2021 decidió despedirse con una eclosión de ongi etorris y acciones a favor de los presos de ETA, incluyendo un acto en Pamplona el día 31. Toda esta efervescencia en torno a los presos de la banda terrorista parece difícil de desligar de la negociación de los Presupuestos Generales del Estado y el anunciado voto a favor de Bildu en base al intercambio de Presupuestos por presos. Sacar los presos a la calle es una concesión leve pero abyecta, a la que Pedro Sánchez parece más que dispuesto. Es decir, en realidad sacar los presos a la calle no es ni una gran victoria material para Bildu, ni tampoco una gran derrota material para el PSOE. No cuesta dinero. No se pierde territorio. No hay que ceder puestos ni ministerios. Ahora bien, desde un punto de vista moral la cesión es terrible, particularmente para las víctimas. Por un lado los asesinos de sus familiares, o los que les dejaron en una silla de ruedas o mutilados, van saliendo a la calle cuando deberían seguir en la cárcel, sin pedir perdón, sin arrepentirse y sin colaborar al esclarecimiento de los crímenes pendientes. Salen además victimizados, como si hubieran sido objeto de una injusticia en vez de como los verdugos inhumanos y sin escrúpulos que son, recibidos con bailes y petardos, jaleados por la multitud.
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En la desquiciada sociedad en que vivimos para ser recibido como un héroe o ganas Operación Triunfo o matas a unos cuantos policías o concejales del PP. Si te dan igual las víctimas, la justicia y el mensaje que mandas a la sociedad entonces y en ese sentido sacar a la calle a los presos no es un alto precio a pagar. Ojalá estuviéramos convencidos de que una acción así cuesta un alto precio en votos pero tampoco tenemos ninguna seguridad. En todo caso Pedro Sánchez se asegura dormir en Moncloa, volar en el Falcon y una mención bochornosa, pero mención al fin y al cabo, en los futuros libros de historia.
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En cuanto a la celebración del acto en apoyo a los presos, lo cierto es que resultó bastante desangelado. Incluyendo a los infiltrados de la policía podrían contarse no más de 100 personas y podía verse mucho pelo blanco. Con la estética previsible en un acto de semejantes características podría pensarse que los asistentes, siendo casi la Nochevieja, asistían al acto disfrazados de simpatizantes de la izquierda abertzale. Habría sido una auto-caricatura si no fuera porque previsiblemente visten y tienen el mismo aspecto el resto del año. El problema, volviendo a las consideraciones anteriores, es que la abyección de este acto u otros similares no se puede medir en términos cuantitativos. Desde luego es mejor que sólo acudan cuatro gatos desafinados, pero en la normalización de su discurso hay algo perturbador y enfermizo, como en la cabeza de los presos de ETA alrededor de los cuales gira todo este retorcido cultismo.
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