El Congreso de los Diputados votó ayer por amplia mayoría la llamada “Ley de Muerte Digna”, incluyendo los votos de PSOE, Podemos, PP y Ciudadanos. UPN se quedó sola en el rechazo a esta ley, al menos sola rechazándola por los motivos correctos.
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El PSN inmediatamente ha cargado contra los regionalistas señalando que de este modo “se sitúa en posiciones más conservadoras que el propio PP”, y que nadie “está reconociendo un derecho a matar, como dice Salvador, sino a morir con dignidad, que es otra cosa muy distinta”.
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Un pack en el que no es oro todo lo que reluce
Lo cierto es que nadie está a favor del ensañamiento terapeútico, por lo que interesa recordar de dónde viene esta ley y cuál es su problemática. En este sentido, resulta que la “Ley de Muerte Digna” viene de la mano de una “Ley de Eutanasia”, y la votación de ayer responde a un pacto entre PSOE y Ciudadanos para que los unos apoyaran esta ley y a cambio los otros apoyaran la tramitación de la Ley de la Eutanasia.
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Fue en ese sentido que Carlos Salvador (UPN) subrayó la relación entre ambas iniciativas y el rechazo a lo que «el papa Francisco llama la cultura del descarte», añadiendo que la nueva ley «aporta bien poco», como así es en la acutalidad, y en cambio es «una meta volante en el camino hacia el derecho a matar», que supone la eutanasia.
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En realidad no hace falta esforzarse demasiado para dar la razón al diputado de UPN puesto que el portavoz de IU, por ejemplo, apoyó la aprobación de esta ley argumentando precisamente que es “un paso hacia la despenalización de la eutanasia».
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La eutanasia es uno de los grandes debates de nuestro tiempo porque, para empezar, resulta muy difícil abrir la puerta a la idea de que existen vidas indignas con las que tiene sentido acabar sin, al mismo tiempo, marcar como indigna de ser vivida la vida de los colectivos más frágiles y desfavorecidos: ancianos, enfermos, discapacitados, solitarios, deprimidos. Justo esos colectivos que el discurso progresista, por otra parte, presume más de protegerlos o eliminarlos según sea el caso. Porque la demanda de eutanasia no se va a nutrir principalmente de triunfadores sociales sino de perdedores sociales. ¿O tienen alguna duda las corrientes progresistas al respecto? Y además, ¿hasta qué punto decide uno que su vida no vale la pena o le hace sentir eso la sociedad o su entorno? Y una sociedad y un entorno que contempla la eutanasia como un bien, ¿es un entorno que ayuda a la gente a pensar que su vida vale la pena o lo contrario? Al menos UPN ha sido valiente y ha roto una unanimidad parlamentaria sobre un asunto espinoso que, además, no refleja una unanimidad social.
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