El boicot a un equipo israelí en la Vuelta Ciclista a España está dejando una estela de acciones demenciales a la par que una serie de reflexiones inquietantes. Sobre el conflicto entre los palestinos y los israelíes, o más específicamente entre los israelíes y los territorios palestinos controlados por Hamás (que no son toda Palestina), se puede debatir y se pueden tener opiniones divergentes, otra cosa es la violencia política chiflada disfrazada de solidaridad con Palestina.
¿Qué es lo que está pidiendo la extrema izquierda? ¿Una solución justa para los palestinos? ¿Mejora en algo la situación de los palestinos tirar a varios ciclistas al suelo? Ya en el paso de la Vuelta por Navarra, concretamente en Lumbier, hubo un ciclista del pelotón que acabó por el suelo. Por cierto, no un ciclista del equipo israelí. Tampoco es que se justificara la agresión a un israelí por ser israelí, pero es que además era un ciclista italiano de otro equipo. Poca visibilidad se le dio a esta agresión porque el discurso dominante ha decido que la causa palestina justifica esta violencia de la ultraizquierda.
Ayer mismo se produjo otra invasión de la carretera por parte de un propalestino mientras cruzaba el pelotón, provocando la caída de otro corredor, una vez más de otro equipo que no es el de Israel. Hay quien excusa al atontado alegando que el corredor cae no directamente empujado por el invasor de la carretera, sino unos metros después tras cruzar también un policía y como resultado de la confusión en el pelotón. Es lo mismo. Quien genera la situación de riesgo y el caos que desemboca en la caída es el bobo propalestino.
¿Es cruzarse en medio de un pelotón ciclista un derecho a la libertad de expresión y a la libre protesta? Indudablemente no. Para protestar tenemos en la actualidad infinidad de medios que no pasan por tirar ciclistas al suelo. No es necesario romper la cadera a un ciclista para protestar o manifestar una opinión. Se puede incluso ir a una carrera con una pancarta, pero poner en peligro a los ciclistas ya no es libertad de expresión, es comportamiento temerario o agresión. Lo llamativo no es que haya algún chiflado espoleado por la izquierda que vaya a poner el peligro la integridad de los ciclistas, sino que las supuestas mentes pensantes de la izquierda avalen estos comportamientos. Por cierto, alentando estas acciones, si al final consiguen romper la cabeza a un ciclista o lo dejan paralítico, ¿responderá por su insensatez alguno de estos políticos?
Sería un error sin embargo pensar que esto tiene nada que ver en el fondo con Palestina. De entrada matar a un ciclista en España no tiene ninguna repercusión en Gaza. No va a morir ningún niño menos por matar a un ciclista. Ni siquiera va de eso. De lo que se trata es de otorgar a la extrema izquierda que organiza y promociona estas acciones el poder para vetar o incluir a quien a ella le parezca en cualquier tipo de acto. No sólo por supuesto una carrera. Antes de organizar cualquier cosa, puede ser una carrera o un concierto, una conferencia o una presentación, hay que solicitarle un permiso a Ione Belarra. Irene Montero publicará todas las semanas una lista de las personas, países o religiones que pueden llevar a cabo actos públicos en España. Si no estás en la lista, los simpatizantes de Ione Belarra u Otegui te pueden romper la cabeza. La ultraizquierda no quiere un derecho de veto en la Vuelta Ciclista para castigar a Israel y salvar niños en Gaza. La ultraizquierda está usando la violencia para vetar a toda la gente que no le gusta de cualquier acto público en España. Si hoy no te vetan por opinar distinto respecto a Gaza, te vetarán mañana por opinar distinto respecto al aborto, la inmigración, la ideología de género, la memoria histórica, la Agenda 2030, las subidas de impuestos o el cambio climático. Si no es por genocida, será por machista, por homófobo, por negacionista, por insolidario, por racista, por llevar una pulsera con la bandera de España o por ser cristiano. Saben perfectamente que no van a salvar ningún niño en Gaza, lo que quieren es tener a la gente que no piensa como ellos callada en España.