Si en Cataluña no hay terrorismo, ¿por qué no hay libertad?

Sánchez asegura que en el nacionalismo catalán no hay terrorismo. Que no es discutible. Que lo sabe todo el mundo. Da igual lo que pensaba el propio Sánchez hace no tanto tiempo, cuando no necesitaba para seguir siendo presidente los 7 votos de los intachables golpistas beatos. La propia amnistía desmiente sin embargo esta pretensión. O sea, en un conjunto en el que no hay ladrones no necesitas una amnistía para los ladrones. Necesitas una amnistía para los ladrones justo porque hay ladrones. Y necesitas una amnistía para los terroristas porque puede haber terroristas. Una de dos: o niegas los delitos de terrorismo o los amnistías, las dos cosas a la vez no tiene sentido.

Desde luego a partir del golpe de estado en Cataluña, con la declaración unilateral de independencia y toda la violencia callejera en la que acabó desembocando todo el “proceso”, al nacionalismo catalán se le ha caído la careta. Todo el mundo ha podido observar su enorme violencia. Todo el mundo guarda en su memoria las calles incendiadas o la lluvia de adoquines sobre las fuerzas policiales. Si eso mismo sucedía en el País Vasco lo llamábamos kale borroka y lo considerábamos terrorismo.

En ambos casos no se trataba de violencia espontánea sino de violencia perfectamente organizada y destinada a apoyar con adoquines y cócteles molotov el discurso político y las pretensiones de las fuerzas que estaban detrás de esa violencia. ¿De dónde sale el interés de algunas fuerzas políticas por amnistiar a los violentos? Pues precisamente por eso, porque detrás de esa violencia estaban esas fuerzas políticas, porque hay una identidad entre los amnistiados y los amnistiadores, porque es una auto-amnistía.

El terrorismo, como su propio nombre indica, tiene como finalidad provocar un estado de miedo entre la población. Naturalmente no se trata de provocar el miedo porque sí, sino para cambiar la forma de pensar de la población. Sin ese miedo la gente pensaría y actuaría de una manera y con ese miedo la gente actúa y piensa de otra. Si pensar o decir una cosa da miedo, entonces la otra forma de pensar queda favorecida. Si tener unas ideas es más cómodo, más seguro y más provechoso (€) que tener otras, entonces hay un bando que juega con ventaja sobre el otro.

La situación actual en el País Vasco o Navarra es consecuencia de muchas décadas en las que un bando ha tenido (sigue teniendo) una ventaja sobre el otro. ¿Y alguien puede discutir que en Cataluña no hay un bando que tiene ventaja sobre el otro? ¿Alguien puede discutir que no ser nacionalista en muchos puntos de Cataluña te complica la vida? ¿Alguien puede discutir que los sitios de Cataluña en los que hay más nacionalistas son los mismos puntos en los que, como en el País Vasco, hay menos  libertad y resulta más cómodo no  plantarle cara al nacionalismo?

Desde hace tiempo, desde que ETA anunció su disolución o incluso antes, se nos intenta vender la moto de que no haber muertos y haber libertad es lo mismo. Pero no es verdad. Entre no haber muertos y la normalidad existe todavía una enorme travesía.

Puede no haber muertos pero puede haber agresiones, insultos, señalamientos, acoso, marginación… Aparte de matarte, puede haber muchos otros males que te pueden caer encima en el País Vasco, en Cataluña o en otros lugares por enfrentarte al nacionalismo, por tratar de presentarte a una candidatura, por intentar pronunciar una conferencia, por esribir un libro, por hacerte visible como un rival. ¿Puede sorprender que haya más gente en un lado que en otro cuando es mucho más cómodo vivir en un lado de la raya que en otro? ¿Cuánta gente se coloca en el lado nacionalista sólo por no buscarse problemas?

Por tanto los resultados que obtiene el nacionalismo en muchos lugares no los consigue compitiendo en igualdad. ¿Y de dónde sale esa desigualdad producto de ese miedo o de ese deseo de evitarse problemas? Pues de donde sale siempre, de la creación de un clima de terror. Y no hay terror sin terrorismo. Ni hay terror sin sembrador.

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Un comentario

  1. Resulta obvio que fue terrorismo, que dieron un golpe de estado, y así lo vio y lo ve Sánchez. La hemeroteca no engaña, el viento ya no se lleva las palabras. Es Sánchez el que cambia el «color de sus cristales» porque le conviene personalmente verlo así. También le resulta fácil engañar a sus votantes y la sumisión de los «profesionales» de la política al líder y no a su convicción ideológica completan el escenario. Eso mancha no a ellos, que no pueden mancharse más. Nos mancha a nosotros, que lo aceptamos y consentimos.

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