Si Koldo Martínez no tiene la obligación de hablar español, ¿tenemos los demás la obligación de aprender euskera?

Ayer en el Ayuntamiento de Pamplona se produjo, suma y sigue, una escena más de la obsesiva pretensión nacionalista de convertir la realidad lingüística de Navarra en algo que se ajuste a su estrecho marco mental. Koldo Martínez le reprochaba a María Caballero (UPN) que no aprendiera euskera y que nunca es tarde para aprender, y defendía además el derecho de los vascoparlantes a no hablar en español.

Los problemas con la realidad del marco mental de los nacionalistas, en este tema de la lengua, es un asunto digno de mención. Que en un territorio se hablen varias lenguas, no convierte a todas esas lenguas en propias de todos los habitantes de ese territorio. Parece ser que en Papúa Nueva Guinea se hablan más de 800 lenguas. Imagínense la convivencia con las teorías de Koldo Martínez, si todo el mundo se negara a hablar en una lengua común o todo el mundo tuviera que aprender esas 800 lenguas por ser papú.

En general, no hay ningún estado en el mundo monolingüístico. La realidad de nuestra era ha desafasado hace tiempo los estrechos esquemas del nacionalismo vasco que defiende don Koldo. La idea de una lengua una nación es casi una idea nazi. En casi todos los estados se hablan varias lenguas y es absurdo pensar que toda la gente que habla una misma lengua tiene que vivir en un mismo estado. Todos los que hablan inglés o español, por ejemplo, tendrían que formar parte de un sólo país, según este presupuesto.

Cuando en un territorio se hablan varias lenguas, la solución más lógica, racional y económica es poder tener una lengua común. Lo que pretende Koldo Martínez es que cada cual sólo quiera usar su lengua y todo el mundo tenga que aprender todas las lenguas del territorio. La pretensión ya es ilógica teniendo dos lenguas, no digamos teniendo 3, 5 o 6.

Uno de los problemas del euskera es que el fin de una lengua es en último término permitir la comunicación. Pues bien, quien aprende euskera se encuentra con que después de aprender esa lengua resulta que se puede comunicar con exactamente la misma gente con la que ya podía comunicarse en español. No amplia en absoluto su círculo de comunicación. Por supuesto se puede aprender euskera por otros motivos: porque es la lengua familiar, por ideología, por afición… Lo que no está tan claro es el asunto de la utilidad. En términos de utilidad y de esfuerzo, seguramente tiene mucho más sentido aprender inglés o francés antes que vascuence, con todo el respeto para el vascuence para el que quiera aprenderlo, pero también con todo el respeto para quien prefiera otra opción.

El maximalismo de Koldo Martínez de negarse a usar una lengua común para hablar su lengua particular, nos llevaría por otro lado a la paradoja de que la gente no se comunicara en una lengua ni conociendo todos todas lenguas. Un ejemplo de este surrealismo lingüístico es lo que ocurre en el Congreso. Para poder hablar un diputado catalán con un vasco, en vez de hablar entre ellos en español, hacen falta dos traductores. No sólo eso, los traductores seguramente se transmiten entre sí el discurso en español para después traducirlo al vasco o al catalán. Todo esto no por ausencia de una lengua común, sino por no querer usarla. Es decir, si el problema es no querer hablar la lengua del otro aunque se conozca, el conocimiento de la otra lengua no es solución.

El caso del nacionalismo vasco resulta especialmente peculiar porque su proyecto político pretende partir de una realidad que resulta que no existe. O sea, el nacionalismo vasco ha sustituido la raza por la lengua como base de su proyecto. El problema es que el pueblo vasco no habla euskera. El mapa político no puede ser por tanto, aunque se empeñe el nacionalismo vasco, un reflejo del mapa lingüístico. A lo que aspira el nacionalismo vasco en realidad es a crear una realidad lingüística que sea un reflejo su proyecto político. Pero al mismo tiempo defienden su proyecto político, para imponerlo, como si fuera un reflejo del mapa cultural y lingüístico. Navarra tiene que formar parte del País Vasco, aunque no sea el País Vasco, porque el mapa político tiene que coincidir con un mapa lingüídtivo. Sin embargo, como veíamos, no sólo es que esto no tiene por qué ser así, y que puede haber gente con una misma lengua viviendo en varios estados, o gente con varias lenguas viviendo en un mismo estado, sino que pretender que el fundamento político de Navarra o la CAV es la gente que habla euskera, cuando no es ni el 25% de la población, no tiene sentido. Si el fundamento de la realidad política es la lengua, lo fundamental sería que el 100% de la población vasca y navarra hablan español.

Todo esto nos lleva a una consideración sobre lengua propia y bilingüismo. Navarra no es una comunidad bilingüe, o por lo menos es una afirmación engañosa. Aunque en Navarra haya dos lenguas propias, esto es distinto a que todos los navarros sean bilingües, lo mismo a que es distinto que en Papúa haya 800 lenguas a que hablen 800 lenguas todos los papúes. En realidad en Navarra hay dos zonas, una zona castellanoparlante y una zona mixta, en la que se habla castellano y vasco. Por supuesto los navarros bilingües no son más que una minoría. Todos los navarros hablan español y una pequeña parte habla además vascuence. No tiene sentido hablar de un pueblo bilingüe. Tampoco cabe hablar de lengua propia como si la otra fuera ajena. El español es lengua propia de todos los navarros, y es además la lengua exclusiva de la mayoría de ellos. Existe por supuesto una respetabilísima minoría para la que, además del español, también es lengua propia el vascuence.

Sea como fuere seguramente la tecnología va a zanjar este debate mucho antes que la política. Entre la inteligencia artificial y los móviles dentro de poco Koldo Martínez se podrá pasear sin problemas por toda Papúa Nueva Guinea hablando en euskera. Si María Cabllero tiene batería en el móvil puede que también por Pamplona.

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2 respuestas

  1. Es gracias a las tecnologías y no a las ideologías las que provocan los cambios sociales

    Esta cita es muy poco conocida, tan poco conocida que no conozco a su autor pero esta otra sí:

    El nacionalismo es una enfermedad infantil, es el sarampión de la humanidad, Albert Einstein

  2. En esto el nacionalismo se inspira en Fichte, que consideraba que el idioma era el signo externo y visible de una nación, hablamos del siglo XIX y desde entonces Europa y el mundo han cambiado mucho. El nacionalismo ha cambiado lo de la raza o el rh, que ya no se lleva, por la lengua. El nacionalismo racial y lingüístico siguen siendo lo mismo. En muchos políticos no es el amor al euskera o al catalán lo que les inspira, sino el odio al español.

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