Hace unos días circulaba la noticia de que la UE había autorizado la inclusión de larvas de gusano en la composición de algunos productos alimenticios. El problema es que no se trata de que se vayan a comercializar bolsas de gusanos, sino que uno pueda acabar comiéndose esos gusanos después de que hayan sido pulverizados y aplicados a productos que podamos consumir sin poder advertir visualmente por su aspecto que contengan gusanos.
Una empresa francesa comenzará a vender el polvo de gusano de harina para pan y pasteles tras el visto bueno de Bruselas: «Cumple con la Agenda 2030»https://t.co/aHGHqfoDyB
— LA GACETA (@gaceta_es) February 27, 2025
A partir de aquí comenzó la correspondiente guerra de verificaciones que como todo el mundo sabe no sirven sino para confirmar lo supuestamente desmentido. Sí habrá gusanos, pero no será obligatorio su consumo. Pero qué majos son los euroburócratas que nos gobiernan que nos ponen gusanos en el plato, pero no nos obligan a comérnoslos. La verdad es que no nos obligan pero casi. Aquí hay que empezar a distinguir entre presencia, conocimiento y obligación.
Se confirma un reglamento de la U, aprobado el 20 enero de 2025, que autoriza a la empresa francesa NutriEarth (por lo que sea sólo a ella) a comercializar un polvo tratado con luz ultravioleta a partir de larvas del gusano Tenebrio molitor, conocido como gusano de la harina. Se confirma que este gusano pulverizado se podrá utilizar en panes, bizcochos, pasteles, queso y otros alimentos para la población general. Pero todos tranquilos, estará etiquetado y su consumo no será obligatorio. ¿No lo será?
El Gobierno de Meloni obligará a los supermercados a separar los alimentos elaborados con harina de insecto en defensa de «la dieta mediterránea»
— LA GACETA (@gaceta_es) April 8, 2025
Por Unai Cano (@unaicano10)https://t.co/M5AdP6kg9t
De momento no parece que nos vayan a bloquear la tarjeta de euros digitales por no comernos la cuota mensual de gusanos, pero el hecho es que no va a resultar fácil distinguir lo que contiene gusanos y lo que no. En el etiquetado no va a decir algo así como “contiene gusanos”, sino “Polvo tratado con radiación ultravioleta de larvas de Tenebrio molitor (gusano de la harina)”. Pero claro, para eso habrá que fijarse mucho en el etiquetado. Cuando vayamos a la tienda vamos a pasar la mitad del tiempo leyendo y la mitad comprando, o comeremos gusanos. Esto por no mencionar todo aquello que comamos sin haberlo comprado nosotros. ¿Habrá leído la etiqueta el amigo que nos invita a cenar en su casa? ¿Tendremos que acompañar a hacer la compra al encargado del restaurante en el que comemos? De ahí la necesidad de distinguir entre presencia, conocimiento y obligación. Los gusanos van a empezar a estar presentes en los alimentos. Podemos negarnos a consumir alimentos con gusanos. Pero para poder negarnos tendremos que disponer de un conocimiento del que en la práctica puede ser difícil de disponer. Después está el hecho de que la Agenda 2030 nos marca una agenda gastronómica igual que nos marca una agenda ideológica o energética. Pronto podemos pasar de una situación en que sólo haya algunos productos que tengan gusanos a una en la que sólo haya algunos productos que no tengan gusanos. El consumo “voluntario” entonces a lo mejor se parece a comer gusanos o no comer nada. ¿Seremos libres? Pues como casi todo en estos tiempos: sí, pero no.