preferencias occidentales por Fatah, a pesar de que en su día él mismo fue uno de los principales valedores de Arafat. Dicen las malas lenguas que estas inclinaciones no son ajenas a los fondos que el lobby árabe inyecta en su fundación desde Arabia Saudí y los Emiratos. Su experiencia negociando con terroristas, no obstante, deja bastante que desear si se tiene en cuenta que, tras más de un año de secuestro, dejó la presidencia con el personal de la embajada norteamericana en Teherán tomado como rehén. Los rehenes fueron liberados cuando Ronald Reagan le sucedió en el poder, tras un descalabro histórico de los demócratas.
Sin embargo, Carter también goza de antecedentes en España. En 1995 fue Elkarri quien se dirigió a Carter, y en 1998 una delegación del PNV, EA y Batasuna viajó a Atlanta para entrevistarse con miembros del Carter Center. Dichos intentos fueron en su día vetados por el PP: “el Gobierno español de aquel entonces pidió al Centro Carter que no se involucrara”. Pero lo cierto es que al menos sí que se produjo un acuerdo entre ETA y el PNV previo al Pacto de Lizarra, cuyas actas ya dieron mucho de que hablar en su día. Conociéndose por tanto estos antecedentes, reconocido también que en el “proceso” de Zapatero han participado intermediarios internacionales, y declarando ahora el propio Carter su disposición a mediar entre el gobierno y ETA, es comprensible que más de uno se pregunte si la presencia del expresidente americano en España es casual, y si esta hablando hipotéticamente de iniciar una mediación o sólo de retomarla. En cualquier caso, pese a condenar la violencia, Carter se refirió en todo momento a ETA como “movimiento vasco”.