La perra de Belarra y sus 16 tipos de familia

El Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 (no es una coletilla, se llama realmente así), que disparatadamente dirige Ione Belarra, prepara una Ley sobre la Familia que, para empezar, básicamente destruye el concepto de familia. Ni siquiera es que lo cambie, sino que lo destruye. De entrada identifica 16 tipos distintos de familia, dotada cada una de ellas con un nombre sonoro y rimbombante como familia “transnacional”, “retornada”, “homomarental” o “intercultural”. Distingue 16 tipos, pero podrían ser 36. Por no mencionar todos los mestizajes posibles entre todos los tipos, ya que una familia bien podría ser homomarental, transnacional e intercultural. Al final de lo que se trata no es tanto de crear nuevos modelos de familia como de tapar el modelo de familia tradicional.

En primer lugar en relación a esta noticia quizá cabría comenzar reflexionando sobre el propio concepto de “modelo” familiar. ¿Qué es un modelo? ¿Cuántos modelos de familia puede haber?

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Se puede hablar de que hay un modelo cuando, por ejemplo, 10 personas van a presentar una solicitud y tienen que rellenar un mismo modelo de solicitud. Cuando hay 10 modelos para hacer esa solicitud es como si cada persona que va a presentar su solicitud lo hiciera como le diera la gana, o sea como si no hubiera un modelo. Así que no se podría hablar de 10 modelos sino de que no habría modelo. Que en vez de un modelo haya un modelo para cada persona es lo mismo a que no haya ninguno modelo. Algo parecido es lo que pasa cuando pones 16 modelos de familias, que obviamente podrían ser 8, 32 ó 74. No es que haya 74 modelos de familia, es que cualquier cosa que se te ocurra la consideras familia y te has cargado la idea y el concepto de familia. Cualquier cosa puede ser modelo. Cualquier cosa puede ser familia. Todo es familia. Nada es familia.

Naturalmente en una ley que pretende ser tan moderna y progresista se echan de menos modelos como el animalista o el robótico. Una nueva Ley de Familia no se pueden entender sin el modelo robomarental. Tampoco se entiende que Belarra ponga la protección a la mujer por debajo de la protección a los perros y en cambio no se contemplen las familias transespecie. Para no ser realmente modernos y pergeñar una cosa desfasada desde su aprobación mejor dejar las cosas como están.

Si considerábamos que el concepto “modelo” entra en crisis al introducir un número arbitrario de modelos, o al considerar que hay tantos modelos como personas, tal vez deberíamos cerrar la reflexión con una breve consideración sobre el concepto “tradicional”, en este caso aplicado a la familia tradicional. En defensa de la idea de tradición y en contra de la idea de lo nuevo cabe decir que en realidad casi nada es nuevo, que todo está inventado, desde la homosexualidad hasta la poligamia, pasando por la infidelidad y el poliamor, que los romanos sabían montarse una orgía como los que más, y que si un modelo de lo que sea se convierte en tradicional es sencillamente porque funciona. No porque sea perfecto, sino porque funciona, o por lo menos funciona mejor que los demás. Y si un modelo cayó en desuso o nunca llegó a generalizarse, no es que sea nuevo, sino que no funcionaba y por eso no se convirtió en tradicional. Tradicional es casi sinónimo de funcional. Si no es tradicional, no es funcional. Si no es algo completamente nuevo y no es tradicional, es que no funcionó. Así que seguramente se puede augurar mejor futuro a los hipotéticos nuevos modelos familiares no contemplados con los robots, por inexperimentados, que los 16 modelos de familia que podían ser 7 ó 92 que se incluyen, pero que no es que sean nuevos sino que no son tradicionales, en el peor sentido de la expresión.

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