El progresismo y el enaltecimiento del mal

Como todos los días, resulta difícil elegir qué es lo más denigrante que ha hecho el gobierno sobre lo que ponernos a reflexionar. Esta inciativa, sin duda, no es lo menos denigrante de los últimos días que podemos comentar.

No hay más remedio que preguntarse, como primera reacción, qué clase de ideas tienen unos partidos cuya inquietud es despenalizar las ofensas a los sentimientos religiosos o el enaltecimiento del terrorismo. Será. lógicamente, que quieren ofendernos y enaltecer a los que nos matan, o por lo menos defender a los que nos ofenden y matan. Son los mismos que después, por otro lado, pretenden perseguir los delitos de odio. Lo que pasa es que persiguen o toleran selectivamente lo que les conviene. Hay una vara de medir para los odiadores e insultadores que piensan como ellos y otra para el resto. Confunden la hipocresía con la democracia y en vez de defender la libertad de expresión se inventan un supuesto derecho a ofender e insultar, e incluso a enaltecer la violencia aplicada al contrario. No comprenden, o no quieren comprender, la diferencia entre discutir e insultar, los muy gilipollas. Si alguien se ofende es que sí comprende la diferencia entre discutir e insultar.

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Se puede enaltecer a un terrorista, pero hay que sacar al general Mola de la tumba. No digamos a Franco. No sea que alguien vaya a la tumba de Franco o de Mola o de cualquiera enterrado en los Caidos a rezar un padrenuestro. Lo que se puede hacer es enaltecer a Txapote. Que esa es otra. Tantos ofendiditos por nombrar a Txapote y ahora resulta que se puede enaltecer a Txapote. Enaltecer al asesino de Lluch es un derecho inalienable de los etarras. Ofender a los creyentes es un derecho inalienable de los ateos. No discutir con ellos, ojo, sino ofenderlos. Se entiende que el derecho inaliebable es ofender a los católicos, que son buena gente, no a los muslmanes que se enfadan, y además eso es islamofobia y no se puede tolerar. A los gays o a los trans tampoco se les puede ofender, hay que canalizar hacia las victimas del terrorismo y los creyentes todas las ansias de la sociedad de ofender.

Una de las consecuencias de la eliminación del enaltecimiento, para así poder enaltecer a Txapote, a Otegui o al padre de Pablo Iglesias, es que se ata las manos a la policía para luchar contra el yihadismo. El enaltecimiento del terrorismo es un instrumento clave para luchar contra el discurso yihadista, el adoctrinamiento yihadista y el reclutamiento de yihadistas. Menos mal que ahora somos amigos de Hamás y los yihadistas. Y todo porque este no es un gobierno que promueve el respeto sino la ofensa. En principio esto debería resultar bastante inaudito, pero quién sabe ya lo que es normal y anormal en la España sanchista.

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