Pedro Sánchez es el problema

Salvo por algo así como un efecto memoria de pez en el electorado español resulta difícil entender la persistencia en la primera línea de la política de Pedro Sánchez, quien lleva bloqueando varios años la gobernabilidad de este pais. Es decir, si nos remontamos al mes de febrero nos encontramos con que Pedro Sánchez convocaba elecciones anticipadas ante la situación de bloqueo en la que se encontraba. Y nos preguntábamos entonces: si tenemos elecciones porque el pacto PSN-Podemos-separatistas ha llevado al bloqueo, ¿qué lógica tendría repetir esa fórmula de gobierno? ¿Volver a nombrar presidente a Sánchez, volver a una situación de bloqueo y volver a convocar elecciones? Pues salvo sorpresa de última hora, que quién sabe, en ésas parece que estamos. El problema es que si cuando Pedro Sánchez adelantó las elecciones abril nos preguntábamos y después qué, en el caso de que ahora las vuelva a convocar la pregunta sigue siendo la misma: y después, ¿qué?

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Recordemos que tuvimos elecciones generales en 2015, que no se pudo formar gobierno, que ante esa imposibilidad se volvieron a convocar elecciones en 2016, que en 2018 se produjo la moción de censura, que tras conseguir la presidencia pero no tener mayoría suficiente para gobernar Pedro Sánchez volvió a convocar elecciones en abril del 2019, y que como tras esas elecciones sigue bloqueado nos vuelve a convocar otra vez a las urnas, y otra vez sin garantías de que convocarnos a las urnas garantice ninguna solución. Y si después de unas nuevas elecciones sigue sin haber una mayoría absoluta del PSOE en solitario, ¿qué?, ¿entramos en un bucle infinito de repeticiones electorales?

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Un pacto Podemos-PSOE, un pacto Podemos-PSOE-separatistas, un pacto PSOE-Ciudadanos, un pacto PSOE-PP… todos esos escenarios posibles son los mismos que ya teníamos. ¿Por qué cualquiera de esos escenarios tendría sentido después de una nueva elección y no antes y precisamente para evitarla?

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En 2016 Mariano Rajoy fue investido con 170 votos a favor, 111 en contra y 68 abstenciones (todos los diputados del PSOE menos 15 que votaron en contra). Aquello supuso la defenestración de Pedro Sánchez, su enfrentamiento con Susana Díaz, su posterior victoria y la moción de censura de 2018, tras la que seguimos encallados. Pedro Sánchez consiguió derrotar a sus rivales dentro del PSOE, echar a Rajoy y hacerse con la presidencia, pero no puede gobernar, no puede más que convocarnos una y otra vez a las urnas, lo que de alguna manera viene a confirmar por la vía de los hechos que Susana Díaz y ese 50% del PSOE que no apoyó a Pedro Sánchez tenían razón.

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Para salir de este bucle algo tiene que cambiar. Si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias hacen lo mismo, estamos abocados al bloqueo. Si la derecha se presenta dividida en 3, será difícil que mejore su representación, incluso mejorando sus resultados. Si todo sigue igual, seguiremos instalados en el bloqueo. Si por otro lado los votantes vuelven a votar lo mismo tampoco hay solución. Serán los votantes los que tengan que pensar en si no es una buena idea cambiar de voto. O quedarse en su casa. Si los votantes de izquierdas o los de derechas son los que se cansan antes eso será lo que pueda determinar un vuelco electoral. Si no hay un vuelco electoral seguiremos en la misma situación, pero tampoco hay nada que asegure un vuelco electoral. Tener un gobierno en funciones seguramente es mejor que tener un mal gobierno, o tener un presupuesto prorrogado mejor que un nuevo presupuesto espantoso. Pero al mismo tiempo hay una inundación y no se pueden aprobar las ayudas necesarias porque el gobierno se encuentra en funciones. En lo que todo el mundo sigue sin pensar es en implantar un mecanismo que nos pudiera ayudar a acabar con este tipo de situaciones. Una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados, por ejemplo. Que decidan los españoles donde no son capaces de decidir los políticos. O un sistema de listas abiertas sin disciplina de voto, para descerrojar la partitocracia. Lo peor en este momento es que la alternativa al bucle electoral sería un acuerdo de última hora entre el PSOE, la extrema izquierda y todo el separatismo, el desastre navarro instaurado a nivel nacional. Y como estamos viendo en Navarra, sucede que o gobiernas con los separatistas o los combates, las dos cosas a la vez no pueden ser.

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