En Austria ha ganado las elecciones el FPO, Partido de la Libertad, denominado sin embargo architurboderecha y perteneciente al mismo grupo europeo que VOX. Es el sino de los tiempos. La gente cansada del pensamiento dominante y de la deriva de Occidente vota cada vez más a las formaciones estigmatizadas por el sistema precisamente porque la gente culpa al sistema de la deriva de la situación. Seguramente de hecho ya hay una mayoría electoral en muchos países que reclama un golpe de timón. El problema es que una parte de esa mayoría vota a los partidos que se salen de las bendiciones del sistema y otra parte, aunque quiere ese cambio de rumbo, todavía vota a algún partido del sistema confiando en que es útil para ese cambio de rumbo. En la misma España existe ya seguramente una mayoría social y electoral del PP y VOX, y por eso después de engañar al electorado en 2023 con un falso programa de lo que no haría, Pedro Sánchez se cuida mucho de volver a convocar elecciones pese a su minoría parlamentaria.
Existe sin embargo un problema, y es la citada confianza de buena parte del electorado que quiere un cambio en partidos que sin embargo pertenecen al sistema, obtienen el beneplácito del sistema y necesitan para creerse dignos del derecho a existir del beneplácito y la validación de la izquierda. Es por esto que en Austria hemos tenido ayer una victoria histórica de la derecha que con, la suma de lo que podríamos considerar los equivalentes austriacos del PP y VOX, superan el 50% del voto. Sin embargo, lo que sería el PP austriaco ha interiorizado el discurso del cordón sanitario, lo que lo aboca a gobernar excluyendo al ganador y pasando a depender de los socialistas austriacos, que sólo tienen el 21% de votos. El cordón sanitario no es un freno a una inexistente amenaza fascista, es la forma que va a tener la izquierda de gobernar eternamente gane o pierda las elecciones, teniendo o gobiernos de izquierda o gobiernos dependientes de la izquierda para siempre.
El asunto nos concierne no sólo porque el contexto europeo u occidental en general es nuestro contexto, sino porque en España la izquierda tiene buen cuidado en alimentar constantemente la teoría del cordón sanitario, y lamentablemente el PP de Feijóo parece haberla abrazado con entusiasmo. En el PP de Feijóo existen dos tipos de liderazgos: los que a Feijóo le han venido impuestos dadas las circunstancias, el liderazgo de Ayuso por ejemplo (cómo va a eliminar Feijóo a Ayuso si Casado cayó por eso), y los liderazgos que ha podido ir eligiendo Feijóo. A poco que uno se de cuenta, salta a la vista que todos los liderazgos elegidos libremente por Feijóo son personajes del estilo de Cuca Gamarra, Borja Sémper o González Pons. O sea, todos ellos son personajes que necesitan la validación de la izquierda y que han comprado la doctrina del cordón sanitario. No sólo es que llegado el caso Feijóo puede dudar entre pactar con VOX o depender del PSOE, es que también puede dudar, si le da la suma, entre pactar con VOX o pactar con el PNV y Junts. Para muchas personas cambiar de voto es como cambiar de trabajo, de ciudad o de religión, pero tal vez es una posibilidad en la que debieran pensar los votantes de este PP de Feijóo que se pueden lamentar de los pactos futuros después de haber votado con ilusión, en ambos sentidos de la palabra ilusión.