Octubre del 2016. El director de un colegio concertado de Madrid, con ideario católico, tiene a principio de ese curso la idea de enviar una carta a los padres con una serie de reflexiones, incluyendo una crítica sobre la Ley de Identidad y Expresión de Género, recién aprobada en la Comunidad de Madrid por una rara unanimidad entre PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Era el momento en que tocaba la cumbre Cristina Cifuentes, la khaleesi de pacotilla a la que la izquierda ponía de ejemplo frente a la derecha retrógrada.
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No fue por tanto la Consejería de Educación de un gobierno de extrema izquierda la que primero ordenó una inspección, de la que no se dedujo ninguna irregularidad, ni la que a continuación trasladó la carta a la Fiscalía, que tampoco encontró ningún ilícito penal, para finalmente acabar haciendo uso del régimen sancionador administrativo incluido en la propia ley imponiendo una multa de 1.000 euros al director. Una multa que por cierto venía a dar la razón al director sobre la tiranía ideológica que denunciaba en su carta. Cuando se dice que cualquier idea se puede defender pacíficamente y por medios democráticos, no es verdad. Ha comenzado una persecución no como contra esos raperos que piden tiros en la nuca para los concejales del PP, cuyo supuesto derecho a insultar y amenazar se defiende en algunos ámbitos, sino contra ciudadanos pacíficos que simplemente, de manera pacífica y educada, discrepan de que la identidad de género sea algo totalmente subjetivo, o que las diferencias entre hombres y mujeres sean todas culturales.
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El director del colegio y la Fundación Educatio Servanda, sin embargo, se negaron a aceptar que la sanción fuera justa y recurrieron a los tribunales, lo que en octubre del año pasado arrojó la primera buena noticia sobre este asunto ya que la Justicia falló a favor del director y de su derecho a la libertad de expresión, condenando a la Comunidad de Madrid a devolverle el importe de la sanción más los intereses, así como a cargar con las costas del proceso.
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El último capitulo informativo de este suceso es que la Comunidad de Madrid ya ha devuelto los 1.000 euros, más los intereses, más la cuantía de los costes procesales.
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No sería bueno dejar pasar sin más esta noticia por varias y poderosas razones.
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Por un lado, se trata de una de esas raras victorias de David frente a Goliat que nos recuerdan que derribar a un gigante con una honda es muy difícil, pero que muy difícil no es igual que imposible.
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Por otra parte, pese a la victoria final en este pequeño episodio de la batalla, no se puede dejar de apreciar hasta qué punto la ideología de género es una amenaza a la libertad de proporciones estremecedoras. Primero porque el sistema desató su represión incluso bajo un gobierno de la derecha, lo que certifica que la amenaza a la libertad de expresión es omnipresente. Segundo porque el único freno que ha impedido la sanción, amén del valor del propio director, ha sido la acción de la Justicia, cuya apreciable y delicada independencia se encuentra bajo asedio permanente desde hace décadas. Tercero porque la sanción que el discurso dominante trató de imponer al director del centro fue de 1.000 euros, pero la Ley de Identidad y Expresión de Género que entusiásticamente aprobaron todos los partidos preveía sanciones de hasta 45.000.
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La moraleja final es que luchar contra la sinrazón y la injusticia es un deber en cualquier caso, pero que no es un deber desesperado. Se debe luchar contra la injusticia siempre aunque no se gane, pero en este caso se puede ganar. Eso sí, para poder ganar hay que dar la batalla, por lo que la primera batalla es la propia decisión de dar la batalla. Siempre. Más aún cuando es tan difícil ganar y el rival es tan poderoso. Si ganar fuera más fácil y el rival fuera menos poderoso no sería tan importante dar la batalla. Y sólo si fuéramos nosotros mismos muy poderosos nos podríamos permitir el lujo de dejar pasar alguna batalla sin librarla. Es justo nuestra pequeñez, su fortaleza y la dificultad de la empresa lo que la hace inesquivable. De todos modos uno siempre pierde cuando está en el lado equivocado de las cosas. Lo único que garantiza dominar los medios, la represión y el discurso es que tardará más en perder y que perderá a costa de generar más injusticia y sufrimiento. Pero no hoy, que es día de esperanza y de dar una buena noticia.
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