Los polacos votan contra el lobby LGTBI y la injerencia eurosoviética

Hoy, lunes 2 de junio, tras una noche electoral de infarto y algunas correcciones estadísticas por parte de ciertas agendas demoscópicas, se dio un resultado político muy rogado, por el bien de quienes corresponda. Quienes siguen la actualidad política de la patria natal de San Juan Pablo II y San Maximiliano Kolbe tienen motivos para la satisfacción y la tranquilidad.

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Polonia se saldó, con un estrecho margen con la derrota del candidato de centro-izquierda Rafal Trzaskowski, quien, en principio, podrá seguir ostentando el bastón de mando de Varsovia. Con un 49’11% de los votos, este peso pesado de la Plataforma Cívica no fue capaz de ganarle al conservador Karol Nawrocki, propuesto por Ley y Justicia (PiS).

En una amplísima proporción de municipios de todo el territorio polaco, el alcalde de Varsovia fue derrotado (incluso en varios términos de esas regiones de antiguo dominio prusiano que tienen un énfasis más secular y relativista) mientras que, una vez más, en las ciudades más orientales fue incapaz de exponer una especie de hegemón urbanita (Lublin, Kielce, Resovia y Bialystok).

De hecho, puede haber un cambio generacional que corra en contra tanto del duopolio PO-PiS como de la izquierda y del socialismo (si bien una tendencia similar se daba en los momentos fundacionales del club político de Kukiz y del partido fundado por Korwin como tal). Puestos a elegir entre dos opciones, más del cincuenta por ciento de la juventud habría votado contra Trzaskowski (según un sondeo de IPSOS).

La cuestión, al caso, es que uno de los políticos más comprometidos con la radicalización relativista del PP polaco ha fracasado. Los polacos no tendrán un jefe de Estado que, más allá de ser una marioneta de Von der Leyen y de George Soros, parezca ser el máximo representante del homosexualismo ideológico (que no de los homosexuales) en Polonia.

No es esta la única ocasión en la que se vota contra algo o ante una indignación capital ante una situación de caos. Pero aquí no se ha dado una indignación bajo efecto de arrastre carismático, que es justo lo que ocurrió en El Salvador con Nayib Bukele, en Argentina con Javier Milei y en los Estados Unidos con Donald Trump. Simplemente se ha reaccionado contra una coalición de gobierno, contra la causa eurosoviética o contra un progre muy problemático.

No obstante, no deja de ser un voto de confianza, dentro de las competencias que puede tener un presidente en un sistema político de ese cariz. Dentro de lo que se pueda, sin dejar de tener la vista en un hipotético refuerzo parlamentario futuro (posible coalición entre el PiS y la Confederación, en la que la agenda económica libertaria sea determinante), hay que tratar de bloquear o revertir algunos avances de las agendas socialistas y estatalistas.

Así pues, será importante que no solo cumpla con algunas de sus palabras en calidad de presidente electo, sino con la trascendental declaración de ocho puntos que se ha firmado con Slawomir Mentzen, el líder de la «dereita dura» polaca y uno de los líderes pro-vida más convencidos de ello (al que le debe gran parte de sus votantes, igual que ocurre con el tradicionalista Grzegorz Braun).

Con su firma, se comprometió, en Torun, la cuna de Copérnico, a no aprobar leyes que incrementen impuestos, tasas, cuotas u otras cargas fiscales para los ciudadanos. De igual modo, se opone a limitar el uso de efectivo, restringir la libertad de expresión conforme a la Constitución o dificultar el acceso legal a armas. También se habría comprometido a impedir el forzoso envío de soldados polacos a Ucrania, a la adhesión de ese país a la OTAN y a la cesión de competencias a la eurocracia soviética de Bruselas.

Eso sí, no hay que relajarse. La sociedad civil polaca, más fuerte que la española, debe de seguir educando e influyendo en los distintos ámbitos públicos para evitar la caída cultural y relativista del país. A su vez, se ha de aprovechar ese estatus de neopotencia europea y de lar altamente seguro y civilizado (sin invasión musulmana) para afianzar el ecosistema económico y emprendedor, homologándolo al texano, al floridano, al helvético y al emiratí.

Dicho todo esto, cabe depositar esperanzas y reconocer cierto alivio ante la derrota del candidato del lobby LGTBI (habrá gente que le haya votado con la «nariz tapada» por antipatías hacia el PiS, pero son casos particulares, no de las personas homosexuales, que también pueden ser conservadoras y antisocialistas en Polonia).

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