¿Y si dejar votar a los menores con 16 años no basta para que gane Sánchez?

La izquierda mueve sus fichas para rebajar la edad de voto a los 16 años. La pregunta es para qué y en qué queda entonces el concepto de ser menor de edad. O a qué reducimos el acto de votar. ¿Es nada menos que elegir el gobierno un acto trivial? La idea clave es seguramente la idea de madurez. O es maduro un menor con 16 años o no. Si es maduro, lo tiene que ser para todo, para responder penalmente como un adulto, por ejemplo. ¿Vamos a dejar que un menor entre a un casino, beba, fume, tenga relaciones sexuales con adultos, pida un crédito, invierta en bolsa, pueda comprar armas o conducir una moto de gran cilindrada? O sea, ¿por qué vamos a proteger al menor en ciertos ámbitos y en otros no? ¿Por qué vamos a considerar menor a alguien para unas cosas y para otras no? ¿Hace falta cabeza para entrar a una sala de juegos pero no hace falta cabeza para votar?

Cabría preguntarse si la rebaja de la edad de voto se produce al pensar que los menores con 16 años son igual de fáciles de manipular desde el poder que los mayores de 18, o por considerar que es más fácil manipularlos. Desde luego parece razonable pensar que la madurez de alguien con 16 años es menor que la de alguien con 18, y que a menor madurez más fácil es la manipulación. Por eso mismo hay cosas como hipotecarse o conducir un coche que no se le dejan hacer a un menor. Y si a la izquierda no le basta con rebajar la edad de voto a los 16, ¿que será lo siguiente, rebajarla a los 12? ¿Veremos a ministros de Sánchez haciendo campaña disfrazados de Bob Esponja? Siendo realistas, ¿no estamos ante una sociedad cada vez más infantilizada? ¿No habría en todo caso más bien que subir la edad de voto? ¿No debería ser bajar la edad de voto, si acaso, el resultado de una población que, por ejemplo, en los informes PISA, cada vez fuera más capaz de entender lo que lee? ¿En qué se basa el gobierno para presuponer que se ha producido un adelanto en la madurez?

Es probable que la medida de rebajar la edad de voto a los 16 no viniera sola. Raro sería que una rebaja de ese tipo no fuera acompaña de un cheque joven para que todos esos menores, antes de votar, recibieran una paga del gobierno. Si quieres dinero gratis, ya sabes por quién tienes que votar. A fin de cuentas es una técnica que funciona incluso con gente de mucha mayor edad. Que el dinero que regala el gobierno nunca es gratis no es una conclusión a la que uno llega viendo RTVE.

Paralelamente a la rebaja de la edad de voto, otra medida que puede adoptar el sanchismo es la turbo-regularización de varios cientos de miles de inmigrantes ilegales. ¿A quién se vota en Saint Denis? El problema en España es que la inmigración no es netamente musulmana y que la inmigración hispanoamericana viene en gran medida huyendo precisamente de la devastación socialista. Tampoco está claro que los menores de 18 sean netamente sanchistas. Lo que sucede es que sin cambiar drásticamente el escenario el sanchismo sabe que tiene muy difícil su permanencia en el poder las próximas elecciones. No tiene nada que perder haciendo cosas extraordinarias.

Tampoco será impensable ver a los sanchistas proponiendo una revisión de la forma en que se reparten los escaños por autonomías. Esto ya sucedió por ejemplo en Venezuela. A las comunidades más sanchistas se les adjudicarían más escaños en el Congreso que a las comunidades más desafectas con el sanchismo. Para ello podría recurrirse al peso demográfico, en un sentido o en otro, bien para premiarlo o para decir por el contrario que hay que compensarlo, o para premiar a las comunidades con impuestos más altos (las sanchistas) diciendo que son más solidaria, o para compensar a las más castigadas por los efectos del cambio climático, que por supuesto según un comité de expertos adecuadamente elegido también serían las más sanchistas. Naturalmente todo esto aparte de demencial sería ilegal e inconstitucional, pero todos sabemos que la Constitución no es lo que dice la Constitución, sino lo que Conde-Pumpido dice que dice la Constitución. Después de lo que por otra parte estamos viendo en países como Rumanía, en los que se anulan elecciones o se vetan candidatos, ¿se puede confiar en que viniera a rescatarnos Ursula von der Leyen? Si Pedro Sánchez dice que cada voto sanchista computará por 2 en el recuento, para frenar a la extrema derecha, ¿alguien en la UE levantaría un dedo arriesgándose a ser tachado de amigo de la ultraderecha? ¿Algún medio sanchista en España tacharía de antidemocrática cualquier medida antidemocrática que tomara el sanchismo?

Existe una cuestión preocupante con todo lo anterior, y es que son cosas con las que ya hemos especulado en análisis anteriores desde hace años, las más evidentes la rebaja de la edad de voto o la regularización masiva de inmigrantes ilegales, como forma de alterar el censo y por tanto el resultado del voto. ¿Por qué estamos acertando? Porque el sanchismo se compone golpistas, filoetarras, chavistas y un yonki del poder: resulta difícil minusvalorar el riesgo de que esta gente llegue al poder o sobrevalorar el punto al que este tipo de gente puede llegar para retenerlo. La prueba de que el temor a esta gente no es injustificado es que interpretando los hechos a la luz de esta premisa estamos acertando los movimientos que van ejecutando. Si decimos que de este gobierno podemos esperar casi cualquier cosa para retener el poder estamos siendo optimistas, por ese “casi” que casi nos convierte en ingenuos.