La Fiscalía de la Audiencia Nacional, ese tribunal de excepción que le llamaban los nacionalistas, no ve motivos para prohibir los actos de apoyo al sanguinario Henry Parot y otros presos de ETA convocados en Nochevieja en Pamplona y Mondragón. La Fiscalía señala que no ve motivos para prohibir el acto de apoyo a los presos porque en estos momentos no hay una constancia mínima de la comisión de un ilícito penal, recordando que la jurisprudencia del Tribunal Supremo establece que el dolo específico en el delito de enaltecimiento del terrorismo debe implicar la creación de un riesgo a secundar eventuales acciones terroristas. La Fiscalía se limitará por tanto a indicar a la policía que vigile a ver si ya durante la celebración del acto se comete algún delito de odio o algún acto de humillación a las víctimas, como si el propio acto no constituyera una exaltación de los homicidas y una humillación a las víctimas.
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Perplejidad es la sensación que cualquier ciudadano podría sentir ante esta actitud, si no fuera porque estamos demasiado acostumbrados a ella. Perplejos nos hubiera dejado cualquier actitud que no hubiera sido la anterior. Cuando se nos imponen brutales restricciones y toques de queda y la Cabalgata o las celebraciones de Nochevieja están en el aire, los que parece que tienen garantizada su manifestación a favor de los presos son las organizaciones de la izquierda abertzale. Por lo demás carece de sentido discutir siquiera si tales actos son o no una exaltación del terrorismo, una humillación a las víctimas, una victimización de los verdugos o una justificación de la violencia que no otra cosa es un delito de odio. Ahora resulta que hay que estudiar si dentro de un acto de exaltación hay actos de exaltación para pensar siquiera en prohibirlos. Como si el acto en sí no fuera un acto de exaltación. De todos modos no tiene sentido discutir con quien niega la realidad. Al que se niega a ver nada se le puede mostrar.
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Para entender esta permisividad con el entorno etarra, no obstante, interesa recurrir a la hemeroteca y retroceder hasta el año 2006, a la negociación de Zapatero con ETA y las declaraciones de Cándido Conde Pumpido como entonces Fiscal General del Estado, el cual dijo entonces cosas, al hilo del proceso de negociación con la ETA, como que «la Justicia no está para favorecer procesos políticos, pero tampoco está para obstaculizarlos», o que no permitiría “una Justicia de trinchera que en lugar de buscar la paz social alimente la venganza o el enfrentamiento, en pro del interés de quienquiera que sea«, o que «el vuelo de las togas de los fiscales no eludirá el contacto con el polvo del camino«. Todo lo que dijo entonces Conde Pumpido sigue plenamente vigente, ayuda a entender la actualidad y muestra un hilo de continuidad entre aquel pasado y este presente. Dolores Delgado y el polvo de su toga es la persona idónea por su parcialidad y sumisión al discurso del gobierno para dar continuidad a aquella interpretación procesista de la justicia. Todos sabemos de quien dependen los fiscales, y también los magistrados del Constitucional y del Supremo, y a su vez de quién depende el gobierno: de Bildu.
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Las manifestaciones de Mondragón y Pamplona, por lo demás, son el preludio de otra gran manifestación el 8 de enero en Bilbao, en el marco de hiperactividad respecto a la exaltación de los presos que muestra la izquierda abertzale por estos tiempos, paralelamente al debate y la aprobación de los Presupuestos, aquellos que Otegui dijo que Bildu apoyaría a cambio de presos. Todo encaja. Todo seguramente está pactado. Todo apunta al preludio y la celebración de la excarcelación de esos presos. Una victoria demasiado grande como para que la izquierda abertzale la celebre discretamente en privado. Por lo menos Parot no ha sido nombrado todavía secretario general de Bildu e interlocutor del PSOE, pero tiempo al tiempo.
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