Hoy arranca el festival de Davos al que todo líder mundial que se precie pierde las entretelas por acudir. Esto no dice mucho de los líderes mundiales. En realidad les cuadraría más el nombre de jefes o mandarines. O sea, si tienes que hacerte la foto al lado de otro para ser alguien no eres un líder. Pero el problema con el Foro de Davos y su Agenda 2030 no es la inanidad de sus líderes, sino el pensamiento único que pretende implantar. Eso sí, la inanidad de los mandarines mundiales contribuye bastante a facilitar el pensamiento único que los davosianos pretenden implantar.
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Muchas personas albergan la equivocada idea de que el Foro de Davos y la Agenda 2030 promueven el capitalismo, el libre mercado y los derechos individuales porque lo apoyan las grandes empresas. Grave error. De hecho ese apoyo casi sin fisuras de las grandes multinacionales a la Agenda 2030 resulta de lo más sospechoso. El caso es que el capitalismo y el libre mercado es en realidad muy duro para las empresas. La competencia es salvaje y no hay piedad con el que lo hace un poco peor que los demás. Para un empresario, o por lo menos para los directivos de una gran empresa, es mucho más fácil y cómodo enriquecerse a la sombra del gobierno y del BOE que en el libre mercado. Contra lo que sueles pensarse, el capitalismo y el libre mercado no son necesariamente amigos de las empresas y enemigos de los consumidores y los ciudadanos. No nos extrañemos por tanto de ver tantas empresas alrededor de Davos tratando de sacar tajada de la planificación económica mundial y del billonario gasto de los gobiernos agendistas antes que de la cruda competencia en el libre mercado. Ese intervencionismo totalitario y pseudocomunista que pregona Davos no espanta a muchos CEO sino que los atrae al calor de los contratos públicos multibillonarios que no se ganan sufriendo en los mercados, sino fumando puros en los cenáculos.
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Naturalmente esto puede sonarle a mucha gente más abstruso que decirle que le van a poner a dieta de gusanos, que no va a poder comer carne, que le van a dejar sin coche o que no podrá tener nada en propiedad. Pero conviene ver todo el asunto en perspectiva y no ver sólo los aspectos más groseros de la dictadura 2030, sin perder de vista los aspectos más groseros. En este sentido hoy que empiezan las reuniones de este politburó mundial sacado de una novela de Ayn Rand conviene recordar una de sus pretensiones más totalitarias esperpénticas: la de destruir el derecho a la intimidad personal. Que no nos estamos inventando nada. Que lo anuncian ellos con total claridad, pensando que la población mundial está a lo que está: ser feliz sin pensar antes de ser feliz sin tener nada, ni derecho a la intimidad.
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La liquidación del derecho a la intimidad es la antesala del control absoluto y la dictadura perfecta. Por si no se han fijado ustedes, lo que está permitido por el gobierno y lo que no fluctúa bastante. Es decir, que incluso asumiendo un gobierno amigo en un momento concreto a largo plazo perder el derecho a la privacidad implica perderlo respecto a un gobierno no tan amigo, o que donde solía decir blanco ahora dice negro, y tú corres un riesgo por seguir pensando blanco en el nuevo escenario. En una democracia es el gobierno el que tiene que rendir cuentas a los ciudadanos por lo que dice o por lo que hace. A la inversa es una dictadura. La base de la democracia es precisamente el voto secreto, para que pueda ser libre. De quitarte el derecho a la intimidad a implantarte un chip hay un paso. Nosotros nos comemos sus insectos y ellos se comen poco a poco nuestras libertades y nuestros derechos.
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